Silencio es oro
A PanchoRen¨¦ Clair rindi¨® homenaje sonoro al cine mudo con El silencio es de oro, pel¨ªcula exquisita en la que Maurice Chevalier nos deja actuaci¨®n archisustancial. No hizo historia, sino ¨²nicamente nostalgia. Las referencias a las grandes creaciones de, por ejemplo, Eisenstein, no parecen; renunci¨® al discurso y aspir¨® al paisaje, distinci¨®n ¨¦sta a la que exhortaba, prefiriendo filos¨®ficamente el segundo, Ramiro de Maeztu en La crisis del humanismo. Fue aquella d¨¦cada la de grandes vociferaciones: Hitler y Mussolini, vociferantes m¨¢ximos. Francisco Franco, en cambio, supo callar y mucho y muy a tiempo. (Tambi¨¦n acall¨®, que es agua mansa de otro molino nada mansueto). Precisamente, en su encuentro en Hendaya con el alem¨¢n, sus gallegos silencios encocoraban al gran dictador m¨¢s que las evasivas o negaciones. Nixon cuenta, en sus memorias presidenciales, queante una pregunta suya en el autom¨®vil, don Francisco se puso a dormir. ?Dormir?; tal vez so?ar y, desde luego, no contestar.
Habl¨® S¨®crates en demas¨ªa, salvo cara a Xantipa, su gritona esposa, y as¨ª acab¨® de pero que muy mal. Lo de Jes¨²s de Nazaret fue asunto de otra naturaleza, esto es de dos, la divina y la humana. Escribi¨®, a guisa de frase, palabras en la arena que aventaba el viento; y call¨® largamente para acusar o para dar perd¨®n. Neruda produjo exceso de palabras y, por ello, descenso de calidad en su poes¨ªa. Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada son, por escuetos, escalofriantes. El caso de Gerardo Diego es ambivalente. Superabundancia de versos hasta el punto de que su mejor obra completa la constituir¨¢ siempre una buena antolog¨ªa, y pasmos casi insostenibles por mudos y est¨¢ticos en sus conversaciones personales. Se me antoja que el mejor elogio de un gran hombre, escritor o pol¨ªtico, s¨ª pol¨ªtico, consistir¨ªa en poder, con justicia, publicar un volumen con el siguiente t¨ªtulo: Lo que no nos djo don...
No hablan los fantasmas de Henry James, ni tampodo los de su amiga Edith Wharton. Jarnes se empapalabraba y su hermanopsic¨®logo, William, le animaba en sus cartas para acabar de una vez por todas de expresarse. La eficacia de sus esp¨ªritus es aparecer poco y no decir ni esta boca es m¨ªa. No hay ojos tan inolvidables como los que no tienen rostro, ni alarido m¨¢s penetrante que el que no consigue sonar nunca.
El silencio es tambi¨¦n una simulaci¨®n. Se equivoc¨® Ortegaal escribir que En¨ªrna Hamilton era una esfinge sin secreto. Lo ten¨ªa; de lo contrario, ?c¨®mo hubiese podido, antes de matrimoniar con el lord y embajador brit¨¢nico en N¨¢poles y siendo su querida, intimar con una reina, hija de la gran Mar¨ªa Teresa, hermana de Mar¨ªa Antonieta ya aguillotinada, prol¨ªfica como una coneja, intrigante indesmayable y provincianamente estirada y absolutista? Estriba el m¨¢s hondo acierto en aparentar tener o no tener secreto y tenerlo siempre. A veces, resulta fastuoso exhibirlo. Marilyn Monroe nunca estuvo m¨¢s er¨®tica que en aquella felicitaci¨®n, convencional por ocasi¨®n y t¨¦rminos, que le espet¨® al presidente Kennedy: "Feliz cumplea?os, se?or presidente"; s¨ª, s¨ª, pero exhalada de tal forma que nunca se vio mejor fellatio en el universo mundo.
Don Francisco Nieva pronunci¨®, con tino inmejorable, en su recepci¨®n en la Espa?ola, elog:?o del teatro chico, de cart¨®n. Nos debe, y es cumplidor caballero, uno de las marionetas. "Ah, si t¨² me quisieras lo mismo que yo, pero somos marionetas bailando los dos en la cuerda del amor...". Los actores se esconden en su voz yen los hilos causantes de las gesticulaciones de los mu?ecos. El mejor Lorca es casi una marioneta: Amor de don Perlimpl¨ªn con Belisa en su jard¨ªn (?por qu¨¦ estrope¨® su obra al querer a?adir, increment¨¢ndola, poemas que bien est¨¢n para servir a ap¨¦ndices de edici¨®n cr¨ªtica? Peter Pan funciona porque se escapa y divaga "por las alamedas"; s¨®lo entonces logra que veamos a su costa "sobre ciervos de lomo verde la ni?a ciega". Ese momento en que ya ha afinado el foso, en que a¨²n no hay en escena luz de candilejas, voces cantantes, es el m¨¢s emocionante de toda ¨®pera. Jos¨¦Luis Aranguren confiesa su travesura en los aviones: considera la pel¨ªcula sin auriculares, porque as¨ª pone ¨¦l di¨¢logos de cosecha propia a la acci¨®n- en la Pantalla. Poetas ha habido, y hay ahora tambi¨¦n y por fortuna, que no puntuaban y que sustituyeron la puntuaci¨®n por espacios en blanco. Dejaban pues que el impresor se produjese., Las entrevistas magistrales, que hicieron a algunos personajes C¨¦sar Gonz¨¢lez Ruano y Del Arco, eran muy breves. Hoy tienen los entrevistadores voluntad exhaustiva; pero ni disponen de cazo para sacar agua del pozo, ni hay pozo hondo siquiera probablemente. Robert Walser, si se cansaba de escribir sus pocas y excelentes- novelas, se dice que o se retiraba a casas de salud mental o se contrataba como mayordomo en casas de salud aparente; no porque eostuviese de remate, sino para observar silencioso en ambos sitios. (Walter Benjamin insinu¨® que toda- la informaci¨®n de Marcel Proust acerca del gran mundo la hab¨ªa obtenido por medio de sobornos a servidores, sonsac¨¢ndoles as¨ª hablillas ¨²tiles). ?Anatema a la superfluidad que nos empapa? ?Anatema a los silencios grasientos y horteramente dementes de alg¨²n que otro locutor de radio! Como el inicuo de San Isidoro de Sevilla, "no tienen ni¨²sica". ?La tiene quien, mi¨¦rcoles inquiet¨ªsimo, confunde al prodigarse en sus canciones y gorduras arte con artificio sudoroso? ?Bienvenida ser¨¢ una pantomima aterradora- la que contenga el estruendo del grito pict¨®rico de Munch! ?A?oremos la mirada silente del dulce protagonista del Nuevo Testamento! S¨ª, es oro el silencio, es aire, es aura. ?Aurora sea!
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