Danzas africanas
La teatralizaci¨®n de bailes folcl¨®ricos -o danzas ¨¦tnicas, como tiende a llam¨¢rselas ahora siempre produce cierta desaz¨®n: no solamente caben toda clase de dudas respecto de la autenticidad del producto mostrado, sino que incluso resulta inevitable preguntarse qu¨¦ sentido tiene presentar tan fuera de contexto, para consumo inmediato en forma de espect¨¢culo por parte de un p¨²blico ajeno, sin m¨¢s referencias ni esfuerzos de acercamiento cultural, lo que sigue siendo actividad esencial en muchas civilizaciones no europeas -la danza-, que en nuestro mundo fue hace muchos a?os relegada al papel de arte subordinado y ornamental.Las dudas se disipan -al menos en el caso de? Ballet Africano de Guinea-, que inaugur¨® el lunes en el Cuartel del Conde Duque el ciclo Los Veranos de la Villa, cuando se comprueba la capacidad de una agrupaci¨®n como ¨¦sta, la de m¨¢s solera de ?frica, que lleva haciendo giras por Europa desde 1952, de conectar con el p¨²blico (que respondi¨® entusi¨¢sticamente) y, al mismo tiempo, de ofrecer claves importantes sobre su mundo y sobre la centralidad de la danza en la cultura tribal del ?frica Occidental.
Ballet Africano de Guinea
Core¨®grafo: Mohamed Kemoko Sano. Director t¨¦cnico: Hamidov Bangoura. Director art¨ªstico: Italo Zambo. Madrid, Centro Cultural del Conde Duque. Lunes, 9 de julio.
Cuando en la segunda parte del espect¨¢culo los bailarines -acompa?ados siempre por su propia agrupaci¨®n musical de instrumentos tradicionales- se metieron en la harina de las trepidantes danzas de la regi¨®n guineana (kargnan, mindiani, soko, dundun, etc¨¦tera), electrizaron al personal con los impresionantes juegos y cambios de ritmo, la desarticulaci¨®n del movimiento y los rasgos de acrobacia.
El esp¨ªritu del r¨ªo
Sin embargo, el espect¨¢culo en su conjunto est¨¢ quiz¨¢ excesivamente sometido a las reglas occidentales del ballet tradicional. En la primera parte se escenifica una leyenda mandingue -la leyenda Malisadio-, sobre Mal¨ª, el esp¨ªritu del r¨ªo Bafing, al que una mujer encinta se compromete a entregar su hija para que salve al pueblo de la sequ¨ªa. La segunda se centra en la aventura de un le?ador, que un d¨ªa echa una mano a la tortuga gigante -"el m¨¢s antiguo y sabio animal del bosque"-, y despu¨¦s despierta las iras de los dem¨¢s animales, porque tala un ¨¢rbol centenario. La tortuga, agradecida, le salva del peligro y adem¨¢s, en premio, le regala una campana gigante, "la campana de la civilizaci¨®n mandingue", pero record¨¢ndole al tiempo que hay que vivir en armon¨ªa con el bosque.La fiesta viene despu¨¦s. Todo est¨¢ relatado haciendo uso de la pantomima, con momentos felices y que suenan aut¨¦nticos en el movimiento de los esp¨ªritus del bosque -que muestran maravillosas m¨¢scaras-, por ejemplo, pero al mismo tiempo con muchas concesiones a la galer¨ªa de espectadores occidentales y una forma de visualizar y dosificar el baile en que se ve el sello de Moisseyev y sus seguidores, que han estandarizado hasta la trivializaci¨®n el dise?o de cualquier danza tradicional. Aun as¨ª, el espect¨¢culo en su conjunto -sobre todo teniendo en cuenta las pocas ocasiones que hay en Madrid de ver danza africana- resulta fascinante y, a pesar de los fallos de organizaci¨®n, que este a?o han alcanzado nuevas cimas (ni siquiera se reparti¨® programa de mano), un buen arranque de la temporada veraniega.
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