Una reliquia

GONZALO ARGOTE, Dentro de pocos a?os, la suerte de varas ser¨¢ una reliquia hist¨®rica: algo as¨ª como el salto de la garrocha, o al trascuerno, o el uso de los perros o de la media luna. En los ¨²ltimos 10 festejos que hemos presenciado, no recordamos ni un solo toro o novillo que haya tomado m¨¢s de un puyazo. Lleva el mismo camino, aunque m¨¢s lentamente el de banderillas. M¨¢s de un presidente tiene la costumbre de cambiar el tercio con dos pares, e incluso con uno. Al final, todo se reconduce a que la res soporte numerosos pases, con andar cansino y carencia de emoci¨®n.

Todo este exordio viene como anillo al dedo a la primera corrida de la feria malague?a. El encierro tuvo una presentaci¨®n impecable. Astifino,todos exced¨ªan con creces del peso reglamentario. Tres de ellos en m¨¢s de un centenar de kilos. Pero todo era fachada. Ninguno tom¨® m¨¢s de una vara. Todos carecieron de fuerza para aguantar la lidia completa. Alguno, como el burraco lidiado en -quinto lugar, se tumb¨® en el ¨²ltimo tercio y cost¨® Dios y ayuda levantarlo. Todos llegaron a la muleta defendi¨¦ndose por la falta de fuerzas.

Con esas catedrales de papel los toreros estuvieron por encima. Luis Francisco Espl¨¢ tore¨® su primero, el menos d¨¦bil del encierro, con muy estimables muletazos sobre la mano derecha en sendas series. Al natural lo llev¨® con temple y torer¨ªa. Acab¨® la faena con ayudados por alto, un afarolado y un buen pase de pecho. Su segundo se venc¨ªa por ambos lados, y en el remate derrotaba para defenderse. Estuvo aseado y valiente. Con las banderillas hubo m¨¢s ruido que nueces. Casi siempre clav¨® a cabeza pasada. Muy comprometido el cuarto par a su primero.

Juan Mora brill¨® especialmente con el capote. Tore¨® a la ver¨®nica en tres ocasiones excelsamente. Tuvo el lote m¨¢s deslucido. Su primero acusaba un inc¨®modo calamocheo, y era dif¨ªcil templarle la investida. Cuando se ech¨® la muleta a la izquierda, el toro se quedaba ya muy corto. El quinto, el burraco que se acost¨®, no aguantaba tres muletazos seguidos, ni con la muleta a media altura.

Rafi de la Vi?a manej¨® el capote con variedad y acierto: una larga cambiada de rodillas, ver¨®nicas ganando terreno, galleo por chicuelinas... Su primero, antes de que se quedara parado, le puso el pit¨®n en el cuello en un intento de natural. En cuanto le obligaba se ca¨ªa. El sexto, no humillaba ni aunque le pusieran una gavilla de alfalfa en la muleta. Acab¨® embistiendo al paso, y frustrando los deseos del torero.