El otro escal¨®n de la hero¨ªna
Grupos de origen turco e iran¨ª controlan la distribuci¨®n de estupefacientes a gran escala
, En el Pozo del T¨ªo Raimundo, los heroin¨®manos han construido un camino entre los escombros que sobraron de la construcci¨®n de los ¨²ltimos pisos. En el Pozo viven el padre Llanos y Enrique de Castro, el sacerdote que encabez¨® el movimiento de la Coordinadora de Barrios contra la Droga. A escasos metros de la residencia de Enrique de Castro, El Tarz¨¢n vende hero¨ªna en una vivienda social. Pero no es el ¨²nico: El Cojo, buen jugador y excelente ladr¨®n de grandes almacenes, se ha pasado al tr¨¢fico, y El Nene tambi¨¦n vende papelinas. Ellos son uno de los tres escalones del narcotr¨¢fico.
Tras 38 a?os de chabolismo, El Pozo se ha convertido en un vistoso y cuidado conjunto residencial en cuya construcci¨®n participaron los vecinos. Ellos eligieron hasta el color de los azulejos. En el barrio, en el que viven 10.000 personas, se localizan al menos ocho puntos de venta de droga.En Entrev¨ªas naci¨® la Coordinadora de Madres contra la Droga. Algunas han visto c¨®mo sus hijos ca¨ªan con la jeringuilla puesta y otras soportan que sus hijas trabajen como prostitutas para pagarse el vicio. Una de las madres asegura que a veces sigue a su hijo por la calle: "S¨¦ d¨®nde lo compra, pero ?qu¨¦ puedo hacer yo! Mi marido, de verg¨¹enza, casi no sale de casa".
Junto a esta popular barriada se ubican dos n¨²cleos chabolistas, Manuel Gim¨¦nez y La Celsa, desde donde sale buena parte del caballo que se consume en la zona. Situaciones como ¨¦sta se reproducen en los 48 n¨²cleos chabolistas que rodean la ciudad. En Madrid son p¨²blicos los santuarios de La Celsa, Ca?o Roto, el Rancho del Cordob¨¦s, la colonia de San Ferm¨ªn, la Cruz del Cura, las chabolas del poblado de Los Focos y Los M¨®dulos (las casas prefabricadas de la avenida de Guadalajara). Desde los tejados de hojalata se controla el mercado de caballo.
Dentro de una te¨®rica radiograf¨ªa del mercado de la hero¨ªna de Madrid, el tercer escal¨®n (el m¨¢s bajo) parece estar ocupado por "grupos gitanos y antiguos atracadores que se han dado cuenta de que vender droga es m¨¢s f¨¢cil y rentable que entrar en un banco con una escopeta recortada", seg¨²n relata un polic¨ªa. Estos vendedores compran a sus suministradores alijos de 100 o 200 gramos, que posteriormente distribuyen a otros minoristas en porciones de 10 o 15 gramos.
Coches caros
Las bandas de narcotraficantes han encontrado en estos grupos los vendedores perfectos. Su estrategia consiste en introducir a un vendedor en un poblado grande. A los pocos meses, su nivel de vida sube como la espuma: coches caros -el mejor s¨ªmbolo- y mucha guita (dinero). Los que se pasan el d¨ªa recogiendo chatarra o vendiendo fruta para sacar lo justo para vivir acaban envidiando esa clase de vida.
Esta nueva actividad ha provocado enfrentamientos violentos entre los propios gitanos. La cultura del patriarca comienza a desaparecer al romperse la ley que confer¨ªa toda la autoridad a los mayores. La mayor¨ªa de los gitanos se opone a que gente de su raza se dedique a este sucionegocio. La vigilancia montada en algunos barrios para impedir la venta no ha conseguido que los que han optado por deso¨ªr los consejos de sus patriarcas se metan de lleno en el tr¨¢fico. Es raro, sin embargo, que ellos se droguen, aunque muchos han pagado el precio de ver a sus hijos convertidos en yonquis.
Este modelo de traficante trabaja mucho al fiado. No pagan la mercanc¨ªa hasta que el grupo que trabaja para ¨¦l ha conseguido venderla. El dinero de las ganancias la mayor parte de las veces ni siquiera lo ingresan en cuentas corrientes. Sencillamente, lo guardan debajo del ladrillo y se quedan en la chabola, con el colch¨®n en el suelo, la electricidad enganchada a un poste de la luz y con la familia aprovision¨¢ndose de agua en una fuente p¨²blica.
Los que se atreven a salir de la chabola y se lo montan en pisos compran ilegalmente viviendas sociales. Sin contratos de ning¨²n tipo, puesto que est¨¢ prohibida su venta: basta la palabra del vendedor. El precio medio al que se intercambian estos pisos oscila entre los dos y tres millones de pesetas.
Los otros clanes
Pero los que trabajan al fiado se lo compran a otros. El segundo escal¨®n de la distribuci¨®n de hero¨ªna en Espa?a se encuentra en manos, en su mayor parte, de grupos iran¨ªes, senegaleses y clanes quinquis. Estos ¨²ltimos, descendientes de los antiguos quincalleros de vida n¨®mada, se han hecho con el negocio, sobre todo en el Pa¨ªs Vasco y en Catalu?a.
"Hay quinquis", explica un agente antidrogas, "que tratan directamente con los n¨²meros uno. Van a Holanda o a Estambul y negocian sin intermediarios". Los quinquis manejan una media de dos o tres kilos en cada operaci¨®n, una cantidad apreciable en millones de pesetas.
El primer escal¨®n en las redes de distribuci¨®n de hero¨ªna en Madrid se encuentra en estos momentos dominado por clanes integrados por turcos, iran¨ªes y afganos. Sin embargo, desde hace un par de a?os, el poder de los turcos aumenta. Los traficantes expulsados de Holanda, donde hab¨ªan establecido su base de operaciones para Europa, se han instalado en Espa?a.
Los turcos introducen los mayores alijos de hero¨ªna. El transporte de caballo se ejecuta por la ruta de los Balcanes o en camiones para transporte internacional por carretera (TIR) a trav¨¦s de Holanda. Esta organizaci¨®n, seg¨²n fuentes policiales, consigue cada kilo de mercanc¨ªa a un precio final estimado en dos millones de pesetas, pagaderos en Estambul. El mismo alijo se vende despu¨¦s en Espa?a a los distribuidores al por mayor a unos ocho o 10 millones de pesetas.
Pese al poder de los turcos, los iran¨ªes, seg¨²n un experto en la materia, son posiblemente quienes tienen mejor infraestructura, debido a que son los que llevan m¨¢s tiempo establecidos en Espa?a. Los persas controlan pr¨¢cticamente todos los pasos de la hero¨ªna: desde que sale del centro de producci¨®n hasta que llega a los minoristas, que adquieren 200 o 300 gramos para su posterior venta a los revendedores callejeros u hormigas, como se les denomina en la jerga.
El negocio de la droga supone importantes beneficios para los capos de las diferentes organizaciones que operan en Espa?a. En medios policiales existe la sospecha de que el clan de los turcos, por ejemplo, realiza importantes inversiones en el tri¨¢ngulo Madrid-Barcelona-Costa del Sol como forma de lavar el dinero procedente del narcotr¨¢fico.
La hero¨ªna mueve anualmente en nuestro pa¨ªs miles y miles de millones de pesetas, que son destinados a financiar a organizaciones guerrilleras o simplemente sirven para lucrar a las redes mafiosas. Los jefes de esta industria se toman su profesi¨®n con aut¨¦ntica mentalidad mercantil, y son raros los ajustes de cuentas. "El negocio est¨¢ por encima de todo. Hay muchas formas de arreglar las cosas", suelen decir. Pese a ello, un iran¨ª fue ejecutado en 1988 en la calle del Capit¨¢n Haya, en Madrid, porque deb¨ªa 10 millones a un compatriota.
Las redes iranies, que inicialmente estuvieron formadas por pr¨®fugos del r¨¦gimen del ayatol¨¢ Jomeini, pierden poder por momentos frente a la fuerte competencia de los turcos. "Tanto es as¨ª", comenta un polic¨ªa, "que ahora hay iran¨ªes que trabajan para los turcos".
Uno de los feudos de los clanes persas se encuentra en la localidad madrile?a de M¨®stoles. Ning¨²n polic¨ªa se atreve a precisar las razones concretas de este fen¨®meno. Quiz¨¢ sea por algo tan sencillo como que estos extranjeros cuentan en esta ciudad dormitorio con una colonia bastante numerosa. En M¨®stoles, un guarda jurado descubri¨® hace unos a?os uno de los mayores alijos de caballo: al ir a clavar una estaca, en un coto de caza, desenterr¨® accidentalmente m¨¢s de 10 kilos de hero¨ªna.
10 inspectores
Frente a las poderosas y complejas tramas internacionales que manejan las bridas del caballo, la comunidad aut¨®noma de Madrid cuenta con 10 inspectores de la Brigada Judicial espec¨ªficamente dedicados a la represi¨®n del tr¨¢fico de hero¨ªna. Son m¨¢s numerosos, sin embargo, los agentes encargados de la lucha contra los distribuidores de coca¨ªna, uno de los estupefacientes de moda entre la gente guapa y los yuppies.
Para combatir el narcotr¨¢fico, la polic¨ªa se enfrenta adem¨¢s a un problema a?adido: el idioma. Los agentes tienen que disponer del servicio oficial de int¨¦rpretes para conocer el contenido de las conversaciones telef¨®nicas que son intervenidas. Se han dado casos en que los traficantes se comunican por tel¨¦fono el lugar y la clave para la entrega de la mercanc¨ªa, y cuando el int¨¦rprete hace la traducci¨®n esta operaci¨®n ya se ha hecho y los hombres de la brigada no pueden llegar a tiempo para abortarla.
El otro escal¨®n de la hero¨ªna
Al margen de los clanes funcionan grupos que, pese a contar con menos Infraestructura, mueven al a?o muchos kilos de hero¨ªna, seg¨²n fuentes policiales. Destacan los organizadores de caravanas a Tailandia, generalmente ex atracadores, que controlan a 15 o 20 correos (porteadores). Tambi¨¦n siguen existiendo grupos de amigos, unidos por su tendencia a la filosof¨ªa oriental, que peri¨®dicamente montan excursiones a la India en busca de droga. Otras redes est¨¢n constituidas por culeros de Senegal o Ghana, cada uno de los cuales puede transportar en el recto hasta una bola de 200 gramos.La cadena del narcotr¨¢fico se cierra cuando los papelineros (vendedores de papelinas o dosis) ponen en circulaci¨®n la hero¨ªna, tras someterla a los consiguientes cortes o adulteraciones. Los yonquis (drogadictos) compran cada papelina a raz¨®n de 1.000 pesetas, y en la mayor¨ªa de los casos lo que se meten por las venas tiene m¨¢s porcentaje de adulterante que de estupefaciente.
M¨¢s de 50 muertos
La hero¨ªna ha matado a 50 personas en Madrid en lo que va de a?o. Y as¨ª, mientras unos encuentran la muerte en la punta de una aguja hipod¨¦rmica, otros llevan una vida de lujo a su costa. "Estamos hartos", explica un polic¨ªa, "de ver a traficantes turcos o iran¨ªes darse la gran vida y frecuentar los locales nocturnos m¨¢s elegantes de Madrid".
"El consumo de hero¨ªna no ha descendido. A lo sumo se ha estabilizado la cifra de adictos", afirman tajantemente varios expertos policiales. Este relativo frenazo parece deberse en parte a la aparici¨®n del sida, enfermedad cuya transmisi¨®n es muy f¨¢cil a trav¨¦s de la jeringuilla.
El miedo al sida ha provocado que algunos consumidores cambien de estrategia. En lugar de inyect¨¢rsela en vena, los drogadictos fabrican un chino: calientan la hero¨ªna en un papel de esta?o y aspiran los vapores. Con los chinos evitan el contagio de la aguja. Este nuevo m¨¦todo supone que cada toxic¨®mano precisa una cantidad mucho mayor para lograr los mismos efectos. Y, paralelamente, necesita comprar mucha m¨¢s mercanc¨ªa y gastar m¨¢s dinero. Por eso la polic¨ªa cree que la mayor¨ªa de los yonquis seguir¨¢n utilizando la jeringuilla.
Un polic¨ªa que mantiene estrechas relaciones con otros colegas de todo el mundo asegura que el n¨²mero de enganchados va en aumento, y culpa de esta situaci¨®n a la despenalizaci¨®n del consumo y a "la tolerancia" que se tiene con los extranjeros que residen aqu¨ª en situaci¨®n ilegal. "Est¨¢n en nuestro pa¨ªs como en el para¨ªso; eso favorece el asentamiento de las mafias de la droga, y paralelamente el aumento de drogadictos".
El ¨²ltimo gran golpe asestado en Madrid a los narcotraficantes se produjo la semana pasada, cuando fue desarticulado un grupo de orientales presuntamente relacionado con la denominada China connection, con base de operaciones en Hong Kong. Inspectores del Servicio Central de Estupefacientes decomisaron en poder de dichos extranjeros 55 kilos de hero¨ªna blanca, pr¨¢cticamente pura, fabricada en el tri¨¢ngulo de oro. Los detenidos pensaban ocultar la mercanc¨ªa en un hotel del extrarradio, donde hab¨ªan alquilado una habitaci¨®n.
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