Torear un toro de casta
JOAQU?N VIDAL Un toro de casta y toreo. Eso se vio ayer en Pamplona. S¨®lo una vez, pero una no es ninguna y, del lobo, un pelo. As¨ª que el asunto t¨¢urico a¨²n no est¨¢ perdido del todo. Torear un toro de casta es lo que hizo Emilio Mu?oz y record¨® lo que siempre fue la verdad de la fiesta: el toro de lidia tal cual lo pari¨® su madre -la vaca- el torero que le presenta pelea en el centro del redondel. C¨®mo resultaba la pelea, esa era otra cuesti¨®n y, en definitiva, lo que distingu¨ªa a los buenos de los malos toreros.
Unos pod¨ªan con el toro de lidia tal cual lo pari¨® su madre la vaca, otros no; y a¨²n entre los que pod¨ªan, unos toreaban por lo art¨ªstico y bello, otros por lo desastrado y r¨²stico. De donde se deduc¨ªa que las lidias, las faenas, las corridas, pod¨ªan ser buenas o malas, pero nunca aburridas. El toro pon¨ªa la emoci¨®n, y los toreros todo lo dem¨¢s.
Cebada / Dom¨ªnguez, Mu?oz, Cepeda
Toros de Cebada Gago, con trap¨ªo, de variada y vistosa capa, en general con casta. Roberto Dom¨ªnguez: pinchazo, estocada y rueda de peones (algunos pitos); pinchazo hondo, rueda de peones y descabello (silencio). Emilio Mu?oz: estocada corta ca¨ªda (oreja); dos pinchazos y media escandalosamente baja (pitos). Fernando Cepeda: estocada delantera perpendicular ca¨ªda a toro arrancado, rueda insistente de peones -primer aviso-, dos descabellos, rueda de peones, pinchazo -segundo aviso con un minuto de retraso-, pinchazo y dos descabellos (pitos); estocada, rueda de peones y descabello (pitos) Plaza de Pamplona, 10 de julio. Quinta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Emilio Mu?oz le plante¨® la faena a su encastado primer toro en el centro del redondel, le oblig¨® a humillar en unos emocionantes ayudados por bajo de poder a poder, le embarc¨® en dos tandas de redondos vibrantes y cargando la suerte. Tandas cortas, de tres o cuatro muletazos cada una, seg¨²n manda el arte, abrochadas con el pase de pecho, o el cambio de mano y pase de pecho por la izquierda, o el molinete, y cerraba, de tan bonita manera, una muestra acabada del dominio y la torer¨ªa. Los ol¨¦s que escuch¨® Emilio Mu?oz por su toreo fueron estruendosos. En una tanda de naturales el toro se le qued¨® algo corto, en otra de derechazos algo largo, pues se recreci¨®, machete¨® breve, mat¨® de una estocada y obtuvo la oreja, ganada a ley.
El quinto tambi¨¦n ten¨ªa casta pero m¨¢s agresiva y con ese toro no pudo Emilio Mu?oz. Le tom¨® la muleta con tanta codicia que opt¨® por quit¨¢rselo de en medio y lo hizo en plan salvaje; es decir, al estilo de la selva: de un alevoso machetazo por junto al codillo. Lo cual no est¨¢ bien en ning¨²n caso y menos a¨²n en quien una horita antes hab¨ªa toreado tan gallardamente a un toro de casta.
El contraste de esta montaraz forma de comportarse lo puso Roberto Dom¨ªnguez, que es diestro acad¨¦mico. Roberto Dom¨ªnguez es diestro acad¨¦mico en las posturas y las pone de libro. Le correspondieron dos toros apagados de temperamento, tardos de arrancada, cortos de embestida, y no paraba de mirarlos. Roberto Dom¨ªnguez es el torero que m¨¢s y mejor mira al toro. En los lances de recibo, en la brega, en los cites, en los desplantes, lo mira por delante, por detr¨¢s, por los lados, por arriba, por abajo y parece que se lo va a comprar. A los toros tardos-cortos -pusil¨¢nimes de ayer, los remir¨® despacioso, sac¨® algunos pases sueltos vaciando hacia afuera, porfi¨® otros, mat¨® con brevedad y luego se retir¨® a descansar.
Para que hubiera de todo en la tarde hubo hasta un Fernando Cepeda que no recordaba en nada ni al propio Fernando Cepeda ni a torero alguno. Fernando Cepeda estuvo en el ruedo igual que habr¨ªa estado un mozo que se tirara de espont¨¢neo. Desconfiado con capote, con muleta y con espada, a su primer toro no se atrev¨ªa a acerc¨¢rsele ni para descabellarlo. Quiz¨¢ el motivo de su desconfianza fuera la casta de los toros, porque las figuras de? toreo -y Fernando Cepeda lo era hasta anteayer, lunes- se encuentran con toros de casta rara vez. No se sabe. De cualquier forma, despu¨¦s de la experiencia que vivi¨® con los toros de Cebada Gago, lo m¨¢s probable es que no quiera volver a verlos ni en fotograf¨ªa.
Babelia
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