Situaciones parad¨®jicas
SI LA sustituci¨®n de Chaves al frente del Ministerio de Trabajo hab¨ªa suscitado tantas expectativas es porque, tras la eliminaci¨®n de Borbolla como candidato a la presidencia andaluza, la opci¨®n que adoptase Felipe Gonz¨¢lez, y precisamente en un asunto de su exclusiva competencia, era considerada una prueba del deterioro o mantenimiento del poder arbitral del presidente del Gobierno. S¨ªntomas de que ese poder se estaba deteriorando pueden considerarse, adem¨¢s de la defenestraci¨®n de Borbolla, la elecci¨®n de los sustitutos de Luis Solana en RTVE y de Moscoso en la Fiscal¨ªa General del Estado. En los tres casos se hab¨ªan impuesto candidatos del aparato del partido, es decir, del guerrismo.Con la designaci¨®n de Luis Mart¨ªnez Noval, Felipe Gonz¨¢lez parece haber elegido el equilibrio. Presidente de la Comisi¨®n de Econom¨ªa del Congreso y secretario general del PSOE en Asturias, Mart¨ªnez Noval es una persona que, sin suscitar animadversiones en el aparato del partido, conecta bien a priori con el equipo econ¨®mico de Solchaga. Ello es particularmente interesante con vistas a la segunda fase de la concertaci¨®n que ahora se inicia y que se prolongar¨¢ durante bastantes meses. Un hombre vinculado de modo exclusivo al aparato hubiera podido distorsionar la coherencia de unas negociaciones cuya responsabilidad por parte gubernamental recae principalmente en el ¨¢rea de influencia del ministro de Econom¨ªa. Pero el nombramiento es tambi¨¦n indicativo de la voluntad del presidente de afirmar su campo de autonom¨ªa, al margen de las rivalidades existentes en su Gobierno.
Durante a?os, la influencia del guerrismo en el partido se ve¨ªa compensada por otras instancias de poder socialista, y singularmente el Gobierno, en el que sobresal¨ªa el papel moderador y componedor de Felipe Gonz¨¢lez. Sin embargo, al ligar su suerte a la del vicepresidente, Gonz¨¢lez ha aparecido como reh¨¦n, si no directamente de la persona de su segundo, del guerrismo en cuanto ¨²nica estructura organizada de poder dentro del PSOE. En esa medida, el presidente produc¨ªa ¨²ltimamente la impresi¨®n de haber perdido capacidad de intervenci¨®n. A su vez, la estructura piramidal del poder socialista ha determinado que esa relativa par¨¢lisis de su c¨²pula se transmita a todo el engranaje.
Un efecto parad¨®jico de esta situaci¨®n ha sido que desde sectores socialistas con sensibilidad democr¨¢tica, y gen¨¦ricamente cr¨ªticos con el dise?o piramidal, se venga reclamando un mayor intervencionismo del presidente como forma de, al menos, recobrar el antiguo equilibrio. Otro efecto no menos contradictorio es que algunos sectores del socialismo consideren que un ¨¦xito electoral rotundo -es decir, por mayor¨ªa absoluta- en Andaluc¨ªa ser¨ªa una desgracia en el largo plazo: la coartada para perseverar en el discurso populista de ese sector que concentra sus afanes en la ocupaci¨®n de nuevas parcelas de poder. Finalmente, parad¨®jico tambi¨¦n cabe considerar que, por una relaci¨®n similar a la de los vasos comunicantes, quienes hasta hace poco eran tenidos por tecn¨®cratas desideologizados se hayan convertido en un polo ideol¨®gico m¨¢s, con al menos la misma coherencia que el de sus rivales del aparato. M¨¢s concretamente, que la sensibilidad representada por el equipo econ¨®mico del Gobierno pueda aspirar a jugar un papel directamente pol¨ªtico en el debate sobre la renovaci¨®n del proyecto socialista.
Ese debate parece inaplazable. Es cierto que los partidos se resisten a cualquier modificaci¨®n mientras electoralmente les vaya bien. Pero el espect¨¢culo ins¨®lito de un Gobierno acosado y a la defensiva cuando acaba de ganar las elecciones indica que, si bien no hay todav¨ªa, ni a derecha ni a izquierda, una alternativa suficientemente solvente -y es posible que ello se ponga de manifiesto en las elecciones andaluzas-, la sociedad desea una renovaci¨®n pol¨ªtica y del personal dirigente. Una renovaci¨®n de los mensajes, pero sobre todo de las actitudes: que ¨¦stas sean coherentes con aqu¨¦llos, y que mensajes y actitudes personales reflejen un mayor aprecio por los valores democr¨¢ticos.
Es evidente que esa renovaci¨®n es dif¨ªcilmente compatible con el f¨¦rreo control del aparato por parte de quienes, a falta de un discurso propio sobre asuntos fundamentales -pol¨ªtica econ¨®mica, prioridades sociales, pol¨ªtica exterior- se justifican ¨²nicamente por su acreditada capacidad para mantener la unidad org¨¢nica, por grandes que sean los virajes, y para traducir esa unidad sin quiebra en ¨¦xitos electorales.
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