Los curiosos 'motards' australianos
Phillip Island es un lugar paradisiaco, forrado de verde -no hay ni un solo rinc¨®n sin alfombra de hierba-, donde las abuelitas salen de sus casas con banderas de papel a recibir a los barbudos motards. Incluso se hace negocio con los ping¨¹inos; hay quien ha construido espl¨¦ndidas tribunas para que los japoneses asistan, por el m¨®dico precio de 160 pesetas, a la llegada de las manadas que, al anochecer, vuelven a sus nidos construidos cerca de la playa. En Phillip Island se le llama a eso Penguin parade (el desfile de los ping¨¹inos).Mientras los canguros son m¨¢s caros de ver y los koalas se esconden en los ¨¢rboles, los motards australianos se aproximan por centenares al circuito isle?o. Son motards muy especiales. Una mezcla entre los que peregrinan hasta Assen (Holanda) y los ¨¢ngeles del infierno de California (EE UU). Tienen un poco de hooligans ingleses y un mucho de veteranos rockeros venidos a menos.
Lucen prendas de cuero y, eso s¨ª, largas melenas y enormes barbas. Comparten viejas motos alemanas, antiguas reliquias de la ¨²ltima guerra mundial, con impresionantes motos japonesas y, lo que es m¨¢s hermoso, atractivas y cromadas Harley Davidson, sus m¨¢quinas preferidas.
Los due?os de las viejas BMW o de las modernas Suzuki, Yamaha o Kawasaki suelen llegar aislados o en reducidos grupitos. Las pandas de Harley Davidson -una moto que llega con cuentagotas a Espa?a y que est¨¢ viviendo un nuevo renacimiento- acuden a la cita de la velocidad en manadas. No s¨®lo van juntos, sino que ocupan todo el carril de la carretera. All¨ª est¨¢n, acomodados en sus inmensos sillones, con las piernas estiradas y los brazos abiertos, en un claro signo de poder¨ªo, anunciando a todo el mundo de forma impl¨ªcita: "Estamos aqu¨ª, y miren qu¨¦ m¨¢quinas llevamos".
No deja de ser curioso que el primer e inmenso cartel que los recibe nada m¨¢s llegar a Phillip Island, bajo el que tienen que circular sin remisi¨®n, lleve la siguiente inscripci¨®n: "Si bebes y conduces eres un verdadero idiota". Una versi¨®n algo m¨¢s agresiva del "si bebes, no conduzcas" de Stevie Wonder. Toda la publicidad del gran premio se centra en ese eslogan. Centenares de aficionados, inclu¨ªdos muchos motards, lucen chapas en las que la palabra bebes est¨¢ tachada con dos trazos rojos y a su lado luce la palabra conduces totalmente limpia.
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