Traspaso de poder
EL PRESIDENTE Daniel Ortega entrega hoy la banda de la presidencia de la Rep¨²blica de Nicaragua a Violeta Chamorro, su antigua camarada de lucha, convertida en dirigente de la oposici¨®n conservadora. Ortega, que encabez¨® la revoluci¨®n merced a la que el somocismo fue erradicado de Nicaragua hace m¨¢s de 10 a?os, perdi¨® hace dos meses las elecciones generales a la presidencia. La Uni¨®n Nacional Opositora (UNO) de Charnorro le derrot¨® por amplio margen.Una de las lecciones m¨¢s importantes del proceso que culmina hoy es que los votos de los nicarag¨¹enses han podido en un d¨ªa m¨¢s que en 10 a?os las armas financiadas por Washington. Esta generalizaci¨®n explica c¨®mo la idea de "una soluci¨®n centroamericana para un problema centroamericano", propiciada por las naciones del istmo y resumida perfectamente en la iniciativa que vali¨® al presidente costarricense, ?scar Arias, el Premio Nobel de la Paz, era m¨¢s eficaz que cualquier acci¨®n b¨¦lica desideologizada. Precisamente, la continuada acci¨®n guerrillera de los antisandinistas ha sido causa de innumerables dificultades para la transici¨®n pac¨ªfica: los acuerdos de alto el fuego, de desarme de los contras, de intervenci¨®n de la fuerza pacificadora de la ONU, han puesto continuamente en duda los compromisos paralelos de desmovilizaci¨®n del Ej¨¦rcito Popular Sandinista, (EPS) y la consiguiente posibilidad de transmisi¨®n. pac¨ªfica de poderes.
Pero, ?de qu¨¦ poderes hablamos? No se sabr¨¢ realmente hasta el 10 de junio, fecha en que los guerrilleros de la Contra, si cumplen los acuerdos que han firmado, se habr¨¢n desarmado. Mientras tanto siguen produci¨¦ndose escaramuzas aisladas entre el Ej¨¦rcito y los rebeldes, y no es descabellado pensar que ¨¦stos seguir¨¢n armados hasta los dientes y dispuestos a desestabilizar toda iniciativa de paz y futuro.
Por de pronto, y por mucho que la presidenta Chamorro asegure: "El poder es m¨ªo porque me lo dio el pueblo", es l¨ªcito cuestionarse sobre la validez pr¨¢ctica del aserto. De una parte, como se ha visto, no hasido capaz de dome?ar a los contras ni de imponerles la autoridad que corresponde a un jefe de fila. Adem¨¢s, el futuro ministro de la Presidencia, Antonio Lacayo (yerno de la primera mandataria), que, no sin raz¨®n, desconflia de la seriedad de la Contra desde que ha tratado con ella m¨¢s directamente, es rechazado por ¨¦sta al consider¨¢rsele aliado de los sandinistas. Por otra parte, el liderazgo de Violeta Chamorro est¨¢ siendo cuestionado desde las filas mismas de la UNO -la coalici¨®n en la que se sustenta-, que querr¨ªa ver un Gobierno menos tecnocr¨¢tico del que se anuncia y cuyo vicepresidente, Virgilio Godoy, se niega a reconocer los acuerdos militares establecidos por la presidenta entrante con Ortega. La misma jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, que tan importante papel ha desempe?ado en la transici¨®n pac¨ªfica, aun prometiendo su apoyo a la UNO, ha anunciado que se reunir¨¢ despu¨¦s del traspaso de poderes de hoy, para evaluar la nueva situaci¨®n y "presentar criterios m¨¢s claros al nuevo Gobierno".
Es cierto, por lo dem¨¢s, que la posici¨®n de EE UU, determinante en el proceso de paz, no est¨¢ siendo particularmente cooperadora. Despu¨¦s de a?os de haber hostigado al Gobierno sandinista, la oportunidad de futuro que Washington asegura ofrecer a la nueva magistratura no puede limitarse a una actitud pasiva hacia la agresividad de los contras.
Mientras todo esto ocurre, tanto la nueva presidenta como los antiguos mandatarios sandinistas est¨¢n dando muestras de sensatez e inteligencia. Chamorro promete una amnist¨ªa y la abolici¨®n del servicio mi.litar obligatorio. Daniel Ortega hace que su hermano Humberto dimita de sus cargos en el Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional, para as¨ª poder seguir siendo jefe del Ej¨¦rcito y brindarle a la presidenta el control de las Fuerzas Armadas. S¨®lo si los viejos contendientes dan una oportunidad a que fructifique la visi¨®n de los dos l¨ªderes ser¨¢ posible la paz. Las probabilidades son escasas, pero la esperanza debe mantenerse intacta.
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