Medio ambiente y solidaridad
Es posible que el origen de la actual preocupaci¨®n social por el medio ambiente tenga mucho que ver con un acontecimiento hist¨®rico que tuvo lugar a mediados del presente siglo XX y que no debe pasar inadvertido.En esas fechas, por primera vez, pudimos observar a la Tierra desde fuera, desde el espacio exterior. Las fotograf¨ªas enviadas por los sat¨¦lites nos est¨¢n ofreciendo desde entonces una imagen muy exacta d¨¦ la peque?ez y de la fragilidad de nuestro planeta. Al mismo tiempo, estos valiosos documentos gr¨¢ficos, a una escala cada vez m¨¢s precisa, nos muestran con toda nitidez el progresivo deterioro f¨ªsico del medio ambiente terrestre como consecuencia de los r¨¢pidos procesos de industrializaci¨®n y de urbanizaci¨®n que hoy son posibles por efecto del desarrollo tecnol¨®gico tan espectacular que ha experimentado en los ¨²ltimos a?os la sociedad humana.
La opini¨®n p¨²blica mundial entiende que existe una relaci¨®n de causalidad directa entre progreso t¨¦cnico, crecimiento econ¨®mico y degradaci¨®n del medio natural.
Por eso, desde hace algunos a?os, la necesidad de integrar la exigencia medioambiental en todas las pol¨ªticas sectoriales de crecimiento econ¨®mico figura como una prioridad reconocida por todos los Gobiernos y por todos los agentes sociales. El conocido informe Brundtland sobre nuestro futuro com¨²n ha acu?ado la expresi¨®n desarrollo sostenible, muy generalizada ya en todos los foros internacionales, para definir el tipo de desarrollo culturalmente deseable, que ser¨ªa aquel que es capaz de satisfacer las necesidades de la generaci¨®n present¨¦ sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
Esta forma de desarrollo requiere un tipo de solidaridad humana al que la sociedad actual debe acostumbrarse desde ahora mismo. Se trata de esa solidaridad intergeneracional que nos quiere recordar precisamente el lema elegido para conmemorar este a?o el D¨ªa Mundial del Medio Ambiente: "Un planeta mejor para los ni?os". Si ya conocemos la fragilidad de nuestro planeta, no podemos hipotecar su futuro ni agotar sus virtualidades ecol¨®gicas con un consumo desenfrenado o con un uso ego¨ªsta e irracional del territorio. El hombre de finales del siglo XX no puede ser un mero depredador: tiene que ser un recreador de las condiciones naturales del medio en el que habita. Su modelo de desarrollo tiene que revisarse para que ciertos peligros que hoy se advierten como graves amenazas ecol¨®gicas para la supervivencia humana sobre la Tierra no se hagan realidad. La soluci¨®n eficaz a los grandes problemas medioambientales del presente, desde los cambios clim¨¢ticos -el llamado efecto invernadero- hasta la reducci¨®n de la capa de ozono, pasando por la defensa vegetal de la Amazonia, no podr¨¢ lograrse sin esa solidaridad intergeneracional que garantice un verdadero desarrollo sostenible.
Pero hay otras formas concretas de solidaridad humana que resultan igualmente necesarias para compaginar e integrar el crecimiento econ¨®mico y la protecci¨®n del medio ambiente.
En primer lugar, la solidaridad internacional entre los distintos pa¨ªses. La escala de intervenci¨®n en la prevenci¨®n y defensa de las condiciones ecol¨®gicas del medio es planetaria. Los problemas ambientales no son nacionales, y sus soluciones tampoco pueden serlo. Lo que ocurre realmente es que ni todos los pa¨ªses tienen la misma capacidad cultural y econ¨®mica para contribuir a la soluci¨®n del problema ecol¨®gico ni todos los pa¨ªses son igualmente responsables del actual deterioro f¨ªsico del planeta. La contradicci¨®n que hoy existe entre pa¨ªses del Norte y pa¨ªses del Sur, entre centro y periferia, entre desarrollo y subdesarrollo, debe ser tenida en cuenta con criterios de solidaridad internacional. Es necesario y urgente valorar la situaci¨®n geogr¨¢fica particular de cada pa¨ªs, su concreto nivel de desarrollo socioecon¨®mico y su grado de madurez pol¨ªtica para evitar que se reproduzcan situaciones de neocolonialismo ecol¨®gico en sustituci¨®n o en apoyo de las todav¨ªa existentes condiciones de neocolonialismo econ¨®mico.
En un nivel de escala m¨¢s concreto, resulta tambi¨¦n muy necesario y urgente otra forma complementaria de solidaridad que podemos denominar interterritorial. Es la solidaridad quehay que practicar entre las distintas regiones dentro de cada pa¨ªs cuando las autoridades competentes, por ejemplo, toman decisiones t¨¦cnicamente correctas, eligiendo el emplazamiento de determinadas plantas de tratamiento de residuos en defensa de la protecci¨®n ambiental de la comunidad.
Residuos inevitables
La sociedad, en su conjunto, reconoce que los residuos que produce la actividad humana son, en parte, inevitables, y que su peligrosidad potencial puede evitarse control¨¢ndolos y trat¨¢ndolos convenientemente con procedimientos t¨¦cnicos adecuados. Sin embargo, parece que nadie quiere tener en las proximidades de su h¨¢bitat ning¨²n centro de esta ¨ªndole. En muchos casos, el alarmismo y la inquietud social se alimentan con comportamientos colectivos insolidarios que manipulan la sensibilidad ambiental de la poblaci¨®n, en contra precisamente de las medidas ecol¨®gicas m¨¢s oportunas. Sin duda, se trata tambi¨¦n de un problema de educaci¨®n c¨ªvica y de participaci¨®n social en las. decisiones. Es tarea de la opini¨®n p¨²blica, de los medios de comunicaci¨®n y de todos los colectivos organizados -movimientos ecologistas, organizaciones no gubernamentales, etc¨¦tera- recordar constantemente a los pol¨ªticos responsables la obligaci¨®n que tienen de contribuir a la informaci¨®n y a la educaci¨®n ambientales, de los ciudadanos, facilitando as¨ª su participaci¨®n en la propia toma de decisiones de inter¨¦s ecol¨®gico.
Por otra parte, el testimonio de un pacto institucional de inter¨¦s ecol¨®gico, como consecuencia del debate parlamentario, es una condici¨®n previa indispensable para lograr una paz social que garantice la aplicaci¨®n de una pol¨ªtica ambiental con criterios de solidaridad interterritorial e intersocial, y por tanto, con un mayoritario apoyo de los ciudadanos.
Si la meta es el desarrollo sostenible, la prevenci¨®n ecol¨®gica y la protecci¨®n del medio ambiente tienen que ser consideradas prioritariamente en cualquier pol¨ªtica sectorial de crecimiento econ¨®mico. Es urgente que las empresas introduzcan en sus c¨¢lculos financieros los costes que necesariamente se derivan de unos modelos nuevos de producci¨®n m¨¢s respetuosos con la defensa de las condiciones naturales del medio.
En los p¨¢rrafos anteriores ha aparecido con mucha frecuencia la palabra solidaridad como la mejor garant¨ªa para alcanzar un desarrollo sostenible capaz de integrar el necesario crecimiento econ¨®mico de la sociedad con la no menos necesaria protecci¨®n del medio ambiente. Es la misma expresi¨®n que emplea la Constituci¨®n en el art¨ªculo 45.2, cuando afirma que "los poderes p¨²blicos velar¨¢n por la utilizaci¨®n racional de todos los recursos naturales con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoy¨¢ndose en la indispensable sol¨ªdaridad colectiva".
Domingo Ferreiroes secretario general de Medio Ambiente.
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