Jerusal¨¦n est¨¢ de luto

ENVIADA ESPECIALUn grupo de empleados de la explanada de las mezquitas limpia con agua a presi¨®n un pasillo bajo unos arcos de piedra. Mientras los periodistas se afanan por localizar supuestos restos de sangre de los incidentes del pasado lunes, un joven se acerca y explica que un soldado israel¨ª ha orinado all¨ª poco antes. "Otra provocaci¨®n", comenta indignado, antes de a?adir que las huellas de los m¨¢rtires no se van a borrar". Para entonces ya ha dirigido al grupo hacia un reguero de sangre seca que da testimonio macabro de la tragedia vivida dos d¨ªas antes. El almu¨¦dano canta sin cesar desde la ma?ana. Jerusal¨¦n est¨¢ de luto.

Jerusal¨¦n e s en realidad s¨®lo media ciudad, el llamado sector Este, habitado en su mayor¨ªa por palestinos. La otra mitad, la parte jud¨ªa, vive la fiesta religiosa del Sukot (los Tabern¨¢culos). El contraste es brutal. A un lado, huelga general, banderas negras, silencio apenas roto por el llanto de los familiares de las v¨ªctimas. Al otro, calles en plena ebullici¨®n, familias ente ras de compras y decenas de restaurantes kocher compitiendo por una clientela que pasea ociosa su d¨ªa de vacaciones. El t¨®pico del muro psicol¨®gico se hace m¨¢s real que nunca. "?ste ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil de derribar que el de Berl¨ªn", asegura un palestino.A medio camino entre esta dos mitades que forman la ciudad tres veces santa, en el juzgado de Moscov¨ªa, una multitud se agolp¨® para ver salir a Faisal Huseini, destacado activista palestino, y al jeque Mohamed Said Yamal, l¨ªder espiritual de los musulmanes de Tierra Santa. Ambos fueron detenidos el pasado lunes bajo, la acusaci¨®n de haber promovido los disturbios que concluyeron con la muerte de 21 palestinos. Yamal est¨¢ hospitalizado y Huseini, de 49 a?os, acababa de ser presentado ante el juez para formular los cargos que se le imputa. La polic¨ªa pidi¨® y logr¨® del magistrado la prolongaci¨®n por 15 d¨ªas de la detenci¨®n de ambos. El juez encargado del juzgado de instrucci¨®n en Jerusal¨¦n, David Frenkel, desestim¨® los argumentos de los abogados defensores, quienes sostuvieron que los disturbios fueron provocados por el comportamiento de la polic¨ªa israel¨ª.

"Proteger a Israel"

En declaraciones recogidas ayer por la prensa en hebreo, el jefe de la polic¨ªa israel¨ª, Yaacov Turner, y el responsable de la polic¨ªa de Jerusal¨¦n, Arye Vivi, niegan las acusaciones de que sus hombres se excedieron en el uso de la fuerza al disparar contra quienes lanzaban piedras desde lo alto del monte sagrado. "Mu¨¦streme de qu¨¦ otra forma la polic¨ªa puede proteger a Israel y a un agente a punto de ser linchado", manifestaba Vivi al entrevistador de Yedioz Ajoronoz, el diario de mayor circulaci¨®n en el pa¨ªs. "Lamento que esta guerra [la Intifada] haya entrado en el Monte del Templo", aseguraba, por su parte, Turner a Maariv.

La explanada de las mezquitas es el tercer lugar sagrado del islam, despu¨¦s de La Meca y Medina, en Arabia Saud¨ª. El conflicto arranca en gran medida de que ese mismo lugar alberg¨®, seg¨²n la tradici¨®n jud¨ªa el templo de Salom¨®n, hace casi 2.000 a?os, y por tanto resulta tambi¨¦n un enclave sagrado para los jud¨ªos. El pasado lunes, miembros de la secta extremista Fieles del Monte del Templo acudieron a la explanada con la intenci¨®n de poner la primera piedra de un nuevo templo jud¨ªo, el tercero tras la destrucci¨®n de los dos anteriores. Seg¨²n la versi¨®n palestina, esta provocaci¨®n origin¨® los tr¨¢gicos incidentes.

La versi¨®n oficial israel¨ª olvida a esta secta mesi¨¢nica e insiste en que los palestinos empezaron a arrojar piedras sobre los jud¨ªos que rezaban al pie del Muro de las Lamentaciones sin que mediara ninguna raz¨®n Sea como fuere, los enfrentamientos que empezaron a pedradas acabaron a tiros. La polic¨ªa, el Ej¨¦rcito -que desde el inicio de la Intifada patrulla las callejuelas de la ciudad vieja- e incluso los temibles boinas verdes, como se conoce a los guardias de fronteras, rodearon de inmediato el recinto sagrado, con el resultado que se conoce.

"Incluso los civiles israel¨ªes sacaron sus armas, yo vi disparar a varios", asegura Ahmed, que a pesar de la traum¨¢tica experiencia vivida ha tenido el valor para regresar al lugar de los hechos. En Israel, los colonos -nombre que reciben los jud¨ªos que se establecen en los territorios ocupados- tienen derecho a llevar armas y es habitual verlos con el fusil al hombro paseando por las calles de Jerusal¨¦n. En la mezquita de Al Aqsa, en cuyas columnas pueden verse varios impactos de bala, los empleados han apilado los casquillos y los botes de gases lacrim¨®genos.

A la entrada de la Puerta de la Asamblea, los polic¨ªas intentan impedir que pasen periodistas a la explanada. Sale una mujer llorando, a la que otras tres intentan consolar en vano. Ha perdido a su hijo Ibrahim, de apenas 25 a?os.