Matanzas tribales
ES DIF?CIL expresar el horror que se siente ante las matanzas que se est¨¢n produciendo en los suburbios negros de algunas ciudades sufafricanas, particularmente de Johanesburgo, y que se extendieron el jueves a Soweto, con cifras de muertos escalofriantes, cientos de heridos y miles de personas obligadas a abandonar sus hogares incendiados. La reuni¨®n de urgencia entre Nelson Mandela y Frederik de Klerk, los esfuerzos del primero por organizar unforo de la paz en que se encuentren los diversos grupos para de batir sin recurrir a la violencia, no parecen haber ayudado mucho a una pacificaci¨®n efectiva. La polic¨ªa y destacamentos del ej¨¦rcito recorren las calles de los barrios en los que los choques han sido m¨¢s violentos. Pero una larga experiencia aconseja a los dirigentes del Congreso Nacional Africano (ANC) no confiar demasiado en que tales medidas sean una garant¨ªa de paz y seguridad para los habitantes de los suburbios.Esta escalada de violencia salvaje se produce apenas unos d¨ªas despu¨¦s del hist¨®rico acuerdo por el que De Klerk y Mandela decid¨ªan poner fin a 30 a?os de enfrentamientos violentos motivados por la pol¨ªtica de apartheid y la resistencia armada del ANC. Pero hace falta recordar que Sur¨¢frica no s¨®lo ha conocido la violencia entre militantes negros y fuerzas del Gobierno blanco. Sobre todo en la regi¨®n de Natal, una larga guerra civil ha enfrentado en los ¨²ltimos a?os a los zul¨²es -encuadrados en Inkhata, una organizaci¨®n conservadora dirigida por un jefe tradicional, Buthelezi- con las otras tribus negras, entre las cuales la influencia del ANC es predominante. Ha sido una lucha implacable, que ha causado unos 5.000 muertos en cuatro a?os. Un balance de v¨ªctimas mucho m¨¢s elevado que las sufridas por los negros a resultas de la represi¨®n racista.
?Es casual que e¨¢ta lucha tribal se haya extendido a los suburbios de Johanesburgo, incluso a un Soweto, fort¨ªn del ANC, precisamente en el momento en que esta organizaci¨®n aceptaba renunciar a la violencia e iniciaba negociaciones con el presidente De Klerk? No es l¨®gico pensarlo, sobre todo si se tiene en cuenta que el jefe zul¨² Buthelezi ha sido un opositor moderado y un protegido del Gobierno blanco, que pon¨ªa como ejemplo su comprensi¨®n de la pol¨ªtica de Pretoria frente a la intransigencia del ANC. Inkhata tiene a todas luces una base real entre los zul¨²es; reaviva sentimientos tribales -a veces cargados de odio y rencor- con ra¨ªces en la historia. Pero lo cierto es que las autoridades racistas de Pretoria -aplicando el principio de divide y vencer¨¢s- han ayudado a los zul¨²es y han considerado a Buthelezi como el modelo de l¨ªder negro por ellos anhelado.
?ste es el esquema que el presidente De Klerk ha roto -es su m¨¦rito hist¨®rico- al comprender que negociar con Mandela era el ¨²nico camino para promover una evoluci¨®n pac¨ªfica hacia una Sur¨¢frica moderna. Pero ?ser¨¢ posible este camino? Hay muchos interesados en cerrarlo: por un lado, sectores del aparato del Estado y de la polic¨ªa que, fieles a la vieja pol¨ªtica, siguen jugando la carta de empujar a los zul¨²es contra el ANC. Y por otro, algunos movimientos negros -y sobre todo Inkhata- que se niegan a reconocer el papel excepcional que hoy desempe?an el ANC y Mandela, precisamente porque han simbolizado la resistencia radical contra el apartheid.
En el trasfondo de las actuales matanzas tribales se perfila, por horrible que sea, un plan pol¨ªtico tendente a obligar a Mandela a aceptar a Buthelezi corno tercero en la negociaci¨®n con De Klerk. Por ello se comprende que el l¨ªder del ANC se muestre tan reticente a entrevistarse con Buthelezi para intentar poner fin a las matanzas. Teme que ello abra el camino a una negociaci¨®n a tres. Y, en tal caso, tener a su lado, para negociar cuestiones decisivas, a un segundo negro propenso a colocarse al lado del Gobierno blanco.
Sin embargo, lo primero hoy es poner fin a las matanzas. ?stas han da?ado seriamente el prestigio de Mandela. La idea misma de una v¨ªa pac¨ªfica choca con calles llenas de sangre. Tanto para el ANC como para el Gobierno, s¨®lo si se pone fin a la ola de matanzas ser¨¢ posible salvar el nuevo futuro que se abri¨® con el acuerdo hist¨®rico del 7 de agosto.
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