?Y el muro del Sur?
El mundo industrializado no parece dispuesto a derribar al muro que lo separa del denominado Tercer Mundo, el mundo de la pobreza extrema. El autor se?ala al respecto la necesidad de una reflexi¨®n por parte de Espa?a sobre el papel que puede desempe?ar en una revisi¨®n del orden econ¨®mico mundial.
El ¨²ltimo muro entre la opresi¨®n y la libertad fue erigido por el comunismo. Pero el viejo muro entre la opulencia y la miseria en el mundo fue construido por el capitalismo. Y si las democracias son consecuentes con los valores que proclaman tambi¨¦n debe desaparecer.Es cierto que fueron los pueblos del Este los que derribaron sus muros. Pero esa tarea hubiera sido imposible sin las pol¨ªticas de apertura de Gorbachov.
En cambio, ese liderazgo reformista y visionario, as¨ª se inspire en el propio inter¨¦s, no existe en el Oeste. No ha habido con el Sur, en los temas claves de la deuda o el comercio, igual visi¨®n pol¨ªtica o sentido de la historia.
Aun los m¨¢s avanzados estadistas del Norte saben que el problema de la justicia econ¨®mica internacional no ha sido tratado jam¨¢s con sinceridad ni autenticidad y que la ayuda al Sur seguir¨¢ siendo s¨®lo un espejismo mientras el Norte le dedique el 0,30% de su producto bruto cuando, desde hace 10 a?os, el Sur transfiere al Norte el 5% del suyo.
Pese a que la brecha entre ambos mundos es hoy m¨¢s grande que nunca, no existe a¨²n en el Norte la voluntad pol¨ªtica para marchar hacia una reestructuraci¨®n de la econom¨ªa mundial que, al igual que al Este, ofrezca al Sur iguales oportunidades para incorporarse a la din¨¢mica del crecimiento y para participar equitativamente en los beneficios del intercambio.
Un fracaso relativo
Tal vez por ello, a los ojos del Sur el fracaso del desarrollo socialista es relativo. Como en el cuento de la diferencia entre pesimistas y optimistas, donde el Norte ve una botella medio vac¨ªa, el Sur ve una a medio llenar.
Tras 40 a?os de desarrollo acelerado y continuo, las obsoletas estructuras econ¨®micas socialistas no ofrecen ya a los pa¨ªses del Este la necesaria din¨¢mica de competencia y progreso, pero les han dejado niveles de vida y desarrollo que superan ampliamente a los del Sur y que doblan su ingreso per c¨¢pita.
Hoy, ante el reclamo de la libertad y el bienestar, el muro se derrumba en Berl¨ªn, pero se prolonga hacia abajo para confundirse con el que separa a los pueblos del Norte y del Sur. Porque ahora ya no hay tres mundos sino dos.
Los estadistas que han logrado desarticular en el Norte el muro de la divisi¨®n, el recelo y el riesgo, debieran, en este amanecer del nuevo siglo, estar haciendo lo propio con el muro del subdesarrollo y la pobreza, para encaminar al fin a la humanidad hacia una era de paz, de prosperidad compartida, de desarme integral.
En cambio, el muro del Sur est¨¢ siendo reforzado y artillado para defender el fort¨ªn de la riqueza y el progreso de las oleadas de quienes buscan escapar de la miseria y de la desesperanza del Sur. Bajo la invasi¨®n de los pobres del mundo, los pa¨ªses desarrollados est¨¢n levantando en sus per¨ªmetros nacionales o regionales una muralla de controles y restricciones cuando no recurriendo a detenciones y deportaciones.Porque la presi¨®n demogr¨¢fica del Sur comienza a desestabilizar al Norte y sus estructuras sociales y culturales y a provocar las crisis pol¨ªticas, el surgimiento de los extremismos, el giro de las mayor¨ªas electorales y el renacimiento del racismo, la xenofobia, la intolerancia y la discriminaci¨®n.
Mientras en Sur¨¢frica el apartheid vive sus ¨²ltimas horas, el Occidente se est¨¢ exponiendo al riesgo de instaurar una sociedad segregacionista de clase y raza que se defiende, con la fuerza, de la invasi¨®n de masas empobrecidas a las que no supo ofrecer oportunidad ni esperanza.
C¨®mo combatir el s¨ªntoma
Pero los estadistas que adoptan esas medidas represivas saben bien que son de emergencia, que tiene que haber una f¨®rmula m¨¢s sensata que llenar de ametralladoras las fronteras. Entre otras cosas, porque el n¨²mero de los que arremeten puede ser superior al de los proyectiles disponibles, material o pol¨ªticamente hablando. Y porque al final se est¨¢ combatiendo s¨®lo el s¨ªntoma en el Norte, y no la enfermedad en el Sur.Nada de eso debiera sorprendernos, porque lo hemos visto venir. Sin ir m¨¢s lejos, hace cinco a?os un libro de William Clark, ex vicepresidente del Banco Mundial, pronostic¨® noveladamente este proceso. El libro -titulado Cataclismo- empieza cuando en la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial los exasperados pa¨ªses del Sur anuncian que si no se adopta una soluci¨®n realista y efectiva al problema de la deuda externa dejar¨¢n de pagarla ese mismo d¨ªa.
El Tercer Mundo es expulsado del Fondo y del Banco y as¨ª se inicia un proceso de acciones y reacciones que finalmente divide el mundo en dos campos hostiles: el Norte que se enriquece m¨¢s y m¨¢s y el Sur que se empobrece a igual ritmo. Pero en su desesperaci¨®n, los miles de millones de pobres empiezan a invadir por cualquier medio a los pa¨ªses ricos, y al final la presi¨®n incontenible de esa marea humana obliga a llegar a un acuerdo sobre la deuda y a reestructurar equitativamente la econom¨ªa mundial.
El libro fue particularmente impactante porque ese mismo a?o el Servicio de Inmigraci¨®n y Nacionalizaci¨®n de Estados Unidos inform¨® que hab¨ªa localizado y detenido a 1.800.000 inmigrantes ilegales, pero advirtiendo, al mismo tiempo, que por cada inmigrante ilegal descubierto consegu¨ªan ingresar tres. Es decir, reconoc¨ªa que s¨®lo en 1985 m¨¢s de cinco millones de pobres hab¨ªan invadido Estados Unidos. Sin contar los otros centros de la prosperidad y la riqueza en el mundo.
Vamos a cumplir pronto los 500 a?os del aluvi¨®n de oro y plata indianos que inund¨® Occidente, entroniz¨® el capitalismo y sus derivados hist¨®ricos e inici¨® en buena cuenta la construcci¨®n del muro entre el Norte y el Sur.
Solidaridad previsora
Pero hace tambi¨¦n 500 a?os que Espa?a derrib¨® el muro de la ignorancia y permiti¨® el encuentro de dos mundos. Y como tal tiene una misi¨®n, quiz¨¢ a¨²n m¨¢s civilizadora y ecum¨¦nica: predicar el evangelio de la solidaridad previsora, la racionalidad econ¨®mica y la sagacidad pol¨ªtica.
L¨ªmite meridional de la Comunidad, que ya vivi¨® la desaparici¨®n de su muro del Este, Espa?a podr¨ªa reivindicar una vez m¨¢s su sentido de empresa y su visi¨®n de la historia y proclamar la inviabilidad de los fortines armados de la opulencia y la necesidad de cambiar las reglas del juego econ¨®mico internacional, para sacar al Sur de su marginaci¨®n y permitirle compartir con equidad el fruto de su contribuci¨®n al crecimiento y la prosperidad mundiales.
En la Espa?a generosa en haza?as hist¨®ricas, en la Espa?a contempor¨¢nea, que con sabidur¨ªa y equilibrio traz¨® su camino al futuro en paz y democracia, pudiera germinar el movimiento de rectificaci¨®n hist¨®rica que inicie la demolici¨®n del muro del Sur y abra a sus pueblos las puertas de la dignidad y la justicia, de la misma manera que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn encamin¨® a los pueblos del Este hacia la libertad y el progreso.
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