Yo soy ¨¦se
Algo falla en el Estado de las Autonom¨ªas: Jes¨²s Gli y Gil demostr¨® ayer, en una "asamblea hist¨®rica para el f¨²tbol, en Espa?a y en Europa", que su puesto est¨¢ en el teatro Mar¨ªa Guerrero. Ning¨²n representante del Ministerio de Cultura se dio a conocer en el m¨¢s arrebatador espect¨¢culo del nacimiento de la ¨²ltima d¨¦cada del siglo.Gil no es Shakespeare, pero Ricardo III resucita cuando ¨¦l reta a la incoherencia total: "A muerte contra ellos"; "aunque tenga que vender mis edificios los jugadores van a cobrar"; "el vicio est¨¢ tan arraigado que del robo se ha hecho una tradici¨®n"; "no tiene nadie narices para inhabilitarme a m¨ª"...
El no es el lonesco del teatro del absurdo, pero ilumina el colmo de la creaci¨®n cuando declama: "Ya no saben c¨®mo meterme mano". El cardenal Suqu¨ªa no se sabe si es santo de su altar, pero ¨¦l clama: "Para vivir en la indignidad permanente y dejarse robar basto yo".
Gil es actor, director, sublime, ut¨®pico, gesticulante, Dios, arcipreste, la Virgen Mar¨ªa. Su verbo es de guerra civil fr¨ªa: "Va un arbitro y nos pita 22 fueras de juego", "me quieren cortar la cabeza", esos carn¨¦s de socio es lo m¨¢s grande que ha parido la tierra". Gil es Hussein sin bigotes y sin armas y, consternado, afina el timbre del holocausto: "Hay que ser un m¨¢rtir para estar en el Atl¨¦tico".
?Es Gil el germen de la otra Espa?a? No; es el hijo de la aberraci¨®n del estamento oficial, que, dale que dale, induce al paisanaje ignorante a subvencionar el teatro. S¨®lo hay que subvencionar a este lector que se r¨ªe "cuando lee los peri¨®dicos" porque los periodistas, seg¨²n un autor an¨®nimo, "son unos hijos de puta".
Gil no es un tratante de feia al acecho,del corretaje, pero, de repente, suelta: "A Eusebio lo compramos por 85 millones y lo vendimos por 250". Gil no es fil¨®sofo, pero afirma a rajatabla que existe "la filosofia del Atl¨¦tico de Madrid". Gil, en tres horas, anunci¨® siete veces "vamos al fondo" o "a lo concreto". Incluso anunci¨®: "Voy a hablar de un tema concreto, sin pudor".
Gil no es un cruzado a la antigua y s¨®lo enuncia lo deseable que ser¨ªa para las masas "el esp¨ªritu de enmienda de las autoridades deportivas". Repentinamente, Gil suelta:" ?Co?o!". Y la funci¨®n sigue. Gil es el consejero delegado todas las razones: "Estamos aqu¨ª para actuar como mayores de edad". Y reconoce su quehacer humilde: "La batalla de la gran revoluci¨®n."
En esta misa mayor del gilismo s¨®lo fall¨® un devoto. ?El pobre! Los m¨¢s aguerridos insinuaron: "?No habr¨¢ un SIDA o un c¨¢ncer?", presunto autor mal¨¦fico de tanta desgracia colchonera. M¨¢s amortiguador, otro colega de Gil nuestro Se?or apu?ete¨® el aire con su voz de profeta: "Somos atletistas, gilistas y ant¨ªmadridistas". J¨²bilo por toneladas. Gil no lo dijo, pero lo susurr¨® al cuello de su camisa: "Yo soy ¨¦se
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.