Miurada moruchona

JOAQU?N VIDAL. La miurada result¨® moruchona, qu¨¦ se le va a hacer. Hay tardes de toros frustrantes y ayer fue una de ellas pues la afici¨®n pamplonesa y el mocer¨ªo de por junto ten¨ªan mucha ilusi¨®n con los miuras.

Sus estampas eran bellas, sus alzadas muy serias, sus pesos impresionantes, y nadie habr¨ªa apostado demasiado por la bravura de los miuras -que esa es condici¨®n rec¨®ndita del toro, imposible de adivinar- pero s¨ª por su casta. Toro de casta produce lidias argumentadas y emocionantes, que satisfacen plenamente a los aficionados, y eso, por lo menos, se esperaba de los miuras.

Luego lleg¨® la cruda realidad de la corrida y el que apost¨®, perdi¨®. Los miuras resultaron moruchos, Y a¨²n peor, porque estaban medio inv¨¢lidos o inv¨¢lidos del todo; desarrollaban sentido; los pocos que no desarollaron sentido sacaron a relucir burrer¨ªa, y uno que acab¨® noble, ese parec¨ªa m¨¢s bien cordero.

Por si algo les faltaba a estas joyas miure?as, hubo cuatro que aparecieron por los chiqueros extra?amente mermaditos de astas, y en cuanto derrotaban, se les abr¨ªan los pitones, y tal cual quedaban, en vez de cuernos parec¨ªan brochas de encalar paredes. El sexto derrot¨® en un burladero con el pit¨®n izquierdo y sucedi¨® lo que dicho queda; luego arrebat¨® el capote a Tom¨¢s Campuzano con el derecho, y simplemente por dar el tir¨®n, le ocurri¨® lo mismo.

Toro de seria estampa, ¨ªntegro, emocionante, peligroso por m¨¢s se?as, aut¨¦ntico miura fue el primero, al que Miguel Marquez tore¨® con mucho pundonor y magistral estilo. Se le colaba el toro y libr¨® las tarascadas con serenidad, no le perdi¨® nunca la cara, intent¨® dos veces embercarle por redondos y otras tantas por naturales. Los mozos le cantaban a M¨¢rquez: "?No sabe, no sabe!", le hac¨ªan cuchufletas y rechuflas. Buenos estaban los mozos. Un d¨ªa antes se hab¨ªan entusiasmado con las reolinas que unas figuritas avispadas les daban a los borregos. As¨ª que el mundo al rev¨¦s. Y a esto le llaman afici¨®n torista. Y a esto lo anuncian Feria del Toro. El cuarto fue el manso cordero. Se desplomab, a poco que Miguel M¨¢rquez le bajara la mano. Miguel M¨¢rquez le salud¨® con unos estatuarios en el centro del redondel, sigui¨® con buenos redondos, despu¨¦s por naturales cargando la suerte. Muy bien, excelente, todo cuanto se quiera mas para que le aplaudieran, hubo de hartarse de pegar giradillas mirando al tendido, intercalar rodillazos, apuntar circulares. Y para no dejar cabo suelto, mat¨® en la suerte de recibir.

Manili tambi¨¦n sud¨® lo suyo faj¨¢ndose con un toro que desarrollaba sentido y otro amoruchado. Pudo con los dos. Manlli sigue siendo el torero pundonoroso y valiente de hace dos temporadas, aunque con mejor t¨¦cnica, y esa t¨¦cnica mejorada le permiti¨® elegir los terrenos calcular las distancias, aplicar las suertes necesarias para que le embistieran un toro que desarrollaba sentido y otro amoruchado y cortarles sendas orejas, que le cayeron al esport¨®n con todo el derecho del mundo, pues nadie se las hab¨ªa regalado.

El peor lote le correspondi¨® a Tom¨¢s Campuzano y estuvo voluntarioso con ¨¦l, si bien apenas nadie se lo tuvo en cuenta porque al p¨²blico pamplon¨¦s le ha dado por vitorear a El Formidable, que es banderillero de su cuadrilla. Estaba ya muleteando Campuzano al toriburro-mocho-moruch¨®n sexto, y los mozos de las pe?as a¨²n segu¨ªan coreando "?For-midable!". El For-mida-ble hab¨ªa puesto, en realidad, par y medio de banderillas, pero daba igual. Sale a la palestra el mism¨ªsimo Pepote Bienvenida, re¨²ne los pares de poder a poder seg¨²n sab¨ªa hacerlo, y no la arman tan gorda los mozos de las pe?as. Claro que Pamplona es as¨ª, y nadie va a pretender cambiar¨ªa.