Una trampa de arena
La vida en el desierto mina la moral de los 'marines'
"Es una mierda. No quiero guerra. Le pido a Dios que no la haya, pero cuando oigo el silbido del proyectil al momento de salir del ca?¨®n, ?sabes qu¨¦ pienso? Pienso que acabar¨¢ habiendo guerra. Luego me quito esa idea de la cabeza. No puedes vivir siempre con esa idea en la cabeza". As¨ª habla Raymond Maldonado, un marine nacido en Puerto Rico.
Maldonado, de 29 a?os y artillero del cuerpo de Marines, perteneciente al primer Batall¨®n de la Expeditionary Force, no era de los soldados que m¨¢s que quejaba. Los marines tienen fama de aguantarlo todo. De golpear mejor que nadie. Como sus otros 577 compa?eros, ya llevaba tres semanas en el desierto saud¨ª. Y siete a?os esperando en una base de Hawa? a que lo movilizaran. Estaba acostumbrado a entrenamientos muy duros. Pero ahora esto era distinto. Para empezar, la arena: "Es como un veneno esta arena. Se cuela por todas partes es demasiado fina. Arrastra mucho polvo. Cuando aprieta el calor y nos ponemos a 50 grados, notas que la arena te abrasa en la boca y aunque lleves gafas te quema los ojos".La bater¨ªa de ca?ones de 155 mil¨ªmetros apuntaba hacia el norte. Su estruendo al disparar y los gritos de los artilleros pon¨ªan los pelos de punta. Los tanques M-60, y alg¨²n modern¨ªsimo M-1 (coste, dos millones de d¨®lares) lanzado a una velocidad de 80 kil¨®metros por hora, levantaban una polvareda infernal. Desde la distancia ser¨ªa imposible que el enemigo sospechara lo que se ocultaba debajo de las redes de camuflaje diseminadas por todo el desierto. La cantidad y variedad de m¨¢quinas mort¨ªferas, estaba apoyada desde la retaguardia por antimisiles Patriot y, no muy lejos, los escuadrones de aviones de combate Harrier permanec¨ªan en alerta constante. Esta barrera era a todas luces impenetrable.
Por fin hoy efectuaban ejercicios intensivos de la artiller¨ªa con fuego real. Era un acontecimiento para celebrarlo con otra botella de agua. Los saud¨ªes, lament¨® el coronel, no daban demasiadas facilidades para hacer esta clase de ejercicios: "Lo que nos gustar¨ªa es estar soltando ca?onazos ocho o nueve horas diarias y, naturalmente, con fuego real. Pero los saud¨ªes nos ponen pegas, no tenemos m¨¢s remedio que pasar por ah¨ª". Sin embargo, ya estaban suficientemente entrenados. El coronel se?al¨® a un negro, el del tercer ca?¨®n, que era un artillero que no fallaba una. Al o¨ªr la orden ?fire! (fuego), y antes de que terminara de gritarla el oficial ya saltaba el fuego por la boca del Ca?¨®n. Otros no eran tan r¨¢pidos.
Afinar la punter¨ªa
El coronel Rivers estaba satisfecho porque acababan de estrenar armamento. "Hacemos pruebas de medida y as¨ª corregimos d¨®nde puede haber error. Queremos afinar mucho con estos ca?ones que alcanzan de 12 a 15 kil¨®metros. Son magn¨ªficos para abrir paso a nuestra infanter¨ªa alejando los carros de combate enemigos, y estrech¨¢ndoles el paso desde los flancos", dijo el coronel."Lo que a m¨ª me da miedo es la guerra qu¨ªmica. A lo otro ya est¨¢s acostumbrado. Sabes que igual que disparas t¨² desde aqu¨ª, el enemigo puede hacerlo desde all¨¢. ?ste es el juego. Pero con las armas qu¨ªmicas no hay juego que valga", dijo Maldonado.
La vida en el desierto se hac¨ªa insoportable. Sudados y llenos de arena por todas partes, estos soldados no pod¨ªan ducharse m¨¢s que una vez cada cinco d¨ªas.
Convoyes militares con centenares de veh¨ªculos pesados transportaban tanques, contenedores, dep¨®sitos de agua, comidas en bolsas de pl¨¢stico y miles de cajas de botellas de agua. Cuando estos convoyes paraban, alg¨²n soldado descend¨ªa de los veh¨ªculos para buscar la sombra entre las ruedas. "Hoy tenemos carne de cerdo con arroz. Supongo que no se enterar¨¢n los saud¨ªes. Pero lo de el alcohol est¨¢ muy mal. Ni una gota de cerveza. Y tampoco ninguna revista pornogr¨¢fica. Son muy duros estos saud¨ªes", se lament¨® Raymond Maldonado, quien dijo que su mujer tambi¨¦n era militar de la Navy.
M¨¢s tarde el coronel Rivers dir¨ªa que de lo ¨²nico que se lamentan sus soldados no es del sueldo porque "han estado cobrando durante a?os sin tener que combatir y ahora hay que devolver lo que han recibido", sino de estar perdiendo el tiempo: "Repiten que o vamos a pelear o hay que volverse a casa".
La frase que repet¨ªan los marines al ser arrastrados por los convoyes del desierto, era "I want to go home" (quiero irme a casa). Muchos agitaban los brazos para llamar la atenci¨®n y cuando estabas a la altura de sus camiones gritaban desesperadamente: "I want to go home".
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