Entre el canibalismo y la gastronom¨ªa
Cuando Alberto Moravia public¨® en 1929 su primera novela, pag¨¢ndose la edici¨®n de su propio bolsillo, s¨®lo ten¨ªa 22 a?os y un desprecio total a la clase social de la que proced¨ªa. Eran tiempos proclives a la aparici¨®n de una promoci¨®n de nietos de Nietzsche, irritados por una. sociedad dirigida por una burgues¨ªa acobardada ante la rebeli¨®n de las masas. Mientras el joven Moravia le hac¨ªa la autopsia al cad¨¢ver de una burgues¨ªa italiana conformista con la truculencia adocenada del fascismo, otro joven nieto de Nietzsche, Malraux, fomentaba revoluciones en el mundo entero y pon¨ªa su literatura al servicio de un supuesto nuevo destinatario hist¨®rico. No es un paralelismo gratuito. Ambos part¨ªan de la n¨¢usea ante la conducta burguesa basada en la doble verdad; Malraux se invest¨ªa de condottiero revolucionario ¨¢vido de una nueva comuni¨®n de los santos con el sujeto de la Historia que iba a dinamitar la sociedad burguesa; Moravia, en cambio, ten¨ªa el talante marcado por su condici¨®n de adolescente largamente -enfermo, luego joven apuesto de ojos magn¨¦ticos pero algo cojo que no estaba para demasiadas acrobacias a¨¦reas ni hist¨®ricas. La mirada de Malraux ser¨ªa ¨¦pica y cenital, la de Moravia psicol¨®gica y desde la perspectiva del lecho, pero ambas hist¨®ricas porque reflejar¨ªan dimensiones diferentes y complementarias de la condici¨®n humana, en una cultura situada entre la muerte de Dios y la muerte del Hombre.Si Malraux fue el retratista del canibalismo hist¨®rico de entreguerras, Moravia parti¨® de la misma sensaci¨®n de desorden pero m¨¢s interesado por el canibalismo interpersonal para, llegar a una teor¨ªa impl¨ªcita del hombre burgu¨¦s corno irrecuperable, situado entre la hipocres¨ªa y el conformismo, con la estaci¨®n intermedia y culminante del ego¨ªsmo engullidor. Este juego de conductas lo expres¨® mediante met¨¢foras sexuales, concibiendo el sexo como un instrumento de conocer. Entre el canibalismo y la gastronom¨ªa, la conducta sexual de los personajes de Moravia, desde Los indiferentes hasta La campesina, es un trasunto de la cultura del desamor, practicada brutalmente en La romana o La campesina, y con aderezos de gran cheff desganado en El conformista. A pesar de su continua apuesta por el perdedor en toda relaci¨®n, Moravia fue frecuentemente acusado de escritor distante, instalado en un pesimismo aristocr¨¢tico y desde?oso porque los seres humanos no eran como ¨¦l se merec¨ªa. Pero, tras su mirada de entom¨®logo hab¨ªa una angustia est¨¦tica ante la peligrosidad de la conducta, advertido, en palabras del cr¨ªtico Vigorelli, "( ... ) de la gangrena que amenaza al hombre moderno si no reencuentra la relaci¨®n consigo mismo, con los otros, con las cosas, con la sociedad". Rehuy¨® siempre la tentaci¨®n de una escritura sociologista al servicio de una mirada cr¨ªtica de la sociedad, lo que no le impidi¨® continuos compromisos civiles con las causas obviamente justas. Novelista casi hecho a la medida de los te¨®ricos de la incomunicaci¨®n, lleg¨® en La noia (El tedio) al punto culminante de su largo aprendizaje y a la vez -magisterio de la falsificaci¨®n de las relaciones humanas. Cualquier intento de relacionar el discurso filos¨®fico-narrativo de Moravia con su discurso vital puede ser desvirtuado si el receptor actual se queda en la retina con la imagen de un viejo escritor ¨¢vido del cuerpo en flor de una navarra treinta?era. Si en la literatura de Moravia el sexo era la met¨¢fora de la anexi¨®n, tambi¨¦n representa la m¨¢xima afirmaci¨®n de la vida, entre la nostalgia de la pureza y la utop¨ªa del para¨ªso. Y es que Moravia, como todos los escritores inmediatamente posdostoievskianos, se vio obligado a reconstruir la moralidad desde la desnudez- desnudo de dioses, religiones y sabidur¨ªas sociales convencionales. Tal vez como prueba de ello es el escritor que m¨¢s veces. ha posado en traje de ba?o.
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