Y el domingo por la tarde
El poeta franc¨¦s Jacques Pr¨¦vert describ¨ªa cruelmente el destino del trabajador alienado evocando la inquietud del domingo por la tarde, dado que se aproximaba el lunes, y el martes, y el mi¨¦rcoles, y... el domingo por la tarde.Ciertamente, desde la fecha en que estos versos se escriben algo ha cambiado: el tiempo de vacuidad se ha duplicado, y con ello, asimismo, esa espera temerosa del correlativo tiempo del trabajo embrutecedor. Ampliaci¨®n del tiempo de ocio que no es directamente dependiente de la coyuntura pol¨ªtico-econ¨®miea, como lo muestra el hecho de que el week end (y la desoladora sombra que proyecta sobre las ciudades) tiene tanto arraigo en Brasil como en Suecia.
Mas, vinculada a s¨¢bado o a domingo, una constante perdura: el f¨²tbol, el f¨²tbol que aparece no s¨®lo como referencia ordenadora de las jornadas de ocio, sino asimismo como pivote de las conversaciones el resto de la semana, y en tal medida principal, veh¨ªculo de una canalizaci¨®n del lenguaje cotidiano hacia objetivos contingentes y de distracci¨®n.
Hace unos a?os estaba claro, al menos para todos aquellos que esgrim¨ªan una actitud de resistencia, el papel que tal deporte desempe?aba. S¨®lo los mayores alcahuetes del sistema negaban que el f¨²tbol constitu¨ªa sobredosis de opio para aquellos cuya vida se hallaba marcada por la quiebra de sus capacidades creativas e inventivas y por la mutilaci¨®n de sus aspiraciones afectivas.
Mas hubo tambi¨¦n en esto su aggiornamento y una fracci¨®n de la clase intelectual dej¨® de ver con pavor la genuflexi¨®n de toda actitud racional a la que se asiste en los estadios, y hasta llegaron a vislumbrar all¨ª un rescoldo de reivindicaci¨®n popular. Se confund¨ªa as¨ª pueblo con masa (seg¨²n la distinci¨®n de un pensador contempor¨¢neo) y se insultaba al primero sustentando la falacia de que s¨®lo bajo la forma degradada de identificaci¨®n en un ritual artificioso puede manifestarse el repudio de una vida que se arrastra de lunes a domingo por la tarde. Eran los tiempos en que, por ejemplo, el Bar?a era m¨¢s que un club...
Necesario es un incidente trivial como la reciente incontinencia verbal de un futbolista representativo para que se revele como en espejo ver¨ªdico la carga de resentimiento, alergia a la alteridad y aut¨¦ntica xenofobia canalizada hacia los estadios a partir de un orden social que inevitablemente la genera; orden social que, sin embargo, hoy parece ut¨®pico (y hasta signo de desubicaci¨®n) denunciar como intr¨ªnsecamente portador de indigencia espiritual y material. El pobre futbolista que se excedi¨® en su lenguaje tiene al menos el m¨¦rito de dominar en el c¨¦sped lo que indiscutiblemente constituye una t¨¦cnica. Hay otros que sin tales exabruptos, pero tampoco sin la t¨¦cnica del anterior, se alimentan cotidianamente de lo que engendra en el coraz¨®n de los individuos la sociedad que hace del trabajo embrutecimiento, y del descanso, fr¨ªvolo ocio.
Es ya imposible escindir el esfuerzo t¨¦cnico del futbolista de todo lo que su patada vehicula de atentado a la raz¨®n. El Bar?a es, ciertamente, m¨¢s que un club (como lo es el Madrid y lo es el Betis): se trata de s¨ªmbolo de canalizaci¨®n e instrumentalizaci¨®n de las energ¨ªas de un pueblo (aquel que se reconocer¨ªa paradigm¨¢ticamente en la recreaci¨®n y restauraci¨®n de la lengua catalana) hacia lo est¨¦ril de una afirmaci¨®n sustentada en ceguera y desprecio. Todos y cada uno de los presentes en el estadio sienten que el hincha proyecta imaginanamente una realidad a la que no se enfrenta; en tal sentido, literalmente delira. Mas sabido es que lo real as¨ª puesto entre par¨¦ntesis retorna... y ello en el seno del delirio mismo. Entonces la frustraci¨®n por un problema de entrada contingente (ganar o no en un juego formal y gratuito) tiene la carga de la mutilaci¨®n real, y a la par que la rivalidad artificiosa se convierte en aut¨¦ntico odio el falso ciudadano se revela verdadera fiera.
Los responsables del orden lo saben bien, puesto que erigen verjas para que el campo de f¨²tbol sea efectivamente lo que est¨¢ llamado a ser: campo de concentraci¨®n.. ., de concentraci¨®n y de canalizaci¨®n. No es en modo alguno azar que dos personas lleguen a ser salvajemente asesinadas por llevar los colores de un club. Morir por el Real Madrid es quiz¨¢ buen modo de empezar a morir por esas abstracciones que el irracionafismo y el irredentismo de todo cu?o ofrecen como pasto a los sujetos a los que se priva de juicio y de vida.
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