Sin noticias de Gurb
D¨ªa 19 (continuaci¨®n)17.50 Sue?o agitado. Despierto convulso, ba?ado en sudor. Siento la imperiosa necesidad de comer churros o, en su defecto, de ver a mi vecina.
18.00 Abro sigilosamente la puerta de mi piso. Oteo la escalera. Nadie. Salgo al rellano. Cierro sigilosamente la puerta de mi piso.
18.01 Subo sigilosamente la escalera. Nadie me ha visto. Me detengo sigilosamente ante la puerta del piso de mi vecina.
18.02 Aplico sigilosamente las dos orejas a la puerta del piso de mi vecina. No se oye nada.
18.03 Examino sigilosamente la cerradura de la puerta del piso de mi vecina. Por fortuna se trata de una cerradura de las llamadas de m¨¢xima seguridad (con las normales no hay quien pueda) y la extraigo sin ning¨²n problema. La puerta se abre sigilosamente. ?Qu¨¦ emoci¨®n!
18.04 Entro sigilosamente en el piso de mi vecina. Cierro la puerta a mis espaldas y coloco de nuevo la cerradura en su lugar. El recibidor est¨¢ amueblado con sencillez, pero con buen gusto. Dejo el paraguas en el parag¨¹ero.
18.05 Paso sigilosamente a la pieza contigua que, seg¨²n deduzco, hace las funciones de sala de estar. Es posible incluso que sea la sala de estar. Aunque el piso es id¨¦ntico al m¨ªo, la distribuci¨®n de las habitaciones es distinta por completo, porque tambi¨¦n lo son mis costumbres y mis necesidades. M¨¢s vale no entrar en detalles.
18.07 Examino sigilosamente el sal¨®n. Est¨¢ amueblado con gusto exquisito. Me siento en el sof¨¢, cruzo las piernas: es elegante y c¨®modo. Me siento en una butaca de cuero y cruzo las piernas: es elegante y c¨®moda. Me siento en una butaca tapizada de lana. Antes de que pueda cruzar las piernas, la butaca me muerde la pantorrilla. Error de apreciaci¨®n: no era una butaca, sino un mast¨ªn, que dorm¨ªa hecho un ovillo.
18.09 Recorro el resto de la casa a gran velocidad perseguido por el mast¨ªn. Decido abandonar todo sigilo.
18.14 Consigo ponerme a salvo de las fauces del mast¨ªn subi¨¦ndome al techo. El mast¨ªn se queda debajo de m¨ª, a la espera de que me caiga. Ladra de un modo grosero y al hacerlo muestra unos colmillos que parecen pl¨¢tanos. Si fuera una butaca, como yo cre¨ªa, ya dar¨ªa miedo. ?Cu¨¢nto m¨¢s trat¨¢ndose de un mast¨ªn!
19.15 Llevo una hora en el techo y el mast¨ªn no parece cansado ni aburrido. He tratado de hipnotizarlo, pero su cerebro es tan simple que apenas existe diferencia entre el estado de vigilia y el de letargo. A duras penas he conseguido que se volviera bizco, con lo cual su expresi¨®n ha dejado de ser sangrienta, pero se ha vuelto fe¨ªsimo.
20.15 Llevo dos horas en el techo y este malparido no depone su actitud. A la larga acabar¨¢ hart¨¢ndose y se ir¨¢ a dormir, pero me inquieta la posibilidad de que antes de que esto suceda regrese mi vecina y se encuentre un hind¨² pegado al techo.
20.30 Un an¨¢lisis fisiol¨®gico del perro me revela ser este animal de muy simple estructura molecular. Tal vez en ello estribe la soluci¨®n del caso.
20.32 Ya est¨¢. Con una breve y sencilla manipulaci¨®n convierto al mast¨ªn en cuatro pequineses y a¨²n me sobra material para un hamster. Bajo del techo y me deshago de los pequineses a puntapi¨¦s.
20.40 He de apresurarme si quiero inspeccionar el piso de mi vecina antes de que ella regrese. O de que regrese su hijo. Es raro que ¨¦ste a¨²n no haya vuelto del colegio. A lo mejor lo han castigado por imb¨¦cil.
21.00 Doy por concluida la inspecci¨®n. Estos son los datos que he podido reunir sobre mi vecina: Nombre: Antonio Fern¨¢ndez Calvo; edad: 56 a?os; sexo: var¨®n; estado civil: viudo; profesi¨®n: agente de seguros.
21.05 Deduzco que me he equivocado de piso. Salgo sigilosamente, coloco de nuevo la cerradura en la puerta, regreso sigilosamente a mi piso.
21.30 M¨¢s depre que nunca. Ni siquiera la perspectiva de los churros que acaba de traerme la portera me alegra. Decido jugar una partida de ajedrez en solitario. S¨®lo se me ocurre esta jugada: P4R. En realidad, nunca he sido muy aficionado a este tipo de juegos. Gurb, en cambio, era muy aficionado. A veces jug¨¢bamos partidas de ajedrez interminables, en las que siempre acababa haci¨¦ndome lo que ¨¦l denominaba el mate del pastor. Me entrego a la nostalgia mientras me como los churros de cinco en cinco.
22.00 Me pongo el pijama. Un d¨ªa de estos tendr¨¦ que lavarlo. Me meto en la cama y leo Deliciosamente boba, una comedia sat¨ªrica en tres actos y cinco cuadros. Una mujer siempre se sale con la suya si sabe aplicarse el colorete donde debe. Quiz¨¢ no he entendido bien el argumento. Estoy un poco distra¨ªdo por las emociones del d¨ªa. Rezo mis oraciones y duermo. Todav¨ªa sin noticias de Gurb.
01.30 Me despierta un ruido tremebundo. Hace millones de a?os (o m¨¢s) la Tierra se form¨® a base de horrorosos cataclismos: los oc¨¦anos embravecidos arrasaban las costas, sepultaban islas mientras cordilleras gigantescas se ven¨ªan abajo y volcanes en erupci¨®n engendraban nuevas monta?as; se¨ªsmos desplazaban continentes. Para recordar este fen¨®meno, el Ayuntamiento env¨ªa todas las noches unos aparatos, denominados camiones de recogida de basuras, que reproducen bajo las ventanas de los ciudadanos aquel fragor tel¨²rico. Me levanto, hago pis, bebo un vasito de agua y me vuelvo a dormir.
D¨ªa 20
07.00 Me peso en la b¨¢scula del cuarto de ba?o. 3 kilos, 800 gramos. Si tenemos en cuenta que soy intelecto puro, es una barbaridad. Decido hacer ejercicio cada ma?ana.
07.30 Salgo a la calle dispuesto a correr seis millas. Ma?ana siete; pasado, ocho, y as¨ª sucesivamente.
07.32 Paso por delante de una panader¨ªa. Me compro una coca de pi?ones y me la voy comiendo mientras regreso a casa. Que corra otro.
07.35 Al entrar en el edificio encuentro a la portera barriendo el portal. Inicio con la portera una conversaci¨®n aparentemente trivial, pero cargada de mal¨¦volas intenciones por mi parte. Hablamos del tiempo. Lo encontramos un poco caluroso.
07.40 Hablamos de lo mal que est¨¢ el tr¨¢fico. Hacemos hincapi¨¦ en lo ruidosas que son las motos.
07.50 Hablamos de lo caro que est¨¢ todo. Comparamos los precios de hoy con los de anta?o.
08.10 Hablamos de la juventud. Condenamos su falta de entusiasmo por las cosas.
08.25 Hablamos de la droga. Pedimos la pena de muerte para quien la vende y para quien la compra.
08.50 Hablamos de los vecinos del inmueble (?caliente! ?caliente!).
09.00 Hablamos de Leibniz y del nuevo sistema de la naturaleza y de la comunicaci¨®n de las sustancias (?fr¨ªo! ?fr¨ªo!).
09.30 Hablamos de mi vecina (?ya era hora, co?o!). La portera dice que ella (mi vecina) es buena persona y que paga religiosamente a la comunidad de vecinos la cuota trimestral que le corresponde, pero que no asiste (mi vecina) a las reuniones de vecinos con la asiduidad que deber¨ªa. Le pregunto si est¨¢ casada (mi vecina) y me responde (la portera) que no. Pregunto si debo inferir de ello que (mi vecina) tuvo el hijo fuera del v¨ªnculo. No: estuvo casada (mi vecina) con un fulano que no serv¨ªa para nada, seg¨²n ella (la portera), del cual se separ¨® (mi vecina) har¨¢ cosa de un par de a?os. El (fulano) se hace cargo del ni?o (de mi vecina, y tambi¨¦n del fulano) los fines de semana. El juez le conden¨® (al fulano) a pasarle (a mi vecina) un dinero al mes, pero a ella (a la portera) le parece que no lo hace (el fulano), al menos, no con la asiduidad que deber¨ªa. A ella (a mi vecina), a?ade (la portera) no se le conocen novios, ni siquiera acompa?antes ocasionales. Seguramente qued¨® escarmentada (mi vecina), opina ella (la portera). Aunque esto, en el fondo, le trae sin cuidado (a la portera), agrega (la portera). Por ella (por la portera), que cada cual se lo monte como quiera, mientras no haya esc¨¢ndalo. Eso s¨ª, dentro de su casa (de la casa de mi vecina). Y sin hacer ruido. Y no m¨¢s tarde de las once, que es cuando ella (la portera) se va a dormir. Le quito la escoba y se la rompo en la cabeza.
10.30 Subo a mi piso. Decido adoptar la apariencia de D'Alembert y visitar a la se?ora Mercedes en el hospital donde se repone, si Dios quiere, de la operaci¨®n a que fue sometida.
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