'Perestroika' econ¨®mica
MADRID HA sido escenario la pasada semana de un debate excepcional sobre la reforma econ¨®mica en la URSS. Algunos de los principales art¨ªfices de dicha reforma, como el ministro de Hacienda, P¨¢vlov; el de Trabajo, Sherbakov, y el miembro del consejo presidencial Sh¨¢talin, junto al reci¨¦n elegido alcalde de Mosc¨², Popov, uno de los dirigentes de la oposici¨®n, tomaron parte en la reuni¨®n organizada sobre el tema por el diario econ¨®mico Cinco D¨ªas.
La presencia de los ministros espa?oles en las jornadas no fue simplemente protocolaria: Carlos Solchaga tuvo el acierto de dar su opini¨®n sobre las cuestiones que se debat¨ªan, m¨¢s como economista que como miembro del Gobierno espa?ol. Pero el hecho sorprendente fue que la pol¨¦mica, los desacuerdos, surgi¨® en diversos momentos del seminario entre los propios ministros y altos dirigentes sovi¨¦ticos, exponiendo cada cual sus puntos de vista. Las discusiones permitieron contemplar, en directo, el apasionante debate en el que se est¨¢ configurando el futuro econ¨®mico de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Esta reforma econ¨®mica se aborda en unas condiciones angustiosas. Si nadie discute que la perestroika ha hecho en sus primeros a?os avances sustanciales en el ¨¢mbito de lo pol¨ªtico, en el econ¨®mico los errores han sido grav¨ªsimos; los retrasos, inexplicables, y la coherencia brilla por su ausencia. La actual situaci¨®n l¨ªmite a la que se ha llegado condiciona la celeridad de la reforma. Reina la penuria, la quiebra t¨¦cnica. El viejo sistema ya r¨ªo funciona. La desorganizaci¨®n es general y los atisbos de crear formas nuevas de actividad econ¨®mica, como las cooperativas, han chocado con toda clase de obst¨¢culos. Todo ello explica el paquete de medidas del Gobierno sovi¨¦tico, encaminadas a iniciar el complicado viraje hacia la econom¨ªa de mercado.
El debate de Madrid ha puesto de relieve la magnitud de las dificultades que tendr¨¢n que vencer para avanzar en esa direcci¨®n, y tambi¨¦n, la significaci¨®n de los desacuerdos que existen -incluso entre los partidarios de la econom¨ªa de mercado- sobre las medidas que hace falta adoptar para realizar esa gigantesca empresa reformadora.
Quiz¨¢ uno de los momentos m¨¢s intensos de la reuni¨®n fue cuando, a la pregunta de si el Gobierno sovi¨¦tico est¨¢ dispuesto a realizar de verdad una econom¨ªa de tipo occidental, el ministro de Trabajo de la URSS contest¨® que s¨ª, que en t¨¦rminos generales se marcha hacia ello, pero que, incluso en el Gobierno y en otros ¨®rganos de poder, hay personas que se oponen y siguen defendiendo los viejos m¨¦todos, mientras sabotean las medidas renovadoras. Palabras que dan idea de la batalla que se est¨¢ librando en estos momentos en las altas esferas de la URSS, y de cuyo desenlace depende el futuro inmediato. Los participantes en el seminario de Madrid -por encima de sus discrepancias- conf¨ªan en que triunfar¨¢ la l¨ªnea progresista, defensora de la implantaci¨®n de la econom¨ªa de mercado, en el congreso del PCUS previsto para finales de junio.
No hace falta insistir sobre la trascendencia que tiene la opci¨®n estrat¨¦gica a favor de la econom¨ªa de mercado: implica enterrar uno de los principios b¨¢sicos de la revoluci¨®n de 1917. Pero, pese a todo, el problema m¨¢s decisivo -y del que no hay precedente en la historia- es la forma de desestatalizar una econom¨ªa que est¨¢ totalmente en, manos del Estado, un entramado econ¨®mico en el que no existen apenas ni empresas privadas ni mercado.
Sin duda, ¨¦ste es uno de los puntos en los que existen mayores discrepancias: unos piensan en medidas de choque, liberalizando los precios, poniendo en venta las empresas... Otros preconizan un proceso m¨¢s gradual, creando espacios de libre mercado que se ir¨¢n agrandando y en los que las empresas privadas ocupar¨¢n paulatinamente un lugar preponderante. Con una estimable aportaci¨®n de empresas extranjeras no s¨®lo en dinero, sino en habilidad t¨¦cnica. En todo caso, la realidad va a ser mucho m¨¢s rica y diversa de lo que ahora se puede planear. La URS S es un continente, m¨¢s que un pa¨ªs en el sentido europeo del t¨¦rmino. Hay diferencias abismales entre unas zonas y otras. No podr¨¢ haber un esquema ¨²nico. Las disposiciones oficiales deben tender a eliminar barreras burocr¨¢ticas, a estimular el que, cuanto antes, los nuevos factores econ¨®micos no estatales -cooperativas y empresas- sean los que impulsen el cambio.
Ello exige, como destacaron varios de los participantes de las citadas jornadas, crear una nueva mentalidad. Hay que superar el igualitarismo te¨®rico y la tendencia a esperarlo todo de un Estado omnipresente. Posibilitar la privatizaci¨®n de casas, empresas y acciones que equilibren el hasta ahora papel hegem¨®nico estatal. Dicho con otras palabras: es necesar¨ªo extender el esp¨ªritu de los emprendedores, con la convicci¨®n de que no es ninguna panacea milagrosa y, a la vez, de que es el camino m¨¢s eficiente para la inmensa reconversi¨®n econ¨®mica y social que tratan de consolidar los dirigentes sovi¨¦ticos.
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