Patear al enemigo muerto
Cuando a finales de 1989 tuvimos el agrado de observar, durante casi un mes, la serie de programas que la televisi¨®n holandesa dedic¨® al balance personal y pol¨ªtico de Sempr¨²n, Garc¨ªa M¨¢rquez y otros dos escritores, volvimos a sentir el agrado de aquellos a?os sesenta, en que los libros escritos por Sempr¨²n marcaron las ideas y las vidas de muchos de quienes llegamos a la izquierda a la sombra del partido comunista. Sempr¨²n no s¨®lo era capaz de transmitir la fuerza o valent¨ªa de una idea, sino que aun lograba remover en nosotros la evocaci¨®n de la lucha contra dos totalitarismos.Este domingo 27 le¨ªmos sus alusiones a Fidel Castro, al interior de su discurso en la entrega del Premio Cervantes, pero s¨®lo nos qued¨® una sensaci¨®n de desagrado similar a la que sentimos al ver a alguien patear a un enemigo muerto. En nada se equivoc¨®, quiz¨¢ todo lo dijo con una discreta elegancia y econom¨ªa de lenguaje, pero obviamente est¨¢bamos escuchando al viejo Federico S¨¢nchez, un buen comunista de los a?os cincuenta.
Pocas p¨¢ginas m¨¢s atr¨¢s hab¨ªamos le¨ªdo que alguien hab¨ªa declarado incompatible con la militancia en su partido la pertenencia a tendencias o corrientes de opini¨®n; ?despu¨¦s de todo, la l¨ªnea correcta es una sola, y no se pueden permitir organizaciones paralelas dentro del partido!
Quiz¨¢ se est¨¦ castigando, una vez m¨¢s, s¨®lo a intelectuales cabeza de chorlito, o quiz¨¢ el estilo cultural hoy predominante en el socialismo espa?ol no le traiga ninguna asociaci¨®n especial a Jorge Sempr¨²n, o quiz¨¢ considere fuera de lugar asociar estas escaramuzas a su gran gesta personal. Sin embargo, no obstante lo opaco del discurso de gentes como Garc¨ªa Damborenea, cabe recordar que lo central que alguna vez aprendimos de Sempr¨²n fue una visi¨®n de conjunto acerca de esa concepci¨®n del mundo que comienza apedreando gorriones y que no descansa hasta exterminar a las ¨¢guilas. Es triste ver c¨®mo su ministerio parece impedirle ver con perspectiva ciertas cosas que ayer eran tan claras.
De todos modos, muchos de los que admiramos al Sempr¨²n escritor, dif¨ªcilmente olvidaremos el trago amargo de aquel domingo en que le¨ªmos que nuestro querido camarada S¨¢nchez, una vez m¨¢s desde el poder, las emprendi¨® a palos contra la tiran¨ªa, con una valent¨ªa similar a la que necesitar¨ªa un ministro de cultura checoslovaco, en 1950, para atacar las felon¨ªas del imperialismo norteamericano.-
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