Ir a la guerra
JOAQUIN VIDAL Salir a torear los pablorromeros es ir a la guerra. Esta ganader¨ªa en franca recuperaci¨®n... Bueno, conviene explicar lo de la franca recuperaci¨®n, para prevenir equ¨ªvocos.
No existe actividad humana en el mundo que tenga tantos t¨®picos como la fiesta de los toros. La fiesta de los toros, sin t¨®picos, no se sabe lo que ser¨ªa de ella. En la fiesta de los toros cualquier cosa vale para hacer un t¨®pico y entre los que m¨¢s circulan estos ¨²ltimos a?os ha hecho especial fortuna lo de la ganader¨ªa en franca recuperaci¨®n. De esta guisa: para demostrar que en asuntos ganaderos se est¨¢ al d¨ªa, queda muy bien decir que lo de Pablo Romero est¨¢ en franca recuperaci¨®n. Y a¨²n queda mejor a?adir "?Qu¨¦ m¨¦rito tiene Jaime, con lo que est¨¢ haciendo por su ganader¨ªa!", pues da a entender que uno se codea con las altas esferas taur¨®macas.
P
Romero 1 Campuzano, Reina, Dur¨¢nCuatro toros de Pablo Romero, de impresionante trap¨ªo (12 ovacionado de salida), mansos y broncos excepto 62, inv¨¢lido y noble; Y de Manuel S¨¢nebez Cobaleda, con trap¨ªo, manso reserv¨¢n y 52 sobrero del mismo hierro, terciado, tan inv¨¢lido como el titular al que sustituy¨®. Jos¨¦ Antonio Campuzano: pinchazo hondo trasero, otro bajo y estocada trasera desprendida (silencio); estocada corta baja y descabello (silencio). Luis Reina: dos pinchazos, metisaca delantero, dos pinchazos m¨¢s, rueda de peones y estocada corta delantera ladeada (silencio); dos pinchazos y media (silencio). Curro Dur¨¢n: bajonazo y rueda de peones (silencio); tres pinchazos ca¨ªdos y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 3 de junio. 241 corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Todos los que dicen: "?Qu¨¦ m¨¦rito tiene Jaime con lo que est¨¢ haciendo con su ganader¨ªa-"', sacan pecho y pisan fuerte. Lo. m¨¢s probable, claro, es que a Jaime no le conozcan ni de vilta (Jaime a ellos, por supuesto, tampoco) pues Jaime es Pablo Romero, el propietario del hist¨®rico hierro, que estar¨¢ en sus fincas y en sus negocios, se supone, y los otros en la oficina o en el bar presumiendo de ilustres amistades y profundos conocimientos ganaderos.
Pero, en fin, el t¨®pico ah¨ª sigue, esa es la verdad, mientras la ganader¨ªa no est¨¢ en franca recuperaci¨®n -antes al contrario-, que es otra verdad, y no deja de resultar penoso. Porque el hierro tiene, efectivamente, historia, ha conocido tardes gloriosas que debe recuperar y la afici¨®n celebrar¨ªa con champa?a que lo consiguiera. Hay fundadas esperanzas: el tipo de toro que dio fama a la divisa se conserva, y si se conserva el tipo, algo le quedar¨¢ tambi¨¦n en la sangre de su casta brava. El caso es encontrarlo en el laboratorio de la tienta y proveer los adecuados pactos amorosos entre vacas y sementales para que, fruto de su uni¨®n, nazca el hijo prodigio orgullo de su padre, de su madre y del ganadero tambi¨¦n; ese toro c¨¢rdeno, cuajado, guapo, bravo, que vuelva a dar tardes de gloria a la divisa y no sirva s¨®lo para que los toreros vayan a la guerra.
Los Pablo Romero que saltaron al ruedo de Las Ventas eran una hermosura y el primero se gan¨® una ovaci¨®n en cuanto apareci¨® por los chiqueros y ense?ore¨® all¨ª mismo su estampa. Engallado y retador, luc¨ªa un pelaje c¨¢rdeno luminoso envolviendo su impresionante musculatura, y asomaba su preciosa cara rizada por encima de las barreras para saludar a la afici¨®n. Luego result¨® manso, correoso y bronco, qu¨¦ se le va a hacer, y otros tres hermanos suyos resultaron igual de dificiles. Es decir, todo lo bonitos que se quiera, pero ten¨ªan declarada la guerra a los toreros, y de los toreros, ¨²nicamente quien conoc¨ªa las reglas del arte de torear toros guerreros pudo firmar una paz honrosa.
El que mejor conoc¨ªa las reglas del arte de torear toros guerreros era Jos¨¦ Antonio Campuzano, un experto en estas lides; las ¨²ltimas, en sesiones de ma?ana y tarde echadas a miuras y pablorromeros, durante la pasada Feria de Sevilla. Ciertamente a Campuzano se le fue de las manos la lidia del cuarto, un manso que correteaba alocadamente por el ruedo sin que nadie lo con siguiera fijar, pero con la muleta estuvo muy torero, en ese torazo y en el guapo c¨¢rdeno luminoso tambi¨¦n. Muy sereno, empleando la adecuada t¨¦cnica de dominio, pisando los terrenos precisos, probando los dos pases que la gente quiere hasta donde aconsejaba la raz¨®n, una vez qued¨® clara la imposibilidad manifiesta de instrumentarlos, aplic¨® los trasteos apropiados a la catadura de sus toros, para cuadrar y matar. Y eso tiene un gran m¨¦rito.
Pundonorosos
Luis Reina porfi¨® pundonorosamente naturales y derechazos al segundo Pablo Romero, que no se los dejaba dar completos -cortaba los viajes-, y no se fi¨® del sobrero, a pesar de su manejabilidad por el pit¨®n derecho. Curro Dur¨¢n estuvo voluntarioso con el tercero, un Cobaleda escarbador reserv¨®n traicionero, y no sac¨® partido al ¨²ltimo Pablo Romero, que por cierto fue el toro noble de la corrida. Tampoco el p¨²blico se lo permit¨ªa, dicho sea en su deserago; a fin de cuentas, el Pablo Romero estaba inv¨¢lido y la guerra era ahora contra el presidente, por no devolverlo al corral.
La actitud del presidente encresp¨® los ¨¢nimos y algunos espectadores tiraron almohadillas al ruedo. Como siempre hay despistados que confunden la velocidad con el tocino y adem¨¢s Dios los cr¨ªa y ellos se juntan, dos de esos hubieron de coincidir al terminar la funci¨®n: uno, en el tendido, vestido de civil, que tir¨® una almohadilla a Campuzano; otro, en la puerta de cuadrillas, vestido de guardia, que se avalanz¨® sobre el diestro para protegerle con su escudo. Ni al que as¨® la manteca se le ocurre tonter¨ªa semejante. Campuzano hizo valer su dignidad torera, detuvo la marcha, mir¨® con desprecio al de la almohadilla, con severidad al guardia, pidi¨® paso franco y se retir¨® solemnemente a sus cuarteles de invierno.
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