Vivir el sida
Los infectados por el virus IH se enfrentan en todo el mundo a los mismos problemas
Barth vive en San Francisco (Estados Unidos). Isabel naci¨® en Argentina y vive habitualmente en el norte de Espa?a. Barth est¨¢ a punto de cumplir los 50 a?os, es mulato, homosexual y hace siete a?os que padece sida. Isabel tiene 44 a?os, es blanca, prostituta y hace ocho meses que se enter¨® de que est¨¢ infectada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). "Nadie informa a las prostitutas del riesgo que tienen", dice Isabel. "Sentirse v¨ªctima es tener una actitud pasiva", afirma Barth. Ambos han coincidido en Madrid en la IV Conferencia Internacional de Gente con VIH / Sida, que se clausura hoy, y representan dos maneras opuestas de vivir una enfermedad que afecta ya a 254.078 personas en todo el mundo.
"Perd¨ª 15 kilos, me convert¨ª en drogadicto y alcoh¨®lico para no enterarme de lo que pasaba, pero al a?o reaccion¨¦ y ahora me encuentro bien". Barth muestra un aspecto saludable y su voz se impregna de orgullo cuando dice: "Soy el presidente de los grupos Gente con Sida en San Francisco y miembro del ejecutivo nacional que re¨²ne a los colectivos organizados en las principales ciudades norteamericanas para luchar contra el s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida". Simult¨¢neamente muestra una tarjeta de identidad en la que aparece su nombre completo -Bartholornew T. Casimir-, direcci¨®n y tel¨¦fono. En esa ciudad, San Francisco, aparecieron hace 10 a?os los primeros casos de sida, y Barth uni¨® a su propia dolencia la depresi¨®n que sufri¨® por la muerte de su pareja despu¨¦s de ocho a?os de convivencia.Isabel, en cambio, no ha superado a¨²n el temor, el miedo a saberse infectada por el VIH; no quiere que los lectores conozcan su rostro ni su apellido. "Es imposible explicar lo que se siente, es tremendo. Porque la soledad m¨¢s la marginaci¨®n que siempre he tenido, m¨¢s esto..., es una peste; yo pienso que s¨ª es una peste. Porque ?qui¨¦n se atreve a dar la cara? Si tuviera un trabajo ir¨ªa a ver a otras prostitutas, dici¨¦ndoles: 'Por favor, cuidaros'. Pero esa posibilidad no la tengo. Aparte de que ya es bastante con mis problemas de conciencia", dice Isabel.
Su problema de conciencia son los clientes. Isabel habla de su profesi¨®n con la naturalidad que dan 20 a?os de oficio. "Cada seis meses me hac¨ªa la prueba, y cuando iba al ginec¨®logo, siempre me dec¨ªa: 'T¨² est¨¢s bien; eso del sida es un mal rollo'. Ahora trabajo porque los m¨¦dicos dicen que puedo hacerlo", afirma, pero reconoce que no avisa a sus clientes de que es seropositiva, aunque les exige que utilicen cond¨®n. "Si no, no trabajo. Yo me cuido mucho. Antes incluso de conocer el problema, los m¨¦dicos me dec¨ªan que no me preocupase, que no ten¨ªa ning¨²n riesgo, porque no soy toxic¨®mana, no hago sexo anal y elijo a mis clientes. Crees que a ti no te va a pasar. Pero, mira..., me ha tocado. El problema es c¨®mo llegar a otras prostitutas. Mi temor es que hay mujeres que hacen de todo, no se hacen los an¨¢lisis para saber si est¨¢n infectadas y no usan condones. Yo les aviso, pero me contestan que estoy loca, que ellas no son toxic¨®manas", dice Isabel.
Cuesti¨®n de palabras
"Paso 39 horas al d¨ªa intentando llegar a hombres africano-americanos gay para desmitificarles la enfermedad y que sepan que existe vida despu¨¦s del diagn¨®stico de sida", dice Van R. Nelson, de Seattle (EE UU), para explicar su actual trabajo. Van R. Nelson, de 44 a?os, antiguo educador y contable, tiene emprendida adem¨¢s una batalla particular contra los medios de comunicaci¨®n por los t¨¦rminos acu?ados para denominar a los que padecen el sida. "Persona infectada por el virus es una expresi¨®n m¨¢s aceptable que portadores del sida. Somos personas que tienen una infecci¨®n, no somos portadores. Cuando me diagnosticaron la enfermedad me llamaron v¨ªctima del sida, y esa expresi¨®n tiene un impacto doble. Hace cinco a?os me sent¨ªa como una v¨ªctima y me estaba muriendo. Ahora me siento como una persona y me encuentro muy bien. Esos matices son importantes; mi madre a¨²n no puede decir sida, pero persona infectada es m¨¢s f¨¢cil de decir".Isabel no le ha contado a sus dos hijos -"les va a dar lo mismo, ya tienen su familia formada"- ni a sus amigos cu¨¢l es su situaci¨®n. "Conocer a los grupos de autoapoyo fue para m¨ª como reconciliarme con el ser humano. Encontrar personas que te dicen que les llames y que te van a ayudar es important¨ªsimo. As¨ª que, est¨¦ donde est¨¦, agarro el tel¨¦fono y llamo. Siempre te proporcionan alivio".
Prostitutas rotantes
"?Qu¨¦ clase de hombres van a una prostituta? Pues toda clase de hombres, desde hombres con dinero hasta el m¨¢s desgraciado que est¨¢ todo el mes ahorrando 5.000 pesetas. Y el 80% de nuestros clientes son bisexuales, van con prostitutas y con travestidos. Yo uso siempre preservativo", insiste Isabel, "pero la que tiene tres hijos o un novio que le pide el dinero no puede elegir los clientes".Isabel se desplaza con frecuencia de un punto a otro de Espa?a. "Somos rotantes. Todas cambiamos de casa con frecuencia. Cuando te cansas de los hombres de un sitio -en la ciudad te piden que trabajes con aparatos (penes artificiales)- me voy a un pueblo peque?o, porque no me gusta el sexo duro. En los clubes de carretera es otro ambiente. Hoy estamos en ?ibar [San Sebasti¨¢n]; ma?ana, en Alicante, y dos semanas m¨¢s tarde, en Galicia".
"La solidaridad es fundamental. El principal problema del sida es que afecta a grupos muy marginales, y la sociedad no quiere saber nada de ellos. Yo fui diagnosticado con complejo relacionado con el sida (CRS) y me cre¨ªa con relativa suerte porque s¨®lo ten¨ªa complejo, y no sida. Cuando mir¨¦ a mi alrededor me di cuenta de que la gente que se estaba muriendo eran los que ten¨ªan CRS en vez de sida. Entonces me di cuenta de que las dos cosas eran pr¨¢cticamente lo mismo", concluye Van R. Nelson.
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