De Albania a la libertad
"Toda Tirana estaba anoche con nosotros, y tal vez toda Albania", contaba ayer por la tarde William Rusi, uno de los m¨¢s de mil refugiados albaneses que llegaron a Brindisi a bordo del transbordador Appia, enviado por el Gobierno de Roma. El puerto adri¨¢tico italiano era ayer la tierra prometida para quienes se refugiaron en diversas embajadas occidentales en la capital de Albania para dar desde ellas el gran salto a la libertad. A Brindisi llegaron en cinco barcos cerca de 4.500 albaneses. "A pesar del despliegue policial y militar", asegura Rusi, ingeniero de 26 a?os, "la gente se api?¨® en la carretera entre Tirana y Durres y lleg¨® al puerto para despedirnos. Algunos se atrev¨ªan a gritarnos: ?Bravo y mucha suerte!". Pasa a la p¨¢gina 2
Los albaneses lloran al pisar tierra italiana
Viene de la primera p¨¢ginaWilliam; su hermano Edward estudiante de 22 a?os; su novia, Sasha, estudiante de 24, y su t¨ªa, con sus dos hijos adolescentes, se refugiaron el s¨¢bado pasado en la Embajada de la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) en Tirana. De jueves a s¨¢bado, los polic¨ªas albaneses dejaron libre el acceso a las embajadas. "Mis padres nos alentaron a que nos fu¨¦ramos. Dec¨ªan que ¨¦sta ser¨ªa nuestra ¨²ltima oportunidad", se?ala William.
Los hermanos Rusi y Sasha visten vaqueros, camisetas occidentales y zapatillas de deporte. Justamente un d¨ªa antes de salir, un primo lejano de la familia, residente en Estados Unidos, les regal¨® esta ropa. "Mi madre insisti¨® en que nos pusi¨¦ramos nuestra mejor ropa antes de salir para la Embajada de la RFA", cuentan, llorando, los dos hermanos. "Lloramos desde que dejamos Tirana. Nos hubiera gustado tener all¨ª una vida digna y las libertades propias del ser humano. Durante la traves¨ªa cant¨¢bamos una canci¨®n sobre la libertad y la soledad y no pod¨ªamos dejar de llorar".
El sue?o americano
Seg¨²n Sasha, una joven bajita y guapa que hasta tuvo tiempo de pintarse un poco los ojos antes de bajar del barco y subir a uno de los tres trenes con destino a Alemania, eran "muchos los que lloraban" en el Appia. Tanto ella como Rusi quieren instalarse en Estados Unidos.
M¨¢s de mil pasajeros se agolpaban en las cubiertas del Espresso Grecia, el primer transbordador italiano que, procedente de Albania, atrac¨® ayer en Brindisi, hacia las nueve de la ma?ana. "Italia, Italia", gritaban al acercarse al puerto y divisar al ej¨¦rcito de periodistas, carabineros, voluntarios de la Cruz Roja y ambulancias que les esperaban. Un hombre, emocionado, levantaba a su hijo, de unos nueve meses, y daba gracias a Italia.
El pope cat¨®lico de rito ortodoxo Antonio Belluschi, p¨¢rroco de las comunidades italo-albanesas, creadas en el siglo XV en la regi¨®n de Cocenza, fue el primero en estrechar la mano de los refugiados que bajaban del barco procedente de Durres. Primero salieron los heridos y la ni?a de cinco d¨ªas nacida en la Embajada alemana en Tirana. Luego desfilaron las mujeres, mal vestidas y sucias despu¨¦s de d¨ªas de angustia y vida al aire libre. Algunas Iban descalzas, otras se pintaron los labios. Por ¨²ltimo, los hombres, todos j¨®venes. Se les ve¨ªa cansados, pero todos sonre¨ªan. Los padres mostraban a los ni?os y saludaban frente a las c¨¢maras de televisi¨®n. Algunos se abrazaban al pisar tierra italiana. Otros lloraban.
Los cientos de ni?os llegados parec¨ªan perplejos: las voluntarias de la Cruz Roja les distribu¨ªan chocolatinas y leche. Las mujeres recib¨ªan medias. Pr¨¢cticamente, todos los refugiados iban sin equipaje alguno; s¨®lo con el pasaporte en el bolsillo. Algunos j¨®venes ni siquiera llevaban camisas: se les hab¨ªan roto al saltar la tapia de las representaciones diplom¨¢ticas. "No s¨¦ c¨®mo empez¨® todo", explica Gert Borova, de 23 a?os, a quien s¨®lo faltaba un a?o para acabar la carrera de arquitectura. "El jueves supe que se pod¨ªa entrar en las embajadas y me decid¨ª en unos cinco minutos. Sab¨ªa que era ahora o nunca". Gert presume de su pasaporte, expedido el d¨ªa 10, que apenas recibi¨® en el barco.
"Vete si tienes valent¨ªa", afirma Eva, de 21 a?os y enfermera, que le dijeron sus padres cuando les consult¨® sobre el ¨¦xodo. Eva relata que en las sedes diplom¨¢ticas la gente se liberaba de la moneda albanesa, ya que sab¨ªan que fuera de Albania no les iba a servir. Indignada, comenta que los soldados se aprovechaban y vend¨ªan tabaco a los refugiados a 100 lekts la cajetilla, cuando en la tienda cuesta s¨®lo tres.
Lulieta Murezini, de 32 a?os, trabajaba en una f¨¢brica de tapices y huy¨® junto con su hijo, de 10 a?os, y su marido, mec¨¢nico de profesi¨®n. V¨ªa Alemania, es pera llegar a Australia, donde tiene un t¨ªo. No desea volver a Albania porque su dirigente, Ramiz Alia, "no cambiar¨¢ nunca".
Otros esperan volver una vez cambiado el r¨¦gimen. "El Go bierno de Ramiz Alla abri¨® un poquito la llave para que salgan chorritos de agua", explica William Rusi, "pero cuando el flujo de agua se vuelva demasiado fuerte estallar¨¢ esta llave". No sabe si se producir¨¢ el estallido pero recuerda: "Tampoco nos imagin¨¢bamos que el muro de Berl¨ªn fuera a caer".
Por otra parte, las comunida des ?talo-albanesas, enclave culturales en las zonas m¨¢s po bres de Italia -Puia, Calabria y Sicilia-, se preparan para reci bir a sus "hermanos de sangre" Han habilitado cuartos en sus casas particulares, pero no les pueden asegurar el trabajo. "Ni siquiera nosotros tenemos trabajo", dice Toni, un camarero de Brindisi. S¨®lo unos 800 albaneses permanecer¨¢n en el campo de refugiados de Restinco, a 10 kil¨®metros de Brindisi, preparado por Protecci¨®n Civil y, la Cruz Roja, mientras que el resto se dirigi¨® ayer mismo a la RFA.
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