Vanidad y devoci¨®n
Miquel Barcel¨® confirm¨® en Par¨ªs su cetro de campe¨®n mundial entre los pintores j¨®venes y vivos; su proyecci¨®n internacional, en este caso desde Europa, fue una evidencia rotunda. Warhol, su amigo americano, reinaba post mortem en el cercano Pompidou. Muy cerca de la galer¨ªa Yvon Lambert, el museo Picasso lo dec¨ªa todo. Basquiat y Haring mostraban sus necrol¨®gicas en Beaubourg I; Sandro Chia inauguraba en otra de las 14 salas abiertas en el primer s¨¢bado del reencuentro cultural.
Cierto es, porque se comprob¨®, que la Expo-Barcel¨® aglutin¨® cientos de visitantes, al atardecer de un fin de semana en el que tambi¨¦n se anunci¨® la apertura de la caza en el norte de Francia, con abundancia de jabal¨ªes, liebres y perdices. El fr¨ªo nocturno provoc¨® catarros traicioneros para la gente del Sur, los ¨¢rboles todav¨ªa no han perdido las hojas, y los peri¨®dicos comentan el virus del cansancio de los yuppies americanos.
Entre los cuadros de Barcel¨®, que podr¨ªan ser tres exposiciones en una y no tienen una ordenaci¨®n muse¨ªstica, desfilaron coleccionistas internacionales, dirigentes culturales espa?oles, marchantes y galeristas de todo el continente.
Entre los asistentes, Claude Picasso, Leopoldo Rod¨¦s, Pep Subir¨®s, Bruno Bischofberger; los j¨®venes vanguardistas franceses Combas, Blais, Garouste, que ya han expuesto en la cuadra del venerable Leo Castelli, en Nueva York. Poetas pos-Baudelaire, modelos cimbreantes. Era como un circo actuando entre la vanidad y la devoci¨®n.
Otros pintores y cantantes amigos entre la colonia espa?ola que acudi¨® como las aves migratorias buscan el fr¨ªo. M¨¢s de dos decenas de millones pagar¨¢n los afortunados que alcanzaron alguno de los nueve grandes cuadros, y menos de un mill¨®n los que optaron a una litograf¨ªa.
El galerista podr¨ªa haber vendido 20 exposiciones. El pintor atendi¨® innumerables parabienes y solicitudes diversas.
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