La liturgia de la plaza
No todo es arm¨®nico y equilibrado en la Maestranza. Hay tambi¨¦n acciones que desafinan, que chirr¨ªan. Chirr¨ªa un jefe de claque que perturba la paz del tendido donde se sienta. Gracias que no siempre est¨¢ en el mismo sitio. Desentona y choca el torero saliendo a saludar con la toalla en la mano, cual si en lugar de artista se tratara de un p¨²gil. Desentonan los cabestros cuando no arropan al toro y consiguen exasperar al personal tras espera de media hora para encerrar al toro devuelto.Chirr¨ªa el talante jurisdiccional que se ha atribuido la banda de m¨²sica, admirable, sin embargo, por su calidad interpretativa. Rompen la armon¨ªa de la plaza las pancartas ancladas durante toda la corrida en la delantera de grada. Si, venturosamente no hay publicidad comercial, tampoco deber¨ªa haber pancartas, salvo las que se desplegaran jubilosas para conmemorar el triunfo de un torero.
En contraposici¨®n a todo lo anterior, contribuyen a mantener la armon¨ªa y el equilibrio de la plaza y del espect¨¢culo, por encima de cualquier otra consideraci¨®n, el impecable estado de conservaci¨®n del recinto. Tambi¨¦n es encomiable la actuaci¨®n de los alguacilillos. No hemos visto en otras plazas tanta atenci¨®n a la lidia, para los cambios de tercio pedidos por los espadas, para impedir la rueda de peones, para mantener expedito el callej¨®n.
Los silencios, tan ponderados, tan denigrados, tan manoseados, participan sin duda de las dos caras de esta moneda. ?C¨®mo no ponderar el h¨¢bito del aficionado de reservar su opini¨®n para su coleto o, como mucho, para el compa?ero de localidad? Un gesto o un susurro le sirve cual todo un tratado de tauromaquia. As¨ª nos libramos de la conferencia para el tendido con la, generalmente, indocta opini¨®n del vociferante.
?C¨®mo no ponderar el silencio que permite escuchar el ta?ido de las campanas de la catedral anunciando la buena nueva de que un torero de Sevilla va a salir por la Puerta del Pr¨ªncipe? ?C¨®mo no ponderar el silencio que permite o¨ªr el chasquido de las banderillas cual concierto de palillos?
?C¨®mo no enaltecer el silencio que permite o¨ªr el resuello del toro al pasar, o el casta?eteo del caballo del picador, transido de miedo? ?C¨®mo no enaltecer el silencio que permite escuchar el jir¨®n de un capote, como si fuera un quej¨ªo? ?C¨®mo no denigrar, por contra, el silencio que transige trastocar la bonhom¨ªa del p¨²blico, en complicidad de manejos torticeros?
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