"T¨² haces Econ¨®micas, y punto"
La elecci¨®n de carrera origina estos d¨ªas de matr¨ªcula frecuentes dramas familiares
Estudiantes de toda Espa?a realizan en estos d¨ªas sus preinscripciones en las universidades. Una semana antes de concluir el plazo para las cinco universidades madrile?as, los servicios de admisi¨®n de la Complutense calculaban que ya hab¨ªan realizado ese tr¨¢mite unos 15.000 estudiantes. Un tr¨¢mite no exento, en ocasiones, como en el resto del pa¨ªs, de peque?as tragedias familiares. Porque muchos padres se empe?an en forzar a sus hijos a solicitar estudios que no desean. No es infrecuente el caso del cabeza de familia que acude a la ventanilla con la pretensi¨®n de modificar el impreso de solicitud presentado horas antes por su hijo, quien reivindica su derecho a decidir.
El padre no ha parado de gesticular airadamente ni un solo momento. En el interior del coche, mientras aparca y cuando desciende con el hijo, entre impaciente y resignado, a su lado El serm¨®n paterno contin¨²a cuando entran en las oficinas de admisi¨®n de alumnos: "No sabes lo que quieres; no sabes lo que quieres y, lo que es peor no sabes lo que te conviene... Yo s¨ª lo s¨¦... Tienes nota suficiente para hacer lo que te d¨¦ la gana y te empe?as en esa tonter¨ªa... Ya ver¨¢s c¨®mo, con el tiempo, me acabas dando la raz¨®n... Y no me mires as¨ª... T¨² haces Econ¨®micas y punto..."Padre e hijo se han perdido entre la multitud que avanza en apretadas filas hacia el mostrador.
Marisa Iriarte, jefa de la secci¨®n de Admisi¨®n de Alumnos de la Universidad Complutense, cuenta que todos los cursos se ve obligada a actuar como una especie de juez de paz para tratar de reconciliar las tensas relaciones entre alg¨²n probo padre de familia y su hijo.
Iriarte relata, sin dar nombres, el caso del padre que intenta convencerla, tambi¨¦n a ella, del enorme disparate que supone estudiar Bellas Artes cuando el chico dispone de un brillante expediente que le permitir¨ªa estudiar incluso Teleco. Asegura que en m¨¢s de una ocasi¨®n ha tenido que decirle al padre con toda crudeza que ¨¦l no puede suplantar la personalidad de su hijo; que es al estudiante a quien le corresponde por entero la decisi¨®n.
El anecdotario de estos agitados d¨ªas de la preinscripci¨®n no se agota en esos casos, tal vez extremos, de trifulca familiar. En el breve espacio de cinco minutos acodado en el mostrador de informaci¨®n, el periodista ha contabilizado diez casos de estudiantes que han pedido el "impreso para cambiar de opci¨®n". Y Madrid no es la excepci¨®n.
Entre tanto, el ritual inici¨¢tico de la Universidad est¨¢ a punto de llegar a su t¨¦rmino. Un ritual que se ha desarrollado a lo largo de apenas mes y medio. En ese tiempo, miles de j¨®venes (unos 200.000 cada a?o en toda Espa?a), que acaso en esos mismos d¨ªas est¨¦n dando el salto sobre el convencional list¨®n de la mayor¨ªa de edad civil, han de superar el COU y la selectividad. Despu¨¦s acudir¨¢n triunfantes a la ventanilla de admisi¨®n de alumnos de la Universidad blandiendo la tarjetita blanca, el gran pasaporte, en el que una mano an¨®nima (al menos ese tr¨¢mite no lo reliza una m¨¢quina) ha anotado el visado final: "Apto: 5,3".
Lo malo es que con ese 5,3 se pueden hacer algunas cosas, pero no demasiadas. Por ejemplo, no podr¨¢ aspirar a realizar una sola de las ingenier¨ªas que se imparten en la Universidad Polit¨¦cnica. Acaso podr¨¢ solicitar, en su impreso de preincripci¨®n, las diplomaturas de Trabajo Social y de Magisterio, las licenciaturas de Ciencias de la Educaci¨®n, Psicolog¨ªa, Pol¨ªticas y, tal vez, alguna filolog¨ªa. Pero ah¨ª se acaba todo el horizonte universitario de nuestro debutante en Madrid.
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