El disc¨ªpulo
La muerte de Rodr¨ªguez-Hu¨¦scar, autor entre otras obras de Perspectiva y verdad y La innovaci¨®n metaf¨ªsica de Ortega, deja a la filosof¨ªa espa?ola privada de una de las figuras claves en la interpretaci¨®n y difusi¨®n del pensamiento de Ortega y Gasset.
Lo malo de la vida no es que tenga su cita inexorable con la muerte, sino que nos obligue a asistir a la de otros seres queridos o estimados. As¨ª, ahora tengo dolor cordial por la desaparici¨®n de Antonio Rodr¨ªguez-Hu¨¦scar, uno de los mejores disc¨ªpulos de mi padre y continuador de su filosof¨ªa, y uno de mis mejores amigos. Vivimos, como Hu¨¦scar dec¨ªa, "a la expectativa de lo inesperado", pero cuando llega la muerte nos sorprende siempre, aunque debiera estar humanamente prevista.Hu¨¦scar conoci¨® a mi padre en aquella Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la II Rep¨²blica, cuyo nivel y modernidad recuerdan con fruici¨®n todos los que fueron sus alumnos. En la primera clase, el maestro Ortega pidi¨® un voluntario para leer un texto de Descartes y fue Hu¨¦scar quien se ofreci¨®. Debi¨® de hacer la lectura con tal conocimiento y buena oratoria que Ortega le pidi¨® quese quedara despu¨¦s de la clase para charlar con ¨¦l y preguntarle, como sol¨ªa hacer con los alumnos, "por qu¨¦ quer¨ªa estudiar filosof¨ªa".
All¨ª empez¨® el fervor de Antonio por la figura y doctrina de mi padre, que ha expuesto despu¨¦s en conferencias, clases, art¨ªculos y publicaciones. Dos son sus libros mayores a este respecto: Perspectiva y verdad, que yo publiqu¨¦ en 1966 en los 'Estudios Orteguianos' de la Revista de Occidente, luego reeditado en Alianza, y un breviario inestimable sobre La innovaci¨®n metaf¨ªsica de Ortega, que public¨® en 1982 el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia. Siempre procur¨® ser claro al exponer "la haza?a metaf¨ªsica de Ortega, consistente en haber ca¨ªdo en la cuenta de que la verdad y, por tanto, la realidad que el fil¨®sofo busca, es decir, la realidad misma, 'en persona', como dec¨ªa Husserl, no podr¨¢ hallarla ni fuera ni dentro de s¨ª mismo, que es justamente lo que la filosof¨ªa ven¨ªa pretendiendo hacer, y precisamente en ese orden, desde Grecia". La filosof¨ªa de mi padre, justamente por ser nueva y significar un viraje radical, no est¨¢ conclusa y necesita de disc¨ªpulos, directos o por lecturas, que desarrollen todos sus vericuetos. Hu¨¦scar se dedic¨® particularmente al estudio de las nuevas categor¨ªas de la vida. ?ltimamente colabor¨® en el ¨ªndice para las Oeuvres compl¨¨tes de Ortega, que ha empezado a publicar en Par¨ªs un grupo de j¨®venes fil¨®sofos franceses que lo miran -?al fin!- "no como periodista, ni ensayista, ni brillante literato, sino como fil¨®sofo: totalmente fil¨®sofo".
Si Hu¨¦scar no ha publicado m¨¢s obras de filosof¨ªa se debe, parad¨®jicamente, a un exceso de m¨²ltiples destrezas, pues, aparte la de pensador, tuvo la de novelista y la de pintor aficionado. Algo debi¨® de aprender de su paisano Antonio L¨®pez y del t¨ªo de ¨¦ste, L¨®pez Torres, pintor notable tambi¨¦n.
Naci¨® Hu¨¦scar en Fuenllana, en pleno coraz¨®n de La Mancha, el a?o 1912. El franquismo no le dej¨® ingresar como profesor de instituto y con ello los alumnos del Colegio Estudio de Jimena Men¨¦ndez-Pidal tuvieron la suerte de tenerlo durante 10 a?os ense?¨¢ndoles filosof¨ªa. Cuando muri¨® mi padre, en 1955, acept¨® una c¨¢tedra en la universidad de Puerto Rico, donde profes¨® 15 largos a?os y donde dirigi¨®, adem¨¢s, su revista La Torre, en la que colaboraron tantos autores de todas las Espa?as.
Su muerte me deja desolado, hu¨¦rfano de una amistad, casi hermandad, y temo que la continuidad de la filosof¨ªa de la raz¨®n vital sufra un eclipse moment¨¢neo, aunque resurgir¨¢ m¨¢s pujante con los disc¨ªpulos de este disc¨ªpulo ejemplar. Digamos, como mi padre en la muerte de Navarro Ledesma: "No reduzcamos los muertos a las obras que dejaron; esto es imp¨ªo. Recojamos lo que a¨²n queda de ellos en el aire y revivamos sus virtudes".
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