Despu¨¦s del funeral
Las v¨ªctimas del terrorismo se sienten desamparadas e intentan rehacer sus vidas
El mundo se les rompi¨® un d¨ªa de la mano de un atentado terrorista. Desde entonces valoran de otra forma las grandes palabras como odio, justicia, perd¨®n. Tras la foto del funeral volvieron a un anonimato lleno de problemas, en ocasiones incluso econ¨®micos. Los focos dejaron paso a una sombra hecha de dolor y vac¨ªo.
"Cuando estoy solo, en silencio, me viene el pitido al o¨ªdo izquierdo. Con el ruido, llega el recuerdo de una explosi¨®n que me dej¨® el brazo derecho casi in¨²til, con 16 trozos de metralla que a¨²n me pinchan. Entonces se me hace un nudo en el est¨®mago que me da m¨¢s ganas de pelear por la vida". Juan Antonio Corredor ten¨ªa 22 a?os y muchas ganas de hacer carrera en la Guardia Civil. El 9 de septiembre de 1985, una bomba de ETA en la madrile?a plaza de la Rep¨²blica Argentina acab¨® con aquellas ilusiones.Algunas veces, Ana Vidal-Abarca pensaba en el riesgo de llevar uniforme en el Pa¨ªs Vasco. "?Por qu¨¦ ¨ªbamos a tener que marcharnos, si era nuestra tierra?". Su marido, el comandante Jes¨²s Mar¨ªa Velasco, era el jefe de los Mi?ones de Alava. Fue asesinado por ETA el 9 de enero de 1980 en presencia de dos de sus cuatro hijas, de 12 y 16 a?os.
Diez a?os despu¨¦s, instaladas en Madrid, "seguimos sin hablar del atentado en casa. Nunca lo hemos hecho. No podernos". Ana Vidal-Abarca se convirti¨® en una de las promotoras de la Asociaci¨®n V¨ªctimas del Terrorismo, que comenz¨® a funcionar en 1981. "Ayudar a los dem¨¢s me ayud¨® a superar mi propia situaci¨®n. Las v¨ªctimas quedamos muy desamparadas. El apoyo que ofrecen las autoridades el d¨ªa del funeral suele quedarse en nada", explica.
Tres meses en silencio
Al contrario que ella, B¨¢rbara D¨¹hrkop, viuda del senador socialista Enrique Casas, nunca imagin¨® que el terrorismo pudiera golpearla en su propia casa donostiarra. El 23 de febrero de 1984 regres¨® de llevar a los ni?os al colegio y encontr¨® a su marido en un charco de sangre. "Me qued¨¦ de piedra, como una estatua. No pod¨ªa reaccionar. El hijo mayor de Enrique, de 24 a?os, lo vio todo. Daba patadas a las paredes antes de sumirse en un silencio que dur¨® tres meses".Al d¨ªa siguiente, B¨¢rbara dijo a sus hijos, de tres y cuatro a?os, que pap¨¢ no volver¨ªa con ellos. "Lo m¨¢s dif¨ªcil", recuerda, "fue explicarles el porqu¨¦. Es una pregunta sin respuesta, pero intent¨¦ hacerles comprender que las personas suelen ser buenas".
D¨¹hrkop, eurodiputada del PSOE, salt¨® luego a la arena pol¨ªtica, entre otras cosas "porque lo peor que se puede hacer es quedarse en casa, esperando a alguien que no va a volver y de quien ni siquiera pudiste despedirte".
En estos seis a?os a veces han llorado todos juntos, "como una catarsis". El benjam¨ªn, Andreas, un beb¨¦ de ocho meses entonces, se queda parado en clase cuando hay que rellenar la felicitaci¨®n del d¨ªa del padre. Esta mujer de 44 a?os piensa que su dolor no es muy distinto del que haya sentido la viuda del diputado de HB Josu Muguruza, que luego dio a luz "a una hija que no conocer¨¢ a su padre".
Felipe Delgado, de un a?o, se distrae con los juguetes de un hermano al que tampoco conocer¨¢. Luis ten¨ªa dos a?os en noviembre de 1988, cuando el coche bomba contra la Direcci¨®n General de la Guardia Civil le arranc¨® la vida. El nuevo hijo "nos ha devuelto un poco la Ilusi¨®n, porque uno no puede dejarse aplastar por el recuerdo", afirma su padre, el doctor Luis Delgado.
Viudas, hu¨¦rfanos, familias destrozadas. Desde 1968, 810 personas han perdido la vida en atentados terroristas en Espa?a. Hay heridos que a¨²n arrastran las secuelas, como Francisco Mara?¨®n. Vive sobre una silla de ruedas desde que atentaron contra el coche del general Escrigas, el 29 de junio de 1982. Al conductor todav¨ªa hoy le asustan los ruidos.
No es f¨¢cil rehacer la vida. "Yo pas¨¦ dos a?os de aut¨¦ntico horror, siempre pensando en la muerte de mi padre", afirma Ram¨®n Abalos, hijo del coronel asesinado el 25 de mayo de 1979. "El tiempo mitiga, pero el trauma no se te quita nunca", asegura.
A Mar¨ªa Mart¨ªn Pe?a, viuda del guardia civil Frutos Sualdea, no s¨®lo le qued¨® el dolor. Despu¨¦s de aquel fat¨ªdico 3 de mayo de 1976 llegaron tambi¨¦n los problemas econ¨®micos. "Me he dejado la vida en la m¨¢quina de coser para sacar adelante a mis tres hijas. El primer a?o tuve una pensi¨®n de 14.000 pesetas". Ahora cobra alrededor de 100.000 pesetas mensuales.
Dif¨ªcil de entender
Todos se siguen estremeciendo cuando saben de un nuevo atentado, todos aspiran "a que se haga justicia". Es lo ¨²nico que les puede calmar la herida.Reinserci¨®n de terroristas, extra?amientos y deportaciones a expensas de sus impuestos son cuestiones dificiles de entender con el coraz¨®n. Sin embargo, se manifiestan en contra de la pena de muerte.
"Yo no descansar¨¦ hasta que el asesino de m¨ª hija cumpla su condena. LLevamos 10 a?os destrozados", afirma la madre de Yolanda Gonz¨¢lez, Lidia Mart¨ªn. Vive pendiente de la extradici¨®n del culpable, el ultraderechista Emilio Hell¨ªn. Lidia intenta dominar sus sentimientos. "Ni perdono ni olvido, pero no quiero odiar".
"Hay que vencer el odio que se llega a sentir. Es un sentimiento muy destructivo", se?ala B¨¢rbara D¨¹hrkop. Perdonar es una cuesti¨®n ¨ªntima, dif¨ªcil o tal vez imposible de alcanzar.
Despu¨¦s del funeral, hay que seguir viviendo. "Un buen d¨ªa te despiertas y piensas que te has curado la pena. Entonces descubres que has aprendido a vivir con ella". La viuda del senador socialista a¨²n mantiene este cartel en casa.
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