"Los cometas pudieron originar la vida"
Mark Kidger cree, tras observar los cometas Halley y Levy desde el observatorio canario del Teide, que la teor¨ªa de un amplio grupo de astr¨®nomos de que la vida en la Tierra pudo surgir a partir del choque de varios cometas contra la superficie terrestre tiene cada vez m¨¢s evidencias. Y estima que quiz¨¢ en el siglo XXIII, la ciencia pueda crear una especie de agujero negro junto a nuestro sistema solar para captar energ¨ªa.
Mark Kidger investiga los cometas desde 1985 en el Instituto de Astrof¨ªsica de Canarias (IAC), al que pertenece desde hace siete a?os, y considera que "¨¦ste es un campo fascinante", a pesar de que muchos, astr¨®nomos lo ven como un "asunto secundario". Kidger, un cient¨ªfico brit¨¢nico de 30 a?os, que se form¨® en la Universidad de Londres y en el IAC de La Laguna (Tenerife), permanece 12 horas en verano y hasta 16 en invierno pegado al telescopio de infrarrojos Carlos S¨¢nchez del observatorio del IAC en el Teide. Pasa las noches enteras junto al telescopio para escudri?ar el misterio de los agujeros negros, y en los ratos libres esp¨ªa a los cometas, como ha hecho ahora con el Levy.
Mol¨¦culas org¨¢nicas
Pregunta. ?Han arrojado alguna luz los ¨²ltimos cometas que hemos visto sobre el origen de la vida en la Tierra?
Respuesta. Dir¨ªase que existe m¨¢s evidencia sobre el papel de los cometas en el origen de la vida, pero no hay una certeza definitiva. Yo, es cierto, era reacio a esta teor¨ªa hasta que estudi¨¦ el cometa Halley en 1986. Un sector de los astr¨®nomos piensa que la vida apareci¨® en la Tierra poco despu¨¦s de su formaci¨®n, hace unos 4.700 millones de a?os, como consecuencia de uno, o de varios choques de cometas con el planeta. El Halley ha venido a confirmar la presencia de mol¨¦culas org¨¢nicas en su n¨²cleo. La sonda Giotto estuvo muy cerca del cometa, a unos 600 kil¨®metros, y pudo obtener una muy buena informaci¨®n sobre su compleja estructura qu¨ªmica. Las mol¨¦culas org¨¢nicas son esenciales para la vida, y, por tanto, la citada versi¨®n que explica la vida en la Tierra tomando como base sucesivas colisiones con cometas se ha visto reforzada.
P. Por ello cabr¨ªa intuir que hay vida en otros planetas...
R. Es perfectamente posible. Hay alrededor de 10.000 millones de sistemas solares y 100.000 millones de estrellas; realmente s¨®lo conocemos una m¨ªnima parte de los planetas existentes. La vida pudo surgir en cualquiera de ellos por el mismo procedimiento que hemos comentado.
P. ?Qu¨¦ importancia tiene el cometa Levy, que acabamos de ver en el cielo de Espa?a?
R. Es un cometa gigante, mayor que el Halley, y tiene una particularidad que lo hace muy atractivo: ha dado ya al menos una vuelta al Sol, y ¨¦sta es la segunda. Lo interesante es estudiar c¨®mo cambia este objeto celeste al recorrer la estrella. Los cometas son restos de la formaci¨®n de los sistemas solares y son muy importantes para conocer el origen de nuestro sistema solar.
P. ?Cu¨¢ndo volveremos a ver el cometa Levy?
R. Desgraciadamente no podremos volver a verlo, porque su trayectoria ha sido alterada por la fuerza gravitatoria de J¨²piter y su ¨®rbita actual es abierta, por lo que se aleja cada vez m¨¢s. Dentro de cientos de millones de a?os se encontrar¨¢ con la estrella 52 Perseo, situada a 800 a?os luz del Sol.
P. Usted ha estudiado los cuasares: galaxias lejanas con una poderosa luminosidad en su n¨²cleo originada por los efectos de los agujeros negros. ?C¨®mo se justifica la gran fuerza energ¨¦tica de estos ¨²ltimos?
R. Nos llama la atenci¨®n el hecho de que en un espacio relativamente peque?o se emite la misma luz que 10 billones de estrellas. Creemos que los agujeros negros se comen las estrellas de sus respectivas galaxias.
P. ?Pudieran los agujeros negros ser una soluci¨®n al problema energ¨¦tico?
R. A decir verdad, no son buenos amigos. No distinguen entre una estrella y un planeta. Por suerte, el m¨¢s cercano est¨¢ en la constelaci¨®n del Cisne, a unos 6.000 a?os luz. Hay quien piensa que no ser¨ªa mala idea crear un agujero negro junto a nuestro sistema solar que no constituyera un peligro. Pero eso s¨®lo podr¨¢ hacerlo la ciencia del siglo XXIII.
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