El desolladero, sus terrenos y sus querencias
El desolladero. Est¨¢ a medio camino entre un escaparate y un mercado persa. Inundado de gente, la mayor¨ªa trajeados, la tarea que all¨ª desempe?an est¨¢ entre el mercadeo y la exhibici¨®n. Parece como si todos se conociesen, y llegan incluso a cruzarse saludos, m¨¢s cumplidores que afectivos. El terreno, sin estar departamentado, s¨ª muestra claras querencias y terrenos, y aunque hay mezcolanza tambi¨¦n hay variedad.Seg¨²n se sale al patio por la puerta del desolladero, el lateral izquierdo es el arrabal. All¨ª se congregan alumnos y maestros de la Escuela de Tauromaquia que discuten y analizan las faenas y los comportamientos de los toros. Junto a los meros comentadores est¨¢n los negociantes, bien contratistas, bien ofertantes. Es la faceta modesta del negocio taurino y sus pintas no llaman la atenci¨®n por el emperifollamiento ni tampoco por su vulgaridad. Est¨¢n a medio camino.
En la meseta central es donde se agrupan los famosos que lo son, los que quieren serlo, los que se creen que lo son y los que quieren que el resto crea que lo son. A estos ¨²ltimos. lo que m¨¢s les excita es escuchar: "Y ¨¦se, ?qui¨¦n es? ?Mira que me suena su cara y no s¨¦ de qu¨¦!". Del resto hay m¨¢s que contar. Toreros de post¨ªn, empresarios con cach¨¦, ganaderos de fuste, conforman el c¨ªrculo central, el m¨¢s solicitado. Se dan palmaditas en el hombro, se sonr¨ªen, se abrazan golpe¨¢ndose ruidosamente. Entre ellos se mueven algunos despistados ocultando su ignorancia tras unas oscuras gafas de sol. Unos personajes que quieren que se les vea y que buscan poder engallarse cuando cuenten lo vivido a los amigotes. A su vera, alg¨²n nuevo rico que se cree con derecho a comprar la fama, y que deja la estela de su perfume caro entre "esos tipos". A la vez, pasean con altaner¨ªa el trabajado y provocativamente orfebreado palmito de sus se?oras. Y, a¨²n en esa meseta central, nerviosos reporteros, buscadores de aut¨®grafos y buscavidas semizarrapastrosos dan el toque final a esa fauna.
En el lateral derecho, seg¨²n salimos por la puerta de arrastre, se congrega la mayor¨ªa de los periodistas, los informadores y los cr¨ªticos de siempre. Tambi¨¦n est¨¢n all¨ª los invitados a los que su condici¨®n se les nota en la cara y en la mirada, que no saben d¨®nde dejarla quieta. Tambi¨¦n est¨¢n los torerillos de segunda, que o bien buscan el nunca confirmado resurgir, o bien exprimir la fama pasada llen¨¢ndose el ego con los falsos saludos del personal.
Finalmente, al fondo del patio a¨²n hay espec¨ªmenes dignos de estudio. Enfrente est¨¢ nada m¨¢s y nada menos que la empresa. All¨ª se dan cita mayorales, ganaderos, empresarios y apoderados que buscan sus honorarios y dem¨¢s papeleo (el torero ya cobr¨® antes de hacer el paseo, "no sea que..."). Hay otros que van a que les vean, a palmear hombro de empresario. Al fondo, a la derecha, est¨¢ la morgue de los toros, y all¨ª se congregan dos tipos de personajes: los que van a deleitarse con la fuerza brava ya aplacada, para entonces fijarse en pitones, musculatura y poder¨ªo, s¨ªmbolos de una fuerza que anhelar¨ªan adquirir, para lo cual tocan y palpan las hasta hace unos minutos fieras pieles. Junto a ellos, los amigos o vecinos de pieleros y carniceros, personajes que se muestran orgullosos de tener confianza con quienes, de una u otra forma, palpan la fiesta. Todav¨ªa, entre ese grupo, est¨¢n los buscadores de v¨ªsceras, pitones, orejas o cualquier otro trozo del mito bravo. Entre ¨¦stos destacan por su avidez los buscadores de las criadillas, el verdadero s¨ªmbolo de la bravura, la casta y el poder¨ªo, que "al ajillo est¨¢n la mar de ricas".
Ya en el exterior, entre palmaditas en los hombros, sonrisas de circunstancias y lujosos coches en los que se apoyan sus due?os o s¨®lo ch¨®feres de una tarde, el escaparate y el mercado persa se van diluyendo. El pase de modelos ha terminado por hoy.
Javier Manzano es periodista.
Babelia
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