?Est¨¢n aprendiendo algo de la historia? PAUL KENNEDY
Las cumbres de las superpotencias proporcionan inevitablemente espl¨¦ndidas oportunidades a los l¨ªderes de cada naci¨®n. Dejando a un lado su consistencia, las cumbres permiten tanto al presidente americano como al sovi¨¦tico proclamar sus ¨¦xitos en pol¨ªtica exterior. La atenci¨®n masiva que estos acontecimientos provocan en los medios de comunicaci¨®n elevan a los l¨ªderes por encima de sus cr¨ªticos internos. Ambos pueden afirmar que est¨¢n construyendo un mundo m¨¢s seguro y que ahora pueden desviar valiosos recursos naturales para rejas de arado en lugar de para espadas. Pero los historiadores de las ascensiones y ca¨ªdas de las naciones no pueden por menos que preguntarse si las superpotencias est¨¢n aprendiendo algo realmente de la historia.En los acuerdos armament¨ªsticos que eran, inimaginables hace tan s¨®lo dos a?os tanto Estados Unidos como la Uni¨®n Sovi¨¦tica han estado despoj¨¢ndose de las cargas militares que les ven¨ªan hundiendo como a tantos otros imperios antes que a ellos. Los ayudantes y asesores presidenciales, por no mencionar los think-tanks sobre estrategia o a los analistas, est¨¢n completamente mareados. En lugar de proyectos para nuevas armas, lo que hay es la cancelaci¨®n de fabricaci¨®n de armas existentes y de prototipos. En vez de concentrarse completamente en una batalla en el desfiladero de Fulda o en los estrechos de Groenlandia, los servicios armados est¨¢n intentado desesperadamente reducirse proporcionalmente y reformarse para llevar a cabo operaciones en otras partes del mundo que (nos han asegurado solemnemente) se han vuelto m¨¢s turbulentas e imprevisibles.
Se estime de una forma u otra la probabilidad y seriedad de conflictos regionales, lo que est¨¢ claro es que el esp¨ªritu de los que toman las decisiones en ambas superpotencias parece ser el de que un conflicto militar abierto entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica es muy poco plausible en nuestros d¨ªas y que deber¨ªan seguir trabajando por la paz y no por la guerra.
?Qu¨¦ puede haber originado esta r¨¢pida transformaci¨®n de la guerra fr¨ªa en una d¨¦tente sin precedentes? La respuesta m¨¢s sencilla -y la que le gusta a la derecha pol¨ªtica de Estados Unidos- es que la Uni¨®n Sovi¨¦tica se rindi¨®. Incapaz de ponerse a la altura del programa americano de rearme debido a su econom¨ªa ineficaz y estancada, un Gobierno m¨¢s realista con Gorbachov decidi¨® que el compromiso era necesario: al no haber tenido ¨¦xito en ganar la carrera de las armas, la Uni¨®n Sovi¨¦tica deb¨ªa salir de ella lo m¨¢s r¨¢pidamente Posible.
Aunque resultaba humillante admitir una victoria americana, era m¨¢s importante concentrar los recursos en la reestructuraci¨®n de la econom¨ªa sovi¨¦tica, ayudados, como parte del acuerdo de la d¨¦tente, por cr¨¦ditos, tecnolog¨ªa y otras ayudas occidentales. Sin embargo, con el restablecimiento de la econom¨ªa sovi¨¦tica, el futuro del poder¨ªo militar sovi¨¦tico se convertir¨ªa en un tema abierto. Dado que el descenso militar moscovita fue una decisi¨®n fr¨ªamente pragm¨¢tica -argumenta la derecha-, Estados Unidos no deber¨ªa adormecerse por una falsa sensaci¨®n de seguridad.
Una explicaci¨®n distinta podr¨ªa ser que los pol¨ªticos de Mosc¨² -e incluso los de Estados Unidos- hubieran comenzado a darse cuenta del disparate mutuo de su carrera armament¨ªstica de los a?os ochenta. En otras palabras, habr¨ªan comenzado a considerar las lecciones de la historia.
Incluso cuando la carrera de las armas estuvo en su punto m¨¢s elevado los cr¨ªticos se?alaron que las superpotencias corr¨ªan el riesgo de debilitarse econ¨®micamente y, por tanto, ser menos fuertes a largo plazo. Eruditos como Richard Rosencrance en su libro La ascensi¨®n del Estado comercial, en 1986, observaban que una vez m¨¢s en la historia del mundo las naciones supermilitarizadas estaban siendo desafiadas por sociedades que prefer¨ªan el comercio a las conquistas.
Un creciente coro de voces destacaba la iron¨ªa de que Jap¨®n y Alemania, los perdedores de la II Guerra Mundial, se estaban convirtiendo en los verdaderos ganadores de la guerra fr¨ªa. Este mensaje, como se est¨¢ haciendo evidente, encontr¨® eco entre los nuevos pensadores que rodean a Gorbachov y a Edvard Shevardnadze. Profundamente preocupados por la fragilidad estructural de la econom¨ªa y la sociedad sovi¨¦ticas, ansiosos de promover un cambio constitucional y pol¨ªtico antes de llegar al colapso total, y presionando para que haya un control firme de los gastos de defensa, los intelectuales sovi¨¦ticos pod¨ªan ver claramente la analog¨ªa existente entre la crisis de su pa¨ªs y la suerte corrida por el imperio de los Habsburgo y el otomano.
En dichos c¨ªrculos, La ascensi¨®n y ca¨ªda de las grandes potencias y otros estudios con base hist¨®rica se utilizan como argumentos en contra de sus propios ultraconservadores dentro de las fuerzas militares y los nacionalistas rusos que todav¨ªa desean que se efect¨²en gastos a gran escala en armas.
?Tuvo lugar tambi¨¦n. este cambio de opini¨®n en Estados Unidos? Creo que en el Congreso y en la opini¨®n p¨²blica en general la respuesta debe ser afirmativa. Nada ha debido ser tan confuso para los guerreros tradicionales de la guerra fr¨ªa en los ¨²ltimos a?os como el saber que la gran mayor¨ªa de los americanos considera las amenazas a su seguridad econ¨®mica (refiri¨¦ndose normalmente a Jap¨®n) como mucho m¨¢s serias que las amenazas a su seguridad militar (refiri¨¦ndose normalmente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica).
Puede que los dem¨®cratas hayan perdido las elecciones presidenciales de 1988 debido al tema del poder¨ªo militar, pero. gran parte del debate contin¨²a. ?Se gasta demasiado en armamento? ?C¨®mo se puede hacer m¨¢s competitiva la econom¨ªa? ?De qu¨¦ sirve sentirse seguro en aguas del oc¨¦ano Indico si no estamos seguros en nuestras propias ciudades? ?Nos hundir¨¢ el d¨¦ficit presupuestario y el comercial?
Por tanto, una vez terminada la cumbre, ambos presidentes deber¨¢n dedicarse a sus propios frentes dom¨¦sticos, mucho m¨¢s descontentos. En el caso de Gorbachov, los problemas parecen desalentadores: desde el fracaso b¨¢sico en conseguir que la econom¨ªa sovi¨¦tica funcione hasta la amenaza de desintegraci¨®n de la Uni¨®n misma, las dificultades son tan profundas que es dif¨ªcil creer que la reducci¨®n de los gastos de de fensa pudiera resolverlas todas. Es dif¨ªcil imaginar c¨®mo la Uni¨®n Sovi¨¦tica -independientemente de lo alto que resulte su dividendo de paz- podr¨¢ competir con Asia oriental o una Europa revivida durante la pr¨®xima d¨¦cada.
Por tanto, y sin que importe el ¨¦xito que puedan alcanzar los acuerdos sobre control de armamento, lo m¨¢s probable es que contin¨²e la decadencia relativa de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
La posici¨®n de Estados Unidos es, como antes, mucho m¨¢s incierta. Los signos, de fuerza se entremezclan con los signos de debilidad, voces plenas de confianza desaf¨ªan a los que dudan y a los pesimistas. Sin embargo, existen los suficientes indicios -en la crisis en ahorros y prestamos, en la de las ciudades del interior y en las escuelas p¨²blicas, en la descomposici¨®n de la industria automovil¨ªstica nacional, en la habilidad de los intereses personales en bloquear las reformas estructurales- que sugieren que la lucha por seguir siendo competitivos con Europa y Asia a largo plazo, y por tanto por conservar la posici¨®n americana en los asuntos mundiales, ser¨¢ dura, implacable y nada f¨¢cil de evaluar.
Pero esto tambi¨¦n cuenta con precedentes hist¨®ricos, dado que muchas de las grandes potencias del pasado, como el Reino Unido, no se hundieron espectacular y repentinamente, sino que fueron desapareciendo como poderes imperiales, d¨¦cada tras d¨¦cada, generaci¨®n tras generaci¨®n.
El que Bush y Gorbachov hayan aprendido realmente aquellas lecciones no se puede demostrar en una cumbre, con todas sus demostraciones de afabilidad y grandes declaraciones a los medios de comunicaci¨®n. Se demostrar¨¢ con los esfuerzos que ambos Gobiernos dediquen a convencer a sus pueblos de que tomen en serio el desaf¨ªo presentado por las nacientes potencias comerciales tanto a la posici¨®n americana como a la sovi¨¦tica en lo referente a asuntos mundiales.
Ello implica decisiones impopulares en el frente dom¨¦stico, as¨ª como propuestas populares sobre reducci¨®n de armamento. Debido a ello, pasar¨¢n algunos a?os antes de que el historiador pueda juzgar si los esfuerzos sovi¨¦ticos y americanos de los a?os noventa para controlar los costes de defensa y mejorar la competitividad econ¨®mica alcanzan el ¨¦xito e invierten el curso de la decadencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.