Los matices del gris
La nueva configuraci¨®n pol¨ªtica de Nicaragua permitir¨¢, seg¨²n el autor, contar con dos polos de sustentaci¨®n pol¨ªtica aptos para articular un intercambio democr¨¢tico en la naci¨®n centroamericana por primera vez en su historia.
Durante los ¨²ltimos meses he podido observar -desde una posici¨®n privilegiada, como consultor de las Naciones Unidas- el proceso electoral en Nicaragua. Me resulta dif¨ªcil sustraerme a comentar no tanto el proceso en s¨ª cuanto sus consecuencias ante el desgarrado maximalismo -de blanco o negro- con que se est¨¢ leyendo lo acaecido desde el 25 de febrero en el pa¨ªs centroamericano. Creo que la significaci¨®n hist¨®rica de lo sucedido requiere alg¨²n an¨¢lisis sine ira et studio que exhibe menos blanco y negro y m¨¢s tonalidades grises.El desenlace electoral ha funcionado como un toque de corneta universal que hubiera convocado a la ¨²ltima cruzada de la era moderna. Y as¨ª, nos hemos encontrado con quienes -atalayados en el fin de la historia- insertan este resultado electoral en la ola de descomunistizaci¨®n que sacude el mundo y lo presentan como el pen¨²ltimo eslab¨®n de la culminaci¨®n de los tiempos. Desde opuestas posiciones se est¨¢n haciendo volatines interpretativos para demostrar que vale m¨¢s el 41% que ha votado al FSLN que el 55% que lo hecho por la UNO. En mi criterio, ambos an¨¢lisis son sustancialmente incorrectos. Ni la victoria de la UNO es la respuesta ideol¨®gica a la ca¨ªda del imperio del Este, ni la condici¨®n estomacal (y, por tanto, la inferior calidad) que se predica del voto a la UNO se tiene de pie. Lo que ha sucedido es m¨¢s complejo.
En sustancia, el mandato que la inmensa mayor¨ªa del electorado nicarag¨¹ense, esto es, la inmensa mayor¨ªa de quienes han votado a la UNO y al FSLN, ha transmitido con su voto es el mismo: que se acabe la guerra, que haya qu¨¦ comer, que se reconstruya el pa¨ªs. Sucede que lo han dicho de dos formas. Unos, votando al FSLN que les dec¨ªa que todo ser¨¢ mejor, desapeg¨¢ndose en parte de su propia gesti¨®n, y que lanzaba inequ¨ªvocos gui?os de conciliaci¨®n al poderoso vecino del Norte. Otros, los m¨¢s, votando a la UNO, que nunca fue muy expl¨ªcita en sus promesas, pero que bajo el liderazgo -m¨¢s emblem¨¢tico que otra cosa- de do?a Violeta Barrios de Chamorro impl¨ªcitamente invocaba la conciliaci¨®n con Estados Unidos, el fin de la Contra, la llegada de nueva ayuda internacional y el restablecimiento de la condici¨®n republicana de Nicaragua. Cierto que la propuesta de cada uno era distinta y el nivel de agresividad verbal de la contienda muy alto. Pero en un contexto como el latinoamericano, con una tradici¨®n de violencia electoral muy persistente, no deja de ser significativo que el saldo del proceso nicarag¨¹ense se haya limitado a un muerto, m¨¢s bien accidental, en un incidente en Masatepe. Si los hechos son a veces m¨¢s elocuentes que las palabras, la voluntad de civilidad acreditada por ambas partes tanto en el proceso electoral como en el traspaso de poderes es el augurio de una din¨¢mica pol¨ªtica diferente, aunque pervivan amenazas serias como el chantaje de la Contra o el uso intimidatorio de su fuerza por alguna fracci¨®n del FSLN.
El an¨¢lisis reduccionista del proceso tiene una versi¨®n desde la derecha y otra desde la izquierda. Para la primera, estos resultados acreditan retrospectivamente la condici¨®n dictatorial del Gobierno de Daniel Ortega y la naturaleza opresiva del r¨¦gimen del FSLN, que cae como un castillo de naipes tan luego el pueblo se puede expresar con libertad. Pura simpleza anal¨ªtica. Porque el 41% obtenido por el Frente (aunque una parte del mismo se componga de voto deferente y clientelar) no guarda ninguna relaci¨®n con los ¨ªnfimos porcentajes obtenidos por los comunistas (v¨¦ase Polonia, Alemania del Este, Hungr¨ªa y Checoslovaquia) all¨¢ donde est¨¢n siendo arrasados por recambios democr¨¢ticos. Hay m¨¢s: ning¨²n Gobierino saliente en Am¨¦rica Latina en estos a?os de estancamiento cum violencia ha concitado tanto apoyo popular en las urnas. Cuando, tras 10 a?os de guerra, bloqueo y privaciones generalizadas, la candidatura de Daniel Ortega consigui¨® atraer a m¨¢s del 40% de los electores nicarag¨¹enses, hay que pensar que la revoluci¨®n sandinista no puede juzgarse desde el esquema simplificador de la demonizaci¨®n de las dictaduras. Si en alg¨²n momento de su trayecto hist¨®rico el sandinismo tuvo un curso cuasi totalitario, parece evidente que ha sabido redimirlo.
Como no cabe tampoco -frente al reduccionismo practicado por cierta izquierda- encastillarse en la explicaci¨®n de que el voto por la UNO es la expresi¨®n pancista de quienes cambiar¨ªan su dignidad nacional por un plato de frijoles con arroz. Dudosa comprensi¨®n del significado de la democracia. Porque el voto a la UNO -aunque pudiera a su vez tener alguna excrecencia somocista u olig¨¢rquica- no es sino la leg¨ªtima expresi¨®n de la mayor confianza en una alternativa plural -de dominancia tanto liberal y conservadora como republicana, es decir, constitucionalista- para parar la guerra, reconciliar el pa¨ªs y reconstruir la econom¨ªa.
Dos mitades desiguales
El voto ha dividido Nicaragua en dos casi mitades de desigual tama?o. La m¨¢s peque?a, el FSLN, es, de momento, la m¨¢s s¨®lida. La talla de Daniel -eso que llaman los sajones statemanship, la condici¨®n de estadista- se est¨¢ mostrando en la derrota y en la gesti¨®n del traspaso de poderes. Su actitud, en la medida en que sea compatible con la direcci¨®n efectiva de todas las heterog¨¦neas familias del FSLN, transformado m¨¢s en partido de oposici¨®n que en difuso bloque pol¨ªtico-sindicalmilitar, parece la segura v¨ªa de consolidaci¨®n del sandinismo como la alternativa socialdem¨®crata al bloque de derechas que ha ganado en febrero. A su vez, si dentro de la UNO prevalece el bloque conciliador de Alfredo C¨¦sar o Antonio Lacayo sobre los intransigentes que encabeza Virgilio Godoy y se logra articular una expresi¨®n pol¨ªtica de liberalismo adaptado a las claves de un pa¨ªs sumido en la pobreza y en la injusticia, Nicaragua contar¨¢ con dos polos de sustentaci¨®n pol¨ªtica aptos para articular un intercambio democr¨¢tico civil por vez primera en su historia.
El dilema est¨¢, tras la transmisi¨®n del poder el 25 de abril, en c¨®mo la entrega de la responsabilidad de gobierno a la UNO se hace compatible con la creaci¨®n de un espacio pol¨ªtico en que los sandinistas puedan hacer valer su fuerza parlamentaria sin que se cree un retraimiento potencialmente peligroso.
La -probablemente imprescindible- reforma constitucional brinda, insospechadamente, una ocasi¨®n para ello, toda vez que la UNO por s¨ª sola no tiene ni diputados suficientes para sacarla adelante, ni siquiera unidad estrat¨¦gica bastante para convenirla internamente. Su bloque conciliador requiere de cierta asistencia del FSLN. Los espacios de consenso que esta ocasi¨®n pudiera abrir deber¨ªan aprovecharse para fundar un orden convivencial nuevo, cuyos pilares fueran al tiempo igualmente la asunci¨®n por todos del orden liberal-democr¨¢tico y la asunci¨®n igualmente por todos del contenido razonable (sobre todo las conquistas sociales) de la revoluci¨®n de 1979.
Gabriel Jackson, desde sus propias premisas de an¨¢lisis, ha escrito que "Nicaragua ofrece excelentes posibilidades para la consolidaci¨®n de una democracia pol¨ªtica y un m¨ªnimo de justicia social". Un juicio m¨¢s esc¨¦ptico dir¨ªa que Nicaragua ofrece tales posibilidades, pero tal vez se ahorrara el "excelentes". Y personalmente entiendo que la distancia entre la posibilidad y la probabilidad toca fundamentalmente recorrerla a los pa¨ªses del Primer Mundo.
Acci¨®n primero para reconstruir el virtualmente aniquilado tejido econ¨®mico del pa¨ªs. Los 300 millones de d¨®lares que, a rega?adientes, acaba de conceder el Congreso de Estados Unidos son claramente insuficientes para cubrir unas necesidades perentorias que superan lo imaginable. Baste decir que, en t¨¦rminos de renta por habitante, s¨®lo Jamaica est¨¢ en Centroam¨¦rica (como conjunto, una de las ¨¢reas m¨¢s pobres del planeta) por detr¨¢s de Nicaragua.
La guerra y el bloqueo han esquilmado el pa¨ªs hasta la indigencia. Ah¨ª Espa?a -en el marco de la CE- tiene un importante papel impulsor que jugar. Y si desde la caverna se ha estado estos a?os atr¨¢s criticando demag¨®gicamente la cooperaci¨®n espa?ola -a mi juicio, adecuada y justa-, ahora no se puede reducir o suprimir esa ayuda a la vista de las nuevas circunstancias pol¨ªticas. Los 40 millones en cr¨¦ditos FAD aprobados despu¨¦s de las elecciones son un buen comienzo en esa direcci¨®n que no deber¨ªa truncarse.
Un poco de sosiego
Omisi¨®n, despu¨¦s. Tras las elecciones y el trasiego poselectoral -que han tenido lugar, seg¨²n feliz expresi¨®n, "bajo una lupa iluminada por un reflector"-, los nicarag¨¹enses merecen un poco de sosiego. Por fortuna para ellos, los cambios en el Este les privan de parte del surplus geopol¨ªtico que hasta ahora han padecido.
Vuelve as¨ª Nicaragua a ser lo que nunca dej¨® de ser: un peque?o y pobre pa¨ªs, con una poblaci¨®n de apenas cuatro millones que, como cantara el poeta nacional Rub¨¦n Dario, "a¨²n reza a Jesucristo y a¨²n habla espa?ol". Libre quiz¨¢ del hostil acoso norteamericano y olvidada la a menudo est¨¦ril condici¨®n simb¨®lica de ¨²ltima bandera del internacionalismo militante, es hora de que se devuelva a los nicas la capacidad de decidir por s¨ª mismos. Dejemos a Nicaragua una oportunidad para descubrir -entre el verde milagroso de sus lagos y el ocre ceniciento de sus volcanes- la belleza escondida de las mil tonalidades del gris.
es soci¨®logo y ha sido consultor de la ONU en las elecciones en Nicaragua.
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