Un 42 % de los cines espa?oles ha cerrado en los ¨²ltimos cinco a?os
Andaluc¨ªa, Catalu?a y la Comunidad Valenciana son las zonas m¨¢s afectadas
En los ¨²ltimos cinco a?os, han cerrado 1.307 cines en Espa?a, la mayor¨ªa en zonas rurales. En 1985 hab¨ªa 3.109 salas; en 1989 quedaban s¨®lo 1.802. Seg¨²n fuentes de la Federaci¨®n de Entidades de Empresarios de Cines de Espa?a, las comunidades aut¨®nomas m¨¢s afectadas por ese descenso son Andaluc¨ªa, Catalu?a y la Comunidad Valenciana. En Andaluc¨ªa, en 1985, hab¨ªa 580 cines; tres a?os despu¨¦s quedaban 214.
Joaquin Fuentes perdi¨®, con apenas 30 a?os, su ¨²ltima batalla el 1 de noviembre de 1988, fecha en que cerr¨® el Cine San Jos¨¦, en Guijuelo (Salamanca). Aquel d¨ªa le embarg¨® la desilusi¨®n. Durante cinco a?os pudo cristalizar su sue?o de poseer un cine, "pero no sal¨ªan las cuentas", perd¨ªa dinero. El San Jos¨¦, ¨²ltimo cine del pueblo, repiti¨® la historia de otras muchas salas rurales, que son el grueso de los cines que no volver¨¢n: 42 de cada 100 salas espa?olas han pasado a mejor vida en s¨®lo cinco a?os. El cine San Jos¨¦ era un local peque?ito, abierto en 1958, con el techo decorado en tela de saco y 226 butacas que Joaqu¨ªn retapiz¨® en color granate. All¨ª, ensay¨® todos sus trucos de antiguo programador de un cineclub de Salamanca: sesiones infantiles y para ancianos, carteles por todo el pueblo y unas semanas de cine al final de las fiestas, en agosto, que merec¨ªan los elogios de la Prensa "pero que no daban pa n¨¢". Con la recaudaci¨®n, no pod¨ªa pagar la renta, las pel¨ªculas que ¨¦l mismo proyectaba y las cintas espa?olas que los distribuidores inclu¨ªan obligatoriamente en los lotes "y eso que los espectadores se manten¨ªan". Toda la familia ayudaba en las dilatadas jornadas que Joaqu¨ªn divid¨ªa entre su trabajo en un banco y las sesiones, cuatro d¨ªas por semana, que le hac¨ªan regresar de madrugada a Salamanca, distante 48 kil¨®metros de Guijuelo, un pr¨®spero pueblo chacinero de 5.000 habitantes.
La del San Jos¨¦, la del Gabriel y Gal¨¢n, la del Progreso, las tres salas que lleg¨® a tener Guijuelo, son la historia del Cinema Paradiso, con la que el director italiano Giusseppe Tornatore ha obtenido el Oscar a la mejor pel¨ªcula en lengua no inglesa.
El pasado a?o acudieron al cine en Espa?a 78 millones de personas, mientras que 10 a?os atr¨¢s, 4.229 salas acogieron casi el triple de espectadores: m¨¢s de 200 millones. Los madrile?os son los m¨¢s aficionados -uno de cada cinco espectadores-, seguidos de los cin¨¦filos de Barcelona y Valencia. Los menos, los conquenses (0,10% de todos los espectadores). Todas las capitales de provincia tienen cines, aunque Segovia o Huelva, por ejemplo, se vieron a?os atr¨¢s sin ninguna sala y se calcula que el 60% de los espa?oles no va al cine.
Europa
Cines y espectadores siguen la t¨®nica europea: Francia dispon¨ªa de 5.098 salas para 190 millones de espectadores en 1984. Cuatro a?os m¨¢s tarde, los galos dispon¨ªan de 4.221 cines para 122 millones de espectadores. Los datos de Dinamarca y la Rep¨²blica Federal de Alemania siguieron la misma tendencia.
No s¨®lo Tornatore ha tocado en los ¨²ltimos a?os el tema de la desaparici¨®n de los cines. En Espa?a, El esp¨ªritu de la colmena, de V¨ªctor Erice, hablaba oblicuamente, a principios de los a?os 70, del mundo desaparecido de los viejos locales; Cara de acelga, de Jos¨¦ Sacrist¨¢n, se refer¨ªa al fatal destino de los cines de los pueblos. Y el alem¨¢n Wim Wenders trazaba en En el curso del tiempo la historia de un proyeccionista ambulante.
Aunque la crisis alcanza a los locales de las grandes ciudades las principales v¨ªctimas son los, cines de pueblo. Los Fuentes, el padre, el hijo -el Joaqu¨ªn de nuestra historia- y el nieto, han crecido todos con la, pantalla como biber¨®n y el celuloide alrededor. Joaqu¨ªn padre, de 58 a?os, remeda el operador de Cinema Paradiso: fue pipero en el cine de enfrente de su casa, en un barrio madrile?o, fue botones y pintor de carteles cinematogr¨¢ficos en el Palacio de la M¨²sica, en plena Gran V¨ªa de Madrid y proyeccionista ambulante por los pueblos de Salamanca en los primeros 60. Su amor por el cine, nada intelectual, surgi¨® en el ambiente de las salas y los carbones de las m¨¢quinas. La misma pasi¨®n ha perdurado en sus,dos hijos, Joaqu¨ªn y Jos¨¦ Manuel -due?o de un cine en Ciudad Rodrigo-, y en su nieto Diego, una r¨¦plica moderna de Tot¨®, el protagonista de Cinema Paradiso. Con seis a?os, Diego quiere ser cazafantasmas de mayor, -aunque muchos le auguran un futuro de director- se sabe de memoria los repartos de las cintas de Indiana Jones y James Bond, y martiriza a su madre porque se queda embobado ante cualquier pel¨ªcula y no come. Joaqu¨ªn Fuentes, padre, cree que la crisis se debe a la llegada del video, "al descuido de las salas por algunos empresarios y a que los distribuidores de las pel¨ªculas tratan a los cines de los pueblos igual que a los de las capitales". En esto ¨²ltimo coincide con su hijo y con Jos¨¦ del Villar, presidente de Federaci¨®n de Entidades de Empresarios de Cines de Espa?a. Villar se lamenta del "precio desproporcionado que ponen los distribuidores a las peliculas, el retraso con que llegan las buenas cintas a los pueblos y la competencia que hacen los Ayuntamientos y otras entidades no profesionales que provocan un intrusismo en esta actividad: sesiones organizadas por ayuntamientos, asociaciones de vecinos, cajas de ahorros".
Mariano Zapata, distribuidor independiente y conocedor, desde 1951, de la distribuci¨®n en los pueblos, se defiende diciendo que el mayor da?o para las salas de pueblo ha sido la competencia ilegal de las cafeter¨ªas y pub que exhib¨ªan, una semana antes, las mismas pel¨ªculas que los cines". El auge del cierre de los cines es de siete a?os ac¨¢, "coincidiendo con el video". Asegura que no se pueden rebajar m¨¢s el precio de las copias -"ojo, que en las capitales nos llevamos un porcentaje de la taquilla y en los pueblos un precio fijo, 50.000 pesetas una buena pel¨ªcula", afirma-, y cree que no es rentable una sala de un pueblo que no tenga m¨¢s de 10.000 habitantes. Joaqu¨ªn, hijo, se lamenta de las proyecciones de pel¨ªculas en los pub, "y las anunciaban y todo", igual que el alcalde, el socialista Gerardo Gonz¨¢lez, que prepara una ordenanza "contra esas cajas de ruido".
Ministerio
Para Enrique Balmaseda, director del Instituto de Cinematograf¨ªa y de las Artes Audiovisuales, del Ministerio de Cultura, se sigue en Espa?a la tendencia de Europa y Estados Unidos, "con una una reactivaci¨®n a trav¨¦s de salas con buenos equipos, y buena programaci¨®n, sobre todo en las ciudades". El responsable de la Administraci¨®n recuerda que se han concedido 2.000 millones en cr¨¦ditos para remodelar salas de cine. A finales de mayo, se hab¨ªan recibido 20 solicitudes por 607 millones, aunque b¨¢sicamente para cines en n¨²cleos urbanos importantes.
"Hay que procurar que el exhibidor no pierda dinero y que no tenga competencia peligrosa", afirma Balmaseda, "y eso se puede conseguir otorgando un papel clave a los ayuntamientos rurales, para ayudar a las salas y no competir con ellas: se trata de facilitar terrenos, de dar buen tratamiento fiscal". Jos¨¦ del Villar, representante de los exhibidores, cree que la ayudas estatales son insuficien tes. Enrique Gonz¨¢lez Macho, propietario de los pr¨®speros cines Renoir de Madrid, y primer exhibidor espa?ol que va a abrir sala en pleno coraz¨®n de Mosc¨², cree que las salas han desaparecido tambi¨¦n por razones especulativas: "Resulta m¨¢s rentable poner un bingo". No opina que la ¨²nica v¨ªa sean los minicines, pese a que a ¨¦l, como pionero, le ha ido francamente bien con la experiencia: "Cada pel¨ªcula tiene un cauce y hay que proteger los grandes cines".
Un 42% de los cines espa?oles ha cerrado en los ¨²ltimos cinco a?os
Entretanto, Joaqu¨ªn sue?a con volver a proyectar en su propia sala y el pueblo de Guijuelo, donde hay m¨¢s jamones que personas, a?ora su ¨²ltimo cine. Eso dice Julio, un obrero de 49 a?os, que sol¨ªa ir al San Jos¨¦ cada s¨¢bado noche, con otros matrimonios.Pese a que el v¨ªdeo se ha introducido ya en la vida cotidiana de cualquier pueblo espa?ol, las cintas dom¨¦sticas no le bastan a Ricardo, un muchacho de 19 que pegaba los carteles por el pueblo. "Est¨¢s mejor en el cine, te llevas a la gach¨ª...", compara, despu¨¦s de probar.
La a?oranza alcanza incluso a los m¨¢s j¨®venes: tambi¨¦n Juan Jos¨¦, de 16 a?os, extra?a aquellos domingos de cine, con su docena de amigos y las batallas gigantes, en pantalla gigante, de La guerra de las galaxias. Recuerda Joaqu¨ªn en un aparte, que de cr¨ªo cargaba cada semana con un mont¨®n de cajas de huevos -que serv¨ªan para insonorizar la cabina- con tal de entrar gratis.
Tambi¨¦n se acuerdan del cine, acodados en la barra del bar de al lado del San Jos¨¦, Manolo, el panadero y su amigo Antonio, chacinero -como no- picarones ambos de larga biograf¨ªa. En su juventud, pagaban lo que sea para conseguir la fila 14, butacas 20 y 22.
Era el rinc¨®n del fondo. All¨ª se llevaban a "la chica que tocaba", dicen. "Hubo uno del pueblo", se carcajea Manolo, "que fue a meter mano a la moza y se encontr¨® otra ya puesta...". Gajes del oficio de espectador, y no pod¨ªan suceder sino en el cine.
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