Los alemanes celebran con delirio su unificaci¨®n
JOS? M. MARTI FONT A las cero horas de hoy naci¨® la nueva Alemania. Centenares de miles de personas, probablemente millones, tomaron ayer las calles de Berl¨ªn, la vieja capital prusiana, que recuperaba as¨ª su condici¨®n de capital de los alemanes. Toda la ciudad era una explosi¨®n de j¨²bilo. Gentes de todas las edades, desde ancianos a reci¨¦n nacidos, respiraban el aire que hab¨ªa quedado impregnado de p¨®lvora por los fuegos artificiales que durante media hora iluminaron el cielo desde la Puerta de Brandeburgo.
Los brotes de violencia que la inquietante presencia de grupos de extrema derecha y de grup¨²sculos anarquistas y de extrema izquierda hacia temer no hab¨ªa hecho aparici¨®n a primeras horas de la madrugada de hoy. El impresionante despliegue policial y la r¨¢pida intervenci¨®n de las fuerzas antidisturbios all¨ª d¨®nde se produc¨ªa el menor incidente sirvieron, sin duda, de elemento disuasorio.Los berlineses y los centenares de miles de personas llegadas de toda Alemania y del resto de Europa empezaron a congregarse a primeras horas de la tarde en torno al eje formado por el Reichstag (el antiguo Parlamento alem¨¢n), y la plaza de Par¨ªs, donde se halla la Puerta de Brandeburgo. Por las calles desfilaban numerosos grupos portando banderas alemanas, pancartas de todo tipo y una buena provisi¨®n de botellas de seckt, el equivalente alem¨¢n del champa?a. Conforme se acercaba la medianoche, la densidad de gente en torno al Reichstag imposibilit¨® avanzar o retroceder.
A las cero horas, la campana del Ayuntamiento de Sch?eberg empez¨® a repicar y los altavoces distribuidos por la ciudad amplificaron su sonido por todo Berl¨ªn. Entonces fue el delirio. La gente se abrazaba y se besaba, bailaba y saltaba, gritaba y re¨ªa.
En el Reichtag, una enorme bandera alemana empez¨® a erizada solemnemente bajo la atenta mirada del ya presidente de toda Alemania, Richard von Weiszacker; del primer canciller de la Alemania unificada, Helmut Kohl, y de su esposa, Hanelore. Junto a ellos, el ministro de Asuntos Exteriores, Hans-Dietrich Genscher; el ¨²ltimo primer ministro de la desaparecida Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, Lothar de Maziere, y dos prohombres de la oposici¨®n: el venerable ex canciller Willy Brandt, que fuera alcalde de la ciudad dividida cuando se levant¨® el muro, y el candidato socialdem¨®crata a desbancar a Kohl de su puesto, Oskar Lafontaine.
Casi al mismo tiempo, el cielo se llen¨® con un impresionante castillo de fuegos artificiales que ilumin¨® vivamente la Puerta de Brandeburgo, restaurada despu¨¦s de los desperfectos que sufri¨® las Navidades pasadas, pero en la que faltaba a¨²n su elemento m¨¢s caracter¨ªstico. La famosa cu¨¢driga de la victoria se perdi¨® el d¨ªa de la unificaci¨®n.
Acabada la ceremonia, la multitud empez¨® a repartirse por la vieja capital del Reich, ahora ya s¨ª formalmente unificada. "Soy de Prenzlauerberg", precisaba una oronda mujer agarrada del brazo de su hijo mayor y bebiendo grandes tragos de seckt.
"Ya se ha acabado esto de decir 'yo vengo del Este o del Oeste', ahora hay que decir del barrio que se es". Sin embargo, la realidad se impuso. Y tanto los del Este como los del Oeste acabaron dirigiendo sus pasos hacia Occidente, no en balde all¨ª se concentran la pr¨¢ctica totalidad de los bares.
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