Rolling
Los Rolling Stones han cantado en el estadio Vicente Calder¨®n, de Madrid, y se calcula que fueron a, verles unas 120.000 personas. Antes estuvieron en Barcelona e ir¨ªan. otras tantas, de donde la matem¨¢tica deduce que un cuarto de mill¨®n de espa?oles acudieron a donde los Rolling les convocaban., y se a?ade el dato de que disfrutaron a tope. Dios bendiga a los Rolling Stones por haber hecho disfrutar durante varias horas a un cuarto de mill¨®n de espa?oles que, sin ellos, a lo mejor se las habr¨ªan pasado refunfu?ando.El espect¨¢culo de los Roll¨ªng combina gigantismo y electr¨®nica, luz y color, con resultados deslumbrantes. Los Rolling aparecen en escena transfigurados de sobrenaturalidad. Y sin necesidad de hacer nada del otro jueves; ¨¦se es el m¨¦rito. Porque pegaron gritos y dieron zapatetas, que cualquiera sabe hacerlo, pero, obviamente, zapatetas y gritos no son los mismos si los da el vecino que si los dan los Rolling Stones.
Entre pegar gritos y dar zapatetas en la vecindad o en un gigantesco escenario deslumbrante de luz y color hay notables diferencias. En un escenario as¨ª, cuanto suceda adquiere caracteres picos. Sin ir m¨¢s lejos, Mick Jagger se quit¨® la chaqueta, la tir¨® al suelo y le pegaron tal ovaci¨®n por eso que r¨ªase del gol de Zarra o de los tres pases cambiados de Antonio Bienvenida.
A los Rolling les llamaban monstruos sagrados, y en efecto lo son, o no tendr¨ªa sentido el paroxismo que provocaron. La gente bailaba el rock alegre y marchosa, prorrump¨ªa en v¨ªtores, aplaud¨ªa a rabiar, flameaba la ense?a de Mick Jagger, que es una bocaza con la lengua fuera, y hubo hasta quien se desmay¨®.
Cantaron a amplificador sacado, y no s¨®lo dejaron sordo a todo el estadio, sino tambi¨¦n a cuarto ser viviente hubiera en varios kil¨®metros a la redonda. Algo sublime, la verdad. Con esos amplificadores, sale la abuela y te crees que es la Caball¨¦.
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