El sue?o de las mil y una noches
El tel¨¦fono son¨® a las tantas de la madrugada como un ronquido hist¨¦rico, y una voz me suplic¨® que pasara a visitarle. No me fue posible rendirle visita hasta el 5 de agosto. La puerta de la buhardilla estaba entreabierta. Desde el umbral contempl¨¦ el cuerpo ,agonizante de mi amigo, convertido en una columna de arena del desierto por los efectos del abrasador ca?onazo de sol que ca¨ªa desde la tronera del tejado sobre su rostro cadav¨¦rico. Estaba expirando consumido por las llamas de una hoguera sahariana, y su boca, incomprensiblemente, dibujaba una apacible sonrisa de triunfo, presagio de que aquellas calcinadas dunas que durante milenios fueron oc¨¦ano volver¨ªan, a ciencia cierta, a ser cubiertas por el agua de la procreaci¨®n. Tom¨¦ su cabeza entre mis manos, y antes de que exhalara el ¨²ltimo suspiro a¨²n pudo musitarme al o¨ªdo: ?Ben Bella!EL PA?S dominical aparec¨ªa desparramado junto a la cama. Al ir a recogerle las manos tuve que arrancarle de la siniestra la p¨¢gina que insertaba la fotografia y la entrevista "del primer presidente de la Argelia independiente". Mientras desnudaba y lavaba el cuerpo de mi compa?ero del alma iba recordando frases sueltas de una ajetreada historia que cierta interminable noche me narr¨®:
"En 1961 me exili¨¦ en Francia. Jean Paul Sartre sentenciaba en las aulas abarrotadas de la universidad paris¨ªense de la Sorbona: 'el sionismo es la punta de lanza del imperialismo norteamericano en Oriente Pr¨®ximo'. Las circunstancias quisieron que me ocupara de los soldados s¨ªrios que llegaron a los hospitales del norte de Francia destrozados por el napalm israel¨ª, fruto de la Guerra de los Seis D¨ªas. Partic¨ªp¨¦ en muchas batallas pol¨ªticas en favor de una Argelia libre. En 1965 me desplac¨¦ a Argel para servir la causa de Ben Bella; pero ese mismo a?o el ideal benbelista
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de socialismo en libertad qued¨® hecho a?icos por el golpe dictatorial de Bumedi¨¢n. Aquella tragedia me sumi¨® en la desesperaci¨®n personal y pol¨ªtica que, con el correr del tiempo, a duras penas pude superar...".
Hace un par de minutos mi compadre ha finalizado su ciclo biol¨®gico en tanto que ser humano avanzado. Sus aspiraciones se han fundido en el superior designio mutacional de la naturaleza universal. ?l, que necesitaba m¨¢s ayuda que nadie, dedic¨® toda su existencia a entregarse al pr¨®jimo. En varias ocasiones se jug¨® la vida en defensa del trabajo pol¨ªtico de Ben Bella; y en este preciso instante que clavo mis ojos en su boca, comprendo la sonrisa de triunfal felicidad que cruza su rostro de difunto viviente. El azar ha querido que EL PA?S le trajera a Ben Bella a su lecho de muerte, como premio y reconocimiento por haber padecido apasionadamente hambre y sed de justicia. Estoy convencido de que en el halo aleteante en que mi imaginaci¨®n proyecta al camarada ejemplar resuena el eco de las palabras del septuagenario ex presidente argelino: "Los espa?oles tienen un perfume particular, un perfume maravilloso. Sean buenos europeos, pero guarden ese perfume". Palabras que se desgranan como p¨¦talos de rosas sobre la s¨ªlice de su cuerpo fecundado en oasis; puente por donde cruzar¨¢ el proyecto de hermandad entre ¨¢rabes y europeos subyugando a sus pueblos con las esencias divinas de un embrujador sue?o de las mil y una noches.- Pedro Navarro Torrecillas.
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