De Gaulle, a?o cien
Los franceses tienen ante s¨ª un aniversario ecl¨¦ctico. Un a?o despu¨¦s del bicentenario de la revoluci¨®n que envi¨® a Luis XVI a la guillotina, se disponen a celebrar el centenario de Charles de Gaulle, un hombre que no tuvo inconveniente en escribir al conde de Par¨ªs poco despu¨¦s de su abandono del poder en 1969: "Durante toda mi vida me he esforzado en seguir la pol¨ªtica de los Capetos". ?Tan enorme es la contradicci¨®n? Geograf¨ªa obliga: los grandes antepasados, como bien hizo notar Albert Sorel, tardaron muy poco en adaptarse, para sus relaciones con el mundo exterior, a la horma de la dinast¨ªa derrocada. En cualquier caso, hay un rasgo esencial que une a este rebelde del 18 de junio con los revolucionarios de 1789, y es el patriotismo, o, mejor dicho, trat¨¢ndose de ellos, el sagrado amor a la patria.Amor, ¨¦sta es la palabra, y no excesivamente fuerte. Para De Gaulle -lo ha dejado escrito en Al filo de la espada-, Francia era ni m¨¢s ni menos que la princesa de los cuentos ( ... ), la madonna de los grandes frescos murales ( ... ) volcada hacia un destino eminente y excepcional". Estos rom¨¢nticos prop¨®sitos, que evidentemente tienen la influencia de Barr¨¦s y de Rostand, pueden hacernos sonre¨ªr hoy. Pero el jefe de la Francia libre, no contento con inscribir su sue?o en una visi¨®n del mundo, llena siempre de intuiciones prof¨¦ticas - "ahora es cuando la guerra est¨¢ definitivamente ganada", dijo, por ejemplo, al coronel Passy la noche del ataque de Pearl Harbour-, pon¨ªa a su servicio, adem¨¢s de una voluntad y un coraje a toda prueba, un pragmatismo rayano a veces en la escrupulosidad.
Cristiano y nietzscheano a un tiempo, y en los pliegues algo m¨¢s que una sospecha de maurrasismo, siempre estuvo convencido de que la moral pol¨ªtica ten¨ªa muy remotas relaciones con la del serm¨®n de la monta?a.
Desde la ejecuci¨®n de Fuchoti hasta la de Raction-Thiny, el brazo de su justicia fue con frecuencia muy pesado, o m¨¢s pesado al menos de lo que se hubiera podido esperar de un hombre que se hab¨ªa propuesto como objetivo agrupar a los franceses.
De este personaje fuera de serie, Churchill escribi¨® en sus Memorias que "nunca hab¨ªa encontrado a nadie tan ocupado en su propia aventura". ?Y qu¨¦ aventura la que podemos rastrear a trav¨¦s de los art¨ªculos publicados desde hace casi medio siglo en Le Monde! Aventura que hubiera sido completamente diferente, innecesario es recordarlo, si en junio de 1940 se hubiera encontrado un miembro del Gobierno o un jefe militar con m¨¢s estrellas que ¨¦l dispuesto a recomponer los fragmentos del desmoronado poder. Si la IV Rep¨²blica hubiera sabido obtener la paz en Argelia. Si en el ocaso de su vida no hubiera encontrado en s¨ª mismo, mientras la tormenta amenazaba con hundir al Estado, la fuerza necesaria para acabar con el pu?ado de insurrectos de Argel y con la mascarada del Mayo 68.
De un hombre tan entregado a la dama de sus pensamientos lo ¨²ltimo que se pod¨ªa esperar es que la abandonara en brazos de un extranjero o de un franc¨¦s indigno de ella. La continuidad de su acci¨®n es pues total entre la ¨¦poca de la Francia libre, luego combatiente, de la que fue un jefe inc¨®modo para todas las partes, y los combates que llev¨® a cabo durante la IV y la V Rep¨²blica contra los partidos, contra los comunistas, rebautizados separatistas, a favor de una Europa de las patrias, pero contra la de la supranacionalidad y la del volap¨¹k, contra la doble hegemon¨ªa y a favor de la retirada del comando integrado de la OTAN, defensor de una fuerza que entonces se llam¨® de choque.
Su obra es inmensa. Pese al peque?o peso espec¨ªfico de una naci¨®n cuya poblaci¨®n no representa m¨¢s de la cent¨¦sima parte de la humanidad, se empe?¨® en mantener para Francia un alto rango que le obligaba a cumplir con la elevada misi¨®n para la que la cre¨ªa destinada. Sin ¨¦l, Francia no hubiera recibido en compa?¨ªa de los tres grandes la capitulaci¨®n del Reich y de Jap¨®n. No conservar¨ªa los "derechos reservados" sobre Alemania en uni¨®n de nuevo con los grandes. No ser¨ªa uno de los cinco miembros permanentes, con el derecho al veto que ello implica, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
No dispondr¨ªa de una fuerza de disuasi¨®n nuclear. Su ej¨¦rcito hubiera sido probablemente incorporado a una comunidad europea de defensa a las ¨®rdenes del mando estadounidense, y hubiera abdicado desde hace mucho tiempo a una parte de su soberan¨ªa para ponerla en manos de una federaci¨®n europea. Por otra parte, Dio s sabe a qu¨¦ hubiera conducido la guerra en Argelia. Y tambi¨¦n parece dudoso que la naci¨®n se hubiera dotado de unas instituciones que, cortadas a la medida de De Gaulle, tan c¨®modas han resultado para sus tres sucesores, incluido quien hab¨ªa dicho al respecto que se trataba de "un golpe de Estado permanente".
En fin, no habr¨ªa que olvidar que este puritano desconfiaba tanto del poder del dinero como de los restantes grupos de presi¨®n. En el momento de la liberaci¨®n se entreg¨® a masivas nacionalizaciones y siempre tuvo frente a s¨ª los recelos, por no decir algo m¨¢s fuerte, de una parte de la clase adinerada; y s¨®lo a una defecci¨®n de una parte de su electorado, inquieta por sus proyectos de participaci¨®n, se debi¨® a la p¨¦rdida, en 1969, de su ¨²ltimo refer¨¦ndum.
Este hombre tempestuoso, encerrado desde hac¨ªa tiempo en su silencio, tuvo la muerte m¨¢s prosaica; se hundi¨®, tras una breve recuperaci¨®n, unos momentos antes del telediario de la tarde que se dispon¨ªa a ver, como todo hijo de vecino, en la pantalla de su televisor. Hace de esto 20 a?os. Si hoy levantara la cabeza, el mundo que descubrir¨ªa le sorprender¨ªa poco; siempre crey¨® que las naciones eran m¨¢s fuertes que las ideolog¨ªas y que Alemania se reunificar¨ªa: ?habr¨¢ que recordar que se neg¨® obstinadamente a reconocer a la RDA porque a sus ojos no representaba m¨¢s que la voluntad del ocupante? Su querida Europa, "del Atl¨¢ntico a los Urales", ?no se halla en v¨ªas de convertirse en una realidad?
Y en la misma Francia, el hombre que hab¨ªa denunciado 1as delicias y los sinsabores del sistema", poco asombrado quedar¨ªa ante la confusi¨®n que caracteriza hoy la vida pol¨ªtica, y escasa ser¨ªa su turbaci¨®n ante la manera con que la mayor¨ªa y la oposici¨®n acaban de enterrar una serie de esc¨¢ndalos con el sudario de la amnist¨ªa; muchas veces expres¨® sus m¨¢s pesimistas pron¨®sticos sobre lo que pa
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