600 entrevistas
Seiscientas personas van a ser interrogadas para aclarar si Juan Guerra utiliz¨® o no indebidamente el despacho de su hermano Alfonso Guerra. Los jueces saben lo que se hacen, por supuesto, pero mucha tarea parece ¨¦sa cuando seguramente ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil que el juez llamara al propio Alfonso Guerra, le preguntara por las buenas si Juan Guerra estuvo utilizando indebidamente su despacho y asunto concluido.De todas formas, el misterio principal del caso Juan Guerra no es si utiliz¨® indebidamente el despacho de Alfonso Guerra, sino c¨®mo se las arregl¨® para entrevistarse con 600 personas -que pudieron ser 6.000- sin que se le volviera loca la cabeza. Porque 600 personas no son cualquier cosa. Seiscientas personas constituyen un colectivo heterog¨¦neo, aunque todas tengan en com¨²n ser visitantes de Juan Guerra en el despacho de Alfonso Guerra, y all¨ª habr¨¢ de todo: cultos e iletrados, parcos en palabras y atacados de verborrea, prudentes y m¨¢s pesados que una vaca en brazos...
Datos importantes para la investigaci¨®n son si 600 personas pidieron ver a Juan Guerra y las recibi¨® a todas, o si fueron m¨¢s y seleccion¨® esas 600; si las 600 conoc¨ªan a Juan Guerra de la mili o concertaron su entrevista a la espa?ola, es decir, por mediaci¨®n de un primo del amigo de la cu?ada del lechero de un vecino de Juan Guerra; si Juan Guerra daba las buenas tardes antes de empezar la entrevista o iba directamente al grano; si acompa?aba a la visita hasta la puerta o gritaba desde su mesa: "?El siguienteee ... !".
Si se toma lo que una persona normal tarda en recibir una petici¨®n de entrevista, concertar cita, celebrarla y todo lo dem¨¢s, se multiplica por 600 y se divide por los d¨ªas del a?o, resulta que Juan Guerra no com¨ªa, y adem¨¢s, entre visita y visita, no le daba tiempo de hacer pis. Salvo que comiera e hiciera pis durante las entrevistas, en cuyo caso ya no es tanto el misterio.
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