La crisis de un modelo
BULGARIA Y Rumania comparten dos rasgos importantes en su historia y en su reciente evoluci¨®n. Mirando al pasado, ambos pa¨ªses se caracterizan por su casi nula tradici¨®n democr¨¢tica. En cuanto al presente, los antiguos aparatos comunistas, en Bucarest como en Sof¨ªa, han logrado conservar las principales palancas del poder, si bien cambiando de nombre. No es, pues, exagerado hablar de un modelo continuista, plasmado en los casos rumano y b¨²lgaro, para la salida del hundimiento general del comunismo en Europa del Este. En un plazo de pocos meses, ese modelo ha entrado en una grave crisis que adquiere ¨²ltimamente formas de violencia.En pa¨ªses como Checoslovaquia o Polonia, por grave que sea la situaci¨®n econ¨®mica, la existencia de una sociedad civil con profundas ra¨ªces hist¨®ricas y de una memoria colectiva de oposici¨®n a la autocracia dotan a los nuevos Gobiernos, salidos de las urnas, de un respaldo social que no tienen los de Rumania o Bulgaria. Los airados movimientos de protesta surgidos en Bucarest o Sof¨ªa expresan, ante todo, el resentimiento de sectores de la poblaci¨®n, particularmente juveniles, contra el mantenimiento en el poder de personas comprometidas con los sistemas dictatoriales que han gobernado durante d¨¦cadas.
Ello crispa el ambiente y amenaza con desembocar en situaciones de guerra civil o de imposici¨®n de un poder militar. En Soria, miles de j¨®venes indignados por la permanencia de los s¨ªmbolos comunistas en los edificios oficiales asaltaron el domingo la sede del Partido Socialista de Bulgaria (PSB, nuevo nombre del antiguo partido comunista) y prendieron fuego al edificio. Los llamamientos a la calma del nuevo presidente de la Rep¨²blica, Jelo Jelev, uno de los dirigentes de la oposici¨®n democr¨¢tica, no han sido escuchados. Actos similares tuvieron lugar en Bucarest en la pasada primavera, primero con el asalto al Ministerio de Asuntos Exteriores y a la sede del Frente de Salvaci¨®n Nacional (FSN), y despu¨¦s con el asalto al Ministerio del Interior y a la Jefatura de Polic¨ªa. Sons¨ªntomas graves de que crece un potencial de protesta contra el nuevo r¨¦gimen no controlado por la oposici¨®n democr¨¢tica. Y no puede excluirse que en Sof¨ªa, como ya sucedi¨® en Bucarest, agentes provocadores manipulen la indignaci¨®n de los estudiantes para crear un clima propicio a planes reaccionarios basados en la estrategia de la ingobernabilidad.
El modelo continuista ha podido contar, en una primera etapa, con el apoyo de capas sociales temerosas del cambio o netamente inmovilistas, tanto del campo como de determinados sectores industriales. As¨ª se explican los ¨¦xitos electorales del FSN en Rumania y del PSB en Bulgaria. Pero las ineludibles medidas de racionalizaci¨®n econ¨®mica que se ven obligados a tomar los Gobiernos de Sof¨ªa y Bucarest los enfrentan inevitablemente con esa base electoral. Y si no tomasen tales medidas, se acelerar¨ªa a¨²n rn¨¢s el colapso econ¨®mico. El resultado de esta contradicci¨®n es la radicalizaci¨®n manifestada en las huelgas producidas estos ¨²ltimos meses en algunos sectores industriales y que han venido a confluir en su acci¨®n con el anticomunismo militante de los estudiantes.
No se puede descartar que, en ambientes de confusi¨®n y de desenga?o ante las realidades de una democracia incipiente, puedan cobrar fuerza opciones totalitarias de derechas aupadas sobre la demagogia nacionalista, en sus diferentes y contradictorias manifestaciones. Estas opciones pueden buscar en casa su .propio enemigo exterior, identificando como tal, unas veces, a los intelectuales y, otras, a las minor¨ªas ¨¦tnicas (gitana y h¨²ngara en Rumania, turca en Bulgaria). Son se?ales graves de que, tras la ca¨ªda de los reg¨ªmenes comunistas, pueden aparecer alternativas muy alejadas del sistema pluralista occidental. La pol¨ªtica de los Gobiernos occidentales no puede ignorar estas amenazas, tanto para dar mayor apoyo a las opciones aut¨¦nticamente democr¨¢ticas en esos pa¨ªses como para tener muy en cuenta sus necesidades econ¨®micas m¨¢s apremiantes.
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