Hacia la unidad a velocidad de v¨¦rtigo
A las cero horas de hoy naci¨® en Berl¨ªn el nuevo Estado alem¨¢n. En pleno coraz¨®n de Europa, la flamante Rep¨²blica Federal de Alemania inicia su andadura hacia un futuro en el que sus 78 millones de habitantes se consideran simult¨¢neamente, en palabras de su primer canciller, el democristiano Helmut Kohl, "alemanes europeos" y "europeos alemanes". Alemania recupera hoy, de manos de los vencedores de la II Guerra Mundial, su plena soberan¨ªa. Atr¨¢s queda una dolorosa divisi¨®n de 45 a?os, durante los que ambos Estados alemanes se rigieron por reg¨ªmenes pol¨ªticos opuestos, democr¨¢tico y capitalista en el occidental y totalitario y comunista en el oriental.
Dif¨ªcil es buscar una fecha a la que remontarse para establecer el principio del fin de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, el primer Estado obrero y campesino sobre suelo alem¨¢n", como gustaban llamarlo sus fundadores, dirigentes y sepultureros, que con pocas excepciones resultaron ser los mismos. Podr¨ªa elegirse el 17 de junio de 1953, cuando se produce en Berl¨ªn el primer levantamiento obrero contra el r¨¦gimen comunista. Los carros de combate sovi¨¦ticos pusieron fin a aquella protesta desesperada.El 13 de agosto de 1961 es la segunda fecha clave en la historia del gran fracaso del Estado socialista alem¨¢n. Aquel d¨ªa, el r¨¦gimen de Berl¨ªn Este erige el primer gran muro de la historia que un Estado construye no para impedir la entrada en su territorio enemigos, sino para evitar la salida a sus ciudadanos. Sin el muro en Berl¨ªn, la RDA se desangraba. Con ¨¦l, los ciudadanos hu¨ªan a Occidente arriesgando su vida.
El fracaso era ya entonces evidente. Pero la homogeneidad de la comunidad socialista en una guerra fr¨ªa que impon¨ªa a los aliados lealtades absolutas a Mosc¨² logr¨® prolongar en casi tres d¨¦cadas la agon¨ªa del sistema, que, en el caso de la RDA, era tambi¨¦n la del Estado. Al concluir la guerra fr¨ªa y romperse la homogeneidad en el bloque con la occidentalizaci¨®n de Hungr¨ªa y Polonia, el hundimiento del Estado socialista alem¨¢n se produjo a una velocidad ins¨®lita.
El 7 de octubre del pasado a?o, Erich Honecker presid¨ªa a¨²n, rodeado por ilustres invitados, un impresionante desfile militar. Uno de los invitados a la celebraci¨®n del 4T- aniversario de la fundaci¨®n del Estado, Mija¨ªl Gorbachov, advirti¨® al anciano l¨ªder alem¨¢n oriental que "aquel que no se adapta a los tiempos es castigado por la vida". La RDA no cumplir¨¢ m¨¢s a?os. Cuatro d¨ªas antes de hacerlo desaparece. Honecker lleva la irrelevante vida de un anciano enfermo protegido por fuerzas sovi¨¦ticas de las iras de sus compatriotas. Algunos de sus m¨¢s allegados colaboradores est¨¢n en prisi¨®n.
Honecker cae el 18 de octubre, pero persisten los intentos del r¨¦gimen por sucederse a s¨ª mismo. A Su heredero, Egon Krenz, uno de los personajes m¨¢s pat¨¦ticos de la tragicomedia pol¨ªtica que ha sido la imposible lucha del Estado por su supervivencia, lo echa la indignaci¨®n popular. El 9 de noviembre cae el muro. Millones de ciudadanos de la RDA comparan ya directa mente su vida con el escaparate de bienestar que es Berl¨ªn Oeste y la RFA.
Releva a Krenz un hombre ¨ªntegro, Hans Modrow, que, sin embargo, ya no puede hacer nada m¨¢s que aceptar la unidad alemana como un hecho consumado. La repugnancia hacia la RDA como Estado crece d¨ªa a d¨ªa con las revelaciones sobre la corrupci¨®n, la represi¨®n y la vileza desplegadas durante d¨¦cada por los l¨ªderes obreros, y la ansiedad por formar parte del club de los ricos hace de la integraci¨®n en la RFA la ¨²nica v¨ªa a seguir. El 13 de febrero, Modrow acuerda con el canciller Helmut Kohl la unidad monetaria como primer paso hacia la unificaci¨®n total.
La unidad monetaria entra en vigor el 1 de julio. Millones de alemanes orientales se congregan ante los bancos para cambiar sus antiguos marcos con las efigies de Marx y Engels por los flamantes y codiciados deutschemarks.Las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial aceptan la unidad alemana, alguna con menos entusiasmo del simulado, pero conscientes de que ser¨ªa mala pol¨ªtica obstruir lo inevitable.
El 18 de marzo, los alemanes orientales otorgan una abruma, dora mayor¨ªa a la Uni¨®n Cristiano Democr¨¢ta de la RDA, que bajo el patrocinio del canciller federal, Helmut Kohl, es la abanderada de la unificaci¨®n radical e inmediata. El 18 de mayo se firma ¨¦l acuerdo monetario interalem¨¢n. El 1 de julio, las dos Alemanias pasan a ser un espacio econ¨®mico.
Dos semanas m¨¢s tarde, en unas jornadas hist¨®ricas en Jeleznovodosk, Kohl arranca a Gorbachov la ¨²ltima concesi¨®n necesaria para poner punto final a una divisi¨®n alemana que en la historia aparecer¨¢ como epis¨®dica. Mosc¨² acepta la permanencia de Alemania en la OTAN.
El Gobierno electo de la RDA no ha sido m¨¢s que un t¨ªtere de Bonn que no pod¨ªa poner condici¨®n alguna a una unificaci¨®n dirigida ya por las fuerzas federales, con la CDU y Helmut Kohl a la cabeza. Kohl ser¨¢ el gran maestro de ceremonias de la unidad, que supone un hito en la turbulenta historia de la gran naci¨®n centroeuropea. Hoy nace en Berl¨ªn una superpotencia. Es el fin de una era tr¨¢gicamente, estable en el continente europeo y el comienzo de otra, radicalmente nueva, prometedora, pero llena de incertidumbres.
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