Rostrop¨®vich, un int¨¦rprete de alta tensi¨®n
Estos ¨²ltimos d¨ªas del 39' Festival santanderino decimos adi¨®s a la plaza Porticada, que durante cuatro d¨¦cadas alberg¨® las sesiones multitudinarias de m¨²sica, danza y teatro. Y, como corresponde, tal despedida ser¨¢ m¨²ltiple y superbrillante. El jueves, el amplio recinto parec¨ªa un hervidero: se trataba de escuchar a Rostrop¨®vich El concierto de Dvorak, en uni¨®n de la Orquesta del Festival Schleswig-Holstein, dirigida por Semyon Bychkov, el sucesor de Bareriboim en la Orquesta de Par¨ªs, quien logr¨® una versi¨®n extraordinaria de la Quinta sinfon¨ªa de Shostak¨®vich.La formaci¨®n sinf¨®nica alemana es un conjunto excelente. Posee la flexibilidad y transparencia de las buenas orquestas latinas y la precisi¨®n y densidad sonora de las germanas. Todos sus componentes, mayoritariamente j¨®venes, tocan por entrega, vivacidad y af¨¢n y saben escucharse unos a otros para equilibrar las distintas partes del tejido sonoro, elementalidad que, por poco frecuente, se torna m¨¦rito especial. De tal conjunto, el director Bychkov (Leningrado, 1952) sac¨® el m¨¢ximo partido desde criterios constructivos y expresivos de gran mordente aunque se cuide mucho de caer en excesos verbalistas de los que tanto sufre habitualmente la m¨²sica de Shostak¨®vich. Bychkov nos mostr¨® con toda naturalidad c¨®mo pensaba, sent¨ªa y constru¨ªa el sinfonista sovi¨¦tico sus amplias partituras hechas de narraci¨®n poem¨¢tica generalmente abstracta, rigor formal y coherente continuidad. Es m¨²sica, con un fondo psicol¨®gicotan heredera de Chaikovski como puedan serlo los novelistas rusos contempor¨¢neos de Dostoievski.
En El concierto en si menor, de Dvorak, tienen los violonchelistas la obra de gran aliento posrom¨¢ntico escrita para el noble instrumento y Rostrop¨®vich hace de los c¨¢lidos pentagramas del m¨²sico bohemio una verdadera creaci¨®n, tan fiel al esp¨ªritu como imaginativa en la letra. A lo largo de ese fluir mel¨®dico incesante, de ese juego de intimidades y exteriorizaciones, de la alternancia entre la voz alta y la palabra escondida, traza Rostrop¨®vich lecciones de lo que Celibidache y sus seguidores denominan fenomenolog¨ªa musical, esto es, la obediencia del discurso a los mandatos imperativos de la misma m¨²sica con el consecuente ir y venir de l¨ªneas de tensi¨®n y la m¨¢s exacta planificaci¨®n de las distintas superficies sonoras. Todo lo cual contribuye a explicar cada obra, lo que es misi¨®n del verdadero int¨¦rprete: poner la m¨²sica en claro. Rostrop¨®vich desde una temperatura, y Bychkov desde otra, saben iluminar todo lo que interpretan para establecer una comunicaci¨®n m¨²sica p¨²blico tan convincente en el ensimismamiento como en la convulsi¨®n.
La reacci¨®n clamorosa de las 3.000 personas que ocupaban la Porticada, su aplauso mult¨¢nime", como dir¨ªa Gerardo Diego, oblig¨® a Rostrop¨®vich a tocar, fuera de programa, una zarabanda de Bach de modo admirable porque evidenci¨® toda su significaci¨®n trascendente; como si tras el turbill¨®n apasionado de Dvorak hubiera querido poner en orden de paz a los esp¨ªritus con el m¨¢s elevado ?sosegaos! que ordenar se pueda. Por su parte, Bychkov y la orquesta, regalaron el intermedio de Cavalleria rusticana, de Leoncavallo, compases dulcemente bellos que poco justifican el doble nombre zool¨®gico de su autor.
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