Bruno Kreisky, ex canciller de Austria
, Bruno Kreisky muri¨® ayer en Viena a pocos meses de cumplir los 80 a?os. Tras casi 10 a?os de grave insuficiencia renal, el gran se?or de la socialdemocracia austriaca concluy¨® ayer su retiro de la vida pol¨ªtica que nunca acept¨® de buena gana. En sus declaraciones a la prensa, cada vez m¨¢s escasas seg¨²n le abandonaban las fuerzas, nunca resisti¨® la tentaci¨®n de dar consejos a todo el mundo, siempre con su estilo gru?¨®n y la fina iron¨ªa de este hijo de una familia de la alta burgues¨ªa jud¨ªa del imperio austroh¨²ngaro.La ¨²ltima vez que nos vimos, en la celebraci¨®n del cumplea?os de otro legendario socialdem¨®crata que le ha sobrevivido, Willy Brandt, con uno de sus impecables trajes a medida y sus car¨ªsimos zapatos de encargo en Herederos de Nagy, hizo uno de sus ca¨²sticos comentarios sobre la nueva ¨¦lite socialdem¨®crata que en realidad no ha hecho sino imitarle: "Estos chicos elegantes no han ganado a la derecha, se la han comido. Pero no lo escriba, que yo a Felipe Gonz¨¢lez le quiero mucho".
Naci¨® el 22 de enero de 1911 en este entorno que era el de tantos austr¨ªacos c¨¦lebres de las artes, las letras y la filosof¨ªa. Por eso Kreisky siempre fue mucho m¨¢s que un pol¨ªtico. Desde muy joven, movido y conmovido por la miseria de aquella Viena hundida tras la I Guerra Mundial, capital de un min¨²sculo Estado tras perder un gran imperio, con ej¨¦rcitos de indigentes habitando los suburbios, se uni¨® al partido socialista. En los a?os veinte, el partido de Viktor Adler y Otto Bauer hizo aquel milagro social que fue la Viena roja con sus inmensos complejos de viviendas sociales y prestaciones para la clase obrera.
Con la anexi¨®n al III Reich y la peste parda, Kreisky cay¨® a los 27 a?os en manos de la Gestapo. Tras cinco meses en prisi¨®n, emigr¨® a Suecia para retornar ya en 1949 y jugar un papel decisivo tanto en la firma del acuerdo de Estado que restableci¨® en 1955 la soberan¨ªa austriaca en neutralidad como en el futuro de este pa¨ªs que alcanz¨® con ¨¦l un grado sin precedentes de desarrollo, justicia social y relevancia en la escena pol¨ªtica internacional.
Con Brandt y Olof Palme, fue la gran autoridad moral y pol¨ªtica de un proceso de distensi¨®n que -muchos olvidan hoy- llev¨® al Acta de Helsinki y produjo la primera fisura en las dictaduras del Este que ahora han ca¨ªdo. ?l lo ha podido a¨²n contemplar con cierta lucidez y tuvo que ser grande su satisfacci¨®n por la liberaci¨®n de aquel espacio centroeuropeo que siempre vio como cuna de su identidad cultural. "Yo no vivir¨¦ para verlo, pero eso no aguantar¨¢ mucho", me dijo un d¨ªa refiri¨¦ndose al mundo. Se equivoc¨®, porque lo vio.
En su pa¨ªs se le quiso menos que fuera, quiz¨¢ porque el austriaco medio, que nada tiene que ver con el vien¨¦s, detesta a quienes no s¨®lo son brillantes sino que lo saben y lo demuestran. Quien viera a Kreisky en sus campa?as electorales nunca olvidar¨¢ su virtuosismo ret¨®rico que despertaba compasi¨®n hacia sus adversarios. Fuera sirvi¨® como un campe¨®n del entendimiento para paliar crisis, solucionar conflictos tanto en Oriente Pr¨®ximo como en Latinoam¨¦rica y hacer pol¨ªtica con el m¨¢s noble objetivo: evitar sufrimientos y buscar un marco social que hiciera posible la felicidad en todo el mundo para aquellas capas sociales que tanto vio sufrir ¨¦l en su juventud en Viena.
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