La ciudad, recortada
APENAS PROYECTADO, el llamado plan Felipe -que lleva el nombre del presidente del Gobierno- va a sufrir un retraso de un a?o. En l¨ªneas generales, el plan, cuya realizaci¨®n estaba prevista a lo largo del cuatrienio 1990-1993, trata de convertir a las ciudades espa?olas -sobre todo las m¨¢s sobrecargadas- en habitables y humanas, a partir de la mejora de los transportes y las comunicaciones que hoy las congestionan. El presupuesto global ha sido cifrado en 1,7 billones de pesetas, de los que algo m¨¢s de 500.000 millones corresponden a Madrid -ciudad para la que inicialmente se esboz¨®-, y m¨¢s de 250.000, a Barcelona. El plan civil, seg¨²n acaba de anunciar el ministro de Econom¨ªa, Carlos Solchaga, deber¨¢ ser recortado a la baja en el marco de la refonna de los Presupuestos Generales del Estado para 1991 y del ajuste econ¨®mico, y ya se advierte que algunos proyectos concretos, como la ampliaci¨®n y mejora de los trenes ole cercan¨ªas madrile?os, sufrir¨¢n retrasos o limitaciones. Falta saber si tambi¨¦n afectar¨¢ al proyecto ol¨ªmpico de Barcelona, y m¨¢s concretamente al metro que deber¨ªa comunicar la anilla ol¨ªmpica con la ciudad y a algunas de las autopistas que comunican la villa ol¨ªnipica con las instalaciones deportivas.La advertencia ministerial es aplicable, en cualquier caso, a muchas otras ciudades espa?olas que cuentan con grav¨ªsimos d¨¦ficit de infraestructuras. Si se proidujera un recorte en este plan de inversiones tan tard¨ªo, el Gobierno habr¨ªa conseguido parad¨®jicamente, a la vez, impulsar una absurda guerra entre municipios y regiones para evitar la rebaja en lo que a cada uno le afecta.
Vivimos en una civilizaci¨®n altamente vulnerable, y un peque?o movimiento en una parte del mundo puede causar grandes cat¨¢strofes en el todo; incluso las medidas preventivas de esas cat¨¢strofes causan otras. Pero siendo esto obvio, no lo es que los efectos de estas situaciones deban repercutir indiscriminadamente sobre los ciudadanos y sus necesidades m¨¢s primarias. En este sentido, el recorte de las inversiones p¨²blicas en infraestructuras viarias y en transporte colectivo constituye una decisi¨® n de dif¨ªcil comprensi¨®n. El fuerte incremento del precio de la gasolina deber¨ªa repercutir en un menor uso del coche privado y en un aumento del transporte p¨²blico. Parad¨®jicamente, la respuesta del Gobierno a este previsible aumento de la demanda del transporte colectivo parece ser la de reducir la oferta, con lo que muchos ciudadanos se encontrar¨¢n ante el dilema de elegir entre un transporte privado cada vez m¨¢s oneroso para susbolsillos y uno p¨²blico insuficiente y en regresi¨®n.
Pero, adem¨¢s, esta decisi¨®n podr¨ªa dar lugar a otra lectura pol¨ªtica m¨¢s rebuscada: los gobernantes socialistas parecen dar a entender que consideran perdida su recuperaci¨®n electoral en los grandes n¨²cleos urbanos, pese a las menciones a la inhabitabilidad de las ciudades que se hacen en sus, reflexiones precongresuales. Cuesta trabajo creer que, en caso contrario, postergasen medidas que, al margen de su evidente componente electoral, buscan satisfacer urgentes necesidades del ciudadano.
Puestos a recortar gastos por inevitables imposiciones presupuestarias, lo l¨®gico ser¨ªa racionalizar al m¨¢ximo el orden de prioridades, eliminando los ef¨ªmeros y ostentosos, sin mencionar los que constituyen aut¨¦nticos despilfarros y, en general, aquellos que inciden menos en la vida diaria del ciudadano y que, en gran medida, s¨®lo sirven para alimentar viejas estructuras estatales sobredimensionadas e ineficaces.
La actual crisis del Golfo ha puesto de manifiesto, entre otras cosas, que lo imprevisto sigue dominando, pero su dominio no tiene por qu¨¦ paralizar, o frenar, necesariamente la leg¨ªtima aspiraci¨®n de los ciudadanos a mejorar su calidad de vida, ya bastante deteriorada. Recortar las inversiones que faciliten los desplazamientos es, cuando menos, un rasgo de incompetencia imaginativa.
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