La rebeli¨®n de Cachemira
Los habitantes del valle declaran la guerra total a Nueva Delhi
Los cachemires afirman que la belleza de su valle les traiciona. Como ellos, todos los que desde la antig¨¹edad han llegado al valle de Cachemira -mogoles, afganos y ahora indios- no quieren irse y obligan a estas gentes pac¨ªficas a levantarse una y otra vez contra los invasores. J¨®venes imberbes han cogido las armas con un objetivo en sus cabezas: una Cachemira libre. Los comercios han cerrado sus puertas, los bancos no funcionan y los hoteles est¨¢n vac¨ªos, pero los cachemires insisten en que llegar¨¢n hasta el final.
"Continuaremos hasta la muerte. Es mejor la muerte que la tortura", dice Vavii Ahmed Dar, cuyo padre fue detenido por las fuerzas paramilitares indias hace un mes y medio y todav¨ªa no sabe en que c¨¢rcel est¨¢ o si sigue vivo.En enero pasado, cuando estall¨® la revuelta, se form¨® un comit¨¦ de la Media Luna Roja para apoyar a los m¨¢s necesitados. Toda la direcci¨®n de ¨¦ste, incluido su presidente, Haji Mohammad Dar -el padre de Vavli-, est¨¢ ahora encarcelada. Pero las redes del comit¨¦ de ayuda llegan ya a la ¨²ltima aldea del Estado y en menos de cinco meses han recogido y repartido dos millones de rupias (10,4 millones de pesetas) en dinero y alimentos.
El martes pasado, los m¨¦dicos de Srinagar, capital del Estado de Jammu y Cachemira, realizaron una huelga de hambre en protesta por la actuaci¨®n del Ej¨¦rcito y de las fuerzas paramilitares indias. Los soldados han registrado tres veces los hospitales; provistos de botas y rifles autom¨¢ticos han entrado en los quir¨®fanos en mitad de una operaci¨®n.
"Si quieren que Cachemira sea parte de India, ?por qu¨¦ nos matan?", pregunta a esta enviada especial uno de los pocos cachemires que se ha manifestado dispuesto a permanecer en la Uni¨®n India a cambio de paz, bienestar y autonom¨ªa. El instituto m¨¦dico de Srinagar ha certificado la muerte por heridas de bala de 455 personas, pero la cifra se duplica si se tienen en cuenta las habidas en las aldeas, especialmente en las cercan¨ªas de la l¨ªnea de cese el fuego trazada por la ONU, que deja dos tercios del Estado bajo control indio y uno bajo control paqu¨ªstan¨ª.
Una pi?a
La organizaci¨®n que ha logrado hacer de los cachemires una pi?a, ha sido el Frente de Liberaci¨®n de Jammu y Cachemira (JKLF). La primera acci¨®n armada de ¨¦ste fue en agosto de 1988, y hoy cuenta con varios miles de j¨®venes operativos. Su fundador, Ashfaq Majeed Wani, muri¨® el 30 de marzo pasado durante un tiroteo con las fuerzas de seguridad. Nueva Delhi ha puesto precio a la cabeza del jefedel JKI-F, Mohammad Yaseen Malik.
Aunque todos los militantes del JKLF son musulmanes, ¨¦ste se define como secular defensor del derecho del pueblo cachemir a que se celebre el plebiscito ordenado por la ONU. La consulta deb¨ªa haber sido sobre su integraci¨®n en India o en Pakist¨¢n, pero el paso del tiempo ha hecho imperativo, seg¨²n el JKLF, que se pregunte tambi¨¦n sobre la independencia, que ellos exigen.
La violencia con que el JKLF reivindica su Estado ha despertado al sur del valle cachemir otra revoluci¨®n. Se trata de Jammu, la segunda provincia, que, con el 70% de su poblaci¨®n hind¨², se niega a seguir manejada por musulmanes. "Nosotros queremos la divisi¨®n del Estado y la total integraci¨®n de Jammu en la Uni¨®n India", afirma Rupta Virender, l¨ªder del nuevo partido Jammu Mukti Morcha.
"Hasta ahora hemos sido muy pac¨ªficos, pero si s¨®lo recurriendo a las armas hacen caso tendremos que hacer lo mismo", se?ala un simpatizante de Shir Seria, la organizaci¨®n ultraderechista que dirige Ashok Gupta.
En Jammu, donde se han refugiado varias decenas de miles de hind¨²es, huidos de los enfrentamientos que asolan el valle, el resentimiento contra los musulmanes va aumentando. "En Srinagar son todos terroristas", dice uno de los hind¨²es cobijado en Valgrote, un campamento instalado a pocos kil¨®metros de la ciudad de Jammu.
Esto es Pakist¨¢n, y no hay lugar para nosotros", se?ala otro hombre que recibe con muy malos humos a esta enviada; sin embargo, Raja Raju, de 27 a?os y agente de viajes, quiere volver esta, misma semana a Srinagar. Huy¨® con su familia hace tres meses y la vida se les hace demasiado dura en las tiendas de lona.
Al otro lado de la l¨ªnea de cese el fuego tambi¨¦n han llegado en estos meses varios miles de refugiados. Son musulmanes que habit2iban aldeas cercanas a la frontera y cuyas casas han sido registradas por las tropas indias en busca de "terroristas".
A pesar de que India tiene destacados enorme cantidad de soldados a lo largo de la l¨ªnea de cese el fuego, la dificultad del terreno dificulta el control del paso de un lado a otro. Pakist¨¢n asegura que no entrena a los guerrilleros, y que si India con todas sus tropas no les ve cruzar, c¨®mo les van a ver ellos.
En el valle, los militantes dicen abiertamente que se entrenan al otro lado de la frontera, en Azad Cachemira (Independiente Cachemira), y compran sus armas en el mercado libre que existe en las zonas tribales de Pakist¨¢n. En Jaminu los hind¨²es se quejan de que hay poco control sobre este trazado de casi 500 kil¨®metros. Los observadores de Naciones Unidas, a su vez, reconocen la poca utilidad de esta misi¨®n y se limitan a indicar que en los ¨²ltimos meses se ha intensificado el fuego a trav¨¦s de la l¨ªnea.
Los cachemires perdieron el 29 de mayo pasado a Maulvi Farook, su mirwiz, la voz religiosa del valle. Y ¨¦sta y otras muertes les han radicalizado y dificultan cualquier posible negociaci¨®n.
Sin embargo, el pasado 25 de mayo Nueva Dehli destituy¨® a, Jagmohan, el hombre m¨¢s odiado en todo el valle, como gobernador de Jammu y Cachemira. Girish Saxena, su sustituto., ha cambiado radicalmente de t¨¢ctica. El toque de queda s¨®lo impera ahora 12 horas por d¨ªa. Y las tropas realizan menos registros y disparos contra la poblaci¨®n.
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