El mercado de las vanidades

A los corresponsales les cuesta cada vez m¨¢s conseguir noticias en la feria del libro de Francfort. No se trata de una conspiraci¨®n herm¨¦tica, sino de algo muy simple: en la feria cada a?o suceden menos cosas.Los editores van a Francfort para mirarse los unos a los otros, comparar si se es m¨¢s pobre o m¨¢s poderoso, qui¨¦n tiene m¨¢s metros de exhibici¨®n y qui¨¦n tiene menos, cu¨¢ntas novedades publicaron los ingleses y qu¨¦ buena sigue la rubita de la caseta de al lado.

La hora del fax

Ninguna contrataci¨®n millonaria, ning¨²n gran negocio se arregla en la feria. El fax ha servido para resolverlo antes. A la Feria del Libro de Francfort se llega a festejarlo, y algunas veces a anunciarlo.Los editores est¨¢n todo el d¨ªa en la feria, y antes de cenar pasan por dos o tres c¨®cteles. A media noche hay que dejarse ver en el bar del hotel Frankfurter Hof o en el Casablanca, y los m¨¢s marchosos, en el Saint John's Inn.

Francfort no es el lugar de las grandes oportunidades; sin embargo, no disminuye la asistencia. Todo aquel que se precie en el mundo del libro quiere ver a los otros y poder sonre¨ªr como diciendo: "Aqu¨ª estoy una vez m¨¢s".

De las 24 ferias anuales que tiene la ciudad de Francfort, ninguna la colapsa tanto como la del libro. Los editores son famosos por como llenan los restaurantes, por buscar los mejores hoteles y por hacer media hora de cola para esperar un taxi cu¨¢ndo el tranv¨ªa hace el recorrido en 10 minutos. Ver y dejarse ver, beber y comer y, por supuesto, estar muy liado y tener la agenda apretada. Cada vez m¨¢s, Francfort es una feria de vanidades.