Espartaco torea a un armario
Fern¨¢ndez / Parada, Espartaco, Litri Toros de Atanasio Fern¨¢ndez, justos de presentaci¨®n y mansos. Jos¨¦ Luis Parada: estocada ca¨ªda (silencio); bajonazo (silencio). Espartaco: pinchazo y estocada ca¨ªda (palmas); estocada ca¨ªda (oreja). Litri: tres pinchazos y estocada (ovaci¨®n); media desprendida (palmas). Plaza de ¨ªlerez de la Frontera, 18 de mayo. Segunda corrida de feria. Tres cuartos de plaza.GONZALO ARGOTE
Los taurinos, para exaltar el sitio de un torero, suelen decir que fulano es capaz de torear a un arniario. El quinto toro era un manso -como sus hermanos-, pero con una caracter¨ªstica, que era su estatismo, su Inmovilidad. Algunos de sus hermanos se mov¨ªan, aunque generalmente lo hac¨ªan para huir a las tablas, y que all¨ª les dejaran en paz. El quinto no ten¨ªa ganas ni de irse a las tablas.
Sin embargo, Espartaco, haci¨¦ndolo ¨¦l todo, en unas primeras series con la derecha un tanto des pegadas, lo fue desenga?ando, haciendole creer que alguna vez iba a alcanzar la muleta, circunstancia que no se produjo en ning¨²n momento. Las dos series postreras, va mas cruzado el torero, lo llevaba prendido en los vuelos, con t¨¦cnica dificilmente explicable, si no fuera porque en ella tuviera adherido un im¨¢n. Al armario - pues tal era al principlo de la faena- parec¨ªa que le hab¨ªan puesto rucdas. ?Se acordar¨ªa del conde de la Corte?
En su prirnero, Espartaco no aprovech¨® los escasos m¨²letazos que ten¨ªa. Antes de que se rajara lo tore¨® con la mano derecha fuera de cacho y poco rela lado.
Embarullado
Jos¨¦ Luis Parada atraviesa un bache de confianza importante. En el cuarto se embarull¨® dos veces, inexplicablemente, con el capote, y a punto estuvo de costarle un disgusto. A su primero, un inv¨¢lido, lo tore¨® citando unas veces con la muleta en posici¨®n oblicua, y las m¨¢s, sin la menor quietud, aprovechando el viaje. Al cuarto, con menor dosis de mansedumbre, no le sac¨® los Muletazos que, llev¨¢ndolo muy toreado, hubiera soportado el astado, que pese a ser el de menos peso era el de m¨¢s trap¨ªo del encierro.
Litri tambi¨¦n atraviesa un bache de t¨¦cnica, y me temo que tambi¨¦n de su principal virtud: el valor. De la primera, m¨¢s que un bache debe ser un socav¨®n, pues rar¨ªsima vez domina a las reses.
En su primero, un toro reserv¨®n, tras cuatro estatuarlos de escaso ajuste, lo tore¨® sobre la mano derecha con numerosos enganchones de la muleta. Al margen de su proverbial heterodoxia, en ning¨²n momento el mando -piedra angular del toreo- estuvo presente.
El sexto era un toro inc¨®modo, que hab¨ªa tirado en banderillas un feo derrote a Leopoldo L¨®pez, rompi¨¦ndole la taleguilla. El Litri no acert¨® a dome?arlo, y le dio numerosos muletazos sin la menor limpieza.
El encierro de Atanasio, tan codiciado por las Figuras, hizo todo lo que tienen que hacer los toros mansos. Si algunos no lo hicieron todo, fue porque su escasez de fuerzas se lo impidi¨®.
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