El defensor del africano
Un local destartalado y c¨¢lido, situado en la madrile?a plaza de las Ventas, albergaba hasta hace poco a toda una instituci¨®n para los africanos: la Casa de la Palabra (nombre que dan a los centros de reuni¨®n social de sus poblados). Este local era un lugar de acogida de los inmigrantes. All¨ª se les daba comida y ropa, se les buscaba alojamiento, se les prestaba asistencia sanitaria y se les orientaba para legalizar su situaci¨®n. Al frente de tan peculiar empresa estaba un gallego de Sarri¨¢ (Lugo), de mirada brillante y densa barba: el padre Antonio D¨ªaz Freijo, mercedario incansable y corpulento.El padre Antonio, de 41 a?os, estuvo trabajando durante 12 a?os en un campo de refugiados de Burundi, hasta que en 1985 el Gobierno de este pa¨ªs lo puso en la frontera. De vuelta en Espa?a, se uni¨® a la Casa de la Palabra, proyecto creado dos a?os antes bajo el amparo de la Delegaci¨®n Diocesana de Inmigrantes. Con el tiempo dej¨® de ser un centro africano para convertirse en punto de referencia para inmigrantes de todas las nacionalidades.
"Cuando esta gente llega a Espa?a no sabe qu¨¦ hacer ni d¨®nde ir. Esto provoca que algunas personas se dediquen a explotar estas circunstancias, sac¨¢ndoles el poco dinero que traen", dice D¨ªaz Freijo.
La Casa de la Palabra, que funcionaba con cerca de 100 voluntarios, de ellos ocho m¨¦dicos, logr¨® establecer adem¨¢s una red de cooperaci¨®n con varias empresas de alimentaci¨®n y laboratorios m¨¦dicos que donaban parte de sus excedentes. En los ¨²ltimos meses, 150 personas acud¨ªan diariamente a buscar ayuda, y entre 5.000 y 6.000 depend¨ªan de esta instituci¨®n.
El fin de la aventura
Pero lleg¨® un d¨ªa en el que tuvieron que cerrar. Los due?os del local, que lo ten¨ªan alquilado, les instaron a dejarlo o comprarlo. "Cuando acudimos a la Delegaci¨®n Diocesana nos encontramos con una negativa total, pero no por el hecho del importe, que no se lleg¨® a plantear, sino porque no estaban de acuerdo con nuestra manera de trabajar", explica D¨ªaz Frejio. "Opinaban que hac¨ªamos una labor paternalista y masiva, y que nos ocup¨¢bamos de temas que no nos compet¨ªan".
D¨ªaz Freijo reconoce que la Delegaci¨®n ten¨ªa algo de raz¨®n, porque la Casa de la Palabra "hab¨ªa asumido unas responsabilidades que correspond¨ªan a otras instancias administrativas". "La Delegaci¨®n lleva a cabo una labor muy importante, exigiendo de la Administraci¨®n que legalice la situaci¨®n de los inmigrantes que trabajan en Espa?a", apunta D¨ªaz Freijo. "Esa es una cara de la lucha. Pero hay otra, que es la que nos preocupaba: la atenci¨®n de las necesidades inmediatas de estas personas. Es una lucha por la dignidad del ser humano".
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