Los vivos
De pronto a Europa le cogi¨® miedo de s¨ª misma y casi todos salimos cuerpo o en alma a manifestarnos contra el antisemitismo y el racismo. Incluso el presidente de una p¨²blica se hizo hombre y habit¨® emtre nosotros y llegamos a creer que ¨¦ramos efectivamente civilizados hasta mejores que nuestros padre peores que nuestros hijos. Cuatro locos necr¨®filos se marcaron la b¨¢rbara machada de rematar a los muertos con los estandartes del terror universal, y el reflejo de la memoria convirti¨® a los pandilleros legiones y a los locos de atar en locos desatados y organizados. En los armarios mentales de este continente de burgueses ilustrados que musitan orden financiero entre sonata para viol¨ªn y pantuflas, siempre hay el pijama a rayas de alg¨²n jud¨ªo terminado. Nunca fuimos nazis, eso nos redime. Pero la humanidad mucho m¨¢s sabia que los humanos aprende a asumir la barbarie unos cuantos como si formara parte de nuestra propia sombra.Porque las grandes manifestaciones de desagravio nunca nos separar¨¢n de nuestro propio env¨¦s de humilladores. Antes de indignarnos por esos muertos profanados, ?cu¨¢ntos inmigrantes ¨¢rabes miramos con desprecio? ?Cu¨¢ntas viviendas gitanas vimos arder en Espa?a sin levantar la conciencia de silla? ?Cu¨¢ntos chistes de negros et¨ªopes hemos contado en la brumosa autosatisfacci¨®n de la opulencia europea? ?Cu¨¢nta sobreexplotaci¨®n inhumana y euroc¨¦ntrica garantiza nuestros fresones con nata o la limpieza de nuestras alcantarillas? repulsa al antisemitismo redivivo estos d¨ªas es la respuesta esperada digna ante el terror del hombre contra el hombre. Pero hay un exterminio mental que permanece. En esta s¨²bita solidaridad con los iguales disimula la latente hegemon¨ªa de piel europea y la cultura blanca. Sospechosa defensa de los muertos ante tanta marginaci¨®n consciente de los vivos.
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