Qu¨¦ grande es ser joven
Unas recientes declaraciones del consejero del Poder Judicial don Manuel Peris en su comparecencia ante la Comisi¨®n de Justicia del Congreso de los Diputados han servido para echar m¨¢s le?a al fuego en esa gran ceremonia de la confusi¨®n que es la Administraci¨®n de justicia en Espa?a.Pues ahora resulta que son los jueces j¨®venes, por el hecho de ser j¨®venes, quienes carecen de la preparaci¨®n necesaria para administrar justicia sin que sus sentencias levanten pol¨¦micas o sean contrarias a derecho.
No queremos pensar que don Manuel Peris sea partidario de la gerontocracia, tan cara a las dictaduras -de derechas y de izquierdas-, entre otras razones porque su talante democr¨¢tico est¨¢ plenamente contrastado. Y preferimos creer que el consejero del Poder Judicial estaba advirtiendo sobre un peligro real que acecha no s¨®lo a los jueces, sino a toda la sociedad espa?ola, esto es: la trivializaci¨®n del sistema educativo en general, que afecta a toda la sociedad.
Porque la realidad cotidiana se encarga de establecer que hay quien es un lerdo desde su juventud hasta su senectud, que hay j¨®venes bien o mal preparados y adultos -en cualquier oficio- que hacen bien o mal las cosas.
Tan simplificador resulta intentar esconder bajo la capa de la juventud determinados errores como afirmar que con el paso de los a?os se aprende m¨¢s.
Basta fijarse en las ¨²ltimas sentencias -de las muchas y pol¨¦micas- que se han dictado ¨²ltimamente para darnos cuenta de que los jueces que las redactaron no son unos reci¨¦n llegados a la carrera judicial. Quien decidi¨® que la minifalda justifica los acosos sexuales, el juez que acaba de decidir que los hematomas que presentaba una mujer pod¨ªan ser fruto del juego amoroso y no de una violaci¨®n, el que en Extremadura se pone de parte de los latifundistas en contra de los jornaleros, llevan tantos a?os en la profesi¨®n que los bajos de sus togas ya est¨¢n ra¨ªdos de tanto arrastrarlas por los estrados.
?Significa esto que todos los jueces con muchos trienios a sus espaldas son unos carcas? En absoluto. Pero tambi¨¦n es preciso denunciar aqu¨ª que no es de recibo la reacci¨®n de la Asociaci¨®n Profesional de la Magistratura -conservadora sin fisuras-, que ante las declaraciones del consejero Peris se rasg¨® las vestiduras al recordar que ellos ya se mostraron contrarios a que la edad de jubilaci¨®n de los jueces se aproximase a la del resto de espa?oles.
Queremos decir, en definitiva, que ni la antig¨¹edad es un grado ni la juventud una patente de corso. De lo que se trata es de que los jueces -como cualquier otro profesional- tengan acceso a unos canales de formaci¨®n permanente, que primero les proporcione la experiencia necesaria para realizar su labor, y a partir de ah¨ª les vacune contra la esclerosis profesional, ?gran amenaza para todo el que ha aprobado una oposici¨®n!
Y ha sido precisamente la Asociaci¨®n Profesional de la Magistratura la que m¨¢s se ha opuesto al denominado tercer turno, ley del Gobierno socialista mediante la cual se permite acceder a la judicatura a juristas de reconocido prestigio profesional sin necesidad de pasar por unas oposiciones.
En este orden de cosas, la Escuela Judicial debe replantearse en profundidad su programa de estudios, tanto en su contenido como en la duraci¨®n de los mismos. Est¨¢ claro que mil jueces no se improvisan en un d¨ªa o en unas semanas, y que la formaci¨®n de un juez es compleja. Tanto, que exige el esfuerzo de todos. Por ello, no deja de ser preocupante la reciente sentencia del Tribunal Constitucional de 19 de mayo donde, entre otras cosas, se dice que, en materia de formaci¨®n de los jueces, el Estado tiene competencias exclusivas. Cerrar las puertas a las autonom¨ªas en materia de formaci¨®n de jueces no ayuda en absoluto a resolver el problema.
Pero tampoco se puede caer en el error de achacar todos los males que afectan a los jueces a su formaci¨®n estrictamente profesional, corporativa o como se prefiera llamarla. Estamos firmemente convencidos de que para ser un buen juez no basta con saberse bien los c¨®digos. Adem¨¢s es absolutamente necesario tener sensibilidad. Una sensibilidad democr¨¢tica que le permita al juez sintonizar con los anhelos generales de una sociedad basada en la solidaridad, el respeto entre sus miembros y la defensa de los bienes de la colectividad. Y que -hay, que recordarlo una vez m¨¢s- respete escrupulosamente la ya c¨¦lebre divisi¨®n entre los tres poderes, judicial, legislativo y ejecutivo.
No es ocioso recordarlo en estos momentos: porque esa divisi¨®n supone adem¨¢s que cada uno de los poderes asuma sus responsabilidades y que no intente derivarlas hacia otros terrenos. Por decirlo bien claro, la sociedad espa?ola asiste en estos d¨ªas al lamentable espect¨¢culo que supone la injerencia o la dejaci¨®n de funciones por parte de estos poderes. El ejecutivo presiona al legislativo. El judicial se ampara en un legislativo que se las ve y se las desea para mantener su independencia, y al final resulta que los males de la justicia tienen como responsables a unos jueces que, por ser j¨®venes, carecen de experiencia; por ser viejos, est¨¢n resabiados: pero quien acaba pagando el pato es el justiciable. ?Sorprendente resultado en un estado de derecho!
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