Un hombre inmerso en su siglo
En alg¨²n sitio de su obra monumental, Men¨¦ndez Pelayo describe un concurso de palo encebado o cuca?a entre representantes de diversas naciones europeas.
A pesar de los v¨ªtores de sus coterr¨¢neos, el franc¨¦s no logra trepar a la punta. Lo mismo ocurre, ante la desilusi¨®n de sus compatriotas, con el ingl¨¦s. Por ¨²ltimo, toca el turno al espa?ol: se apresta, sube, sigue, y cuando est¨¢ a punto de alcanzar la cima... los espa?oles que lo acompa?an se prenden desesperadamente de sus ropas e impiden su triunfo.
Envidia
La an¨¦cdota no refleja ya, seguramente, la actitud espa?ola ante la excelencia propia, pero s¨ª la de un sector importante de la clase acad¨¦mica y pol¨ªtica de M¨¦xico, para la cual la tristeza por el bien ajeno es m¨¢s que un rasgo de car¨¢cter: es una segunda naturaleza.
El malestar que han provocado desde hace muchos a?os las posturas cr¨ªticas manifestadas por Octavio Paz se resume en un hecho ins¨®lito que ocurri¨® en 1984. En su discurso de recepci¨®n del premio literario de Francfort, Octavio Paz se refiri¨® a la falta de democracia en la Nicaragua sandinista.
La reacci¨®n suscitada en M¨¦xico fue instant¨¢nea: llovieron anatemas en art¨ªculos, notas period¨ªsticas, c¨¢tedras universitarias y charlas de caf¨¦.
Pero no era suficiente. Hab¨ªa que hacer algo m¨¢s. Entonces un grupo convoc¨® a una manifestaci¨®n frente a la Embajada de Estados Unidos y, gritando la consigna "Reagan rapaz, tu amigo es Octavio Paz", quem¨® en efigie al poeta.
Esta escena, digna de las calles de Teher¨¢n, no de M¨¦xico, se ha repetido simb¨®licamente en cada avance de Octavio Paz hacia la cima de su prestigio.
Hace unos d¨ªas, con ocasi¨®n del encuentro El siglo XX: la experiencia de la libertad, una porci¨®n de la prensa mexicana, que se mantiene en campa?a permanente contra Octavio Paz, rompi¨® todas las marcas de adjetivaci¨®n: se le dijo reaccionario, prepotente, autoritario, fascista, estalinista.
Discusi¨®n
Su crimen hab¨ªa sido convocar a treinta intelectuales de primera l¨ªnea en Occidente (la mayor¨ªa, como Jorge Sempr¨²n y el propio Octavio Paz, con antecedentes profundos y comprometidos con el pensamiento socialista del siglo) para discutir las lecciones pol¨ªticas, econ¨®micas y morales de la revoluci¨®n libertaria de 1989.
Transidos de dolor, ahora m¨¢s que nunca, por la excelencia y el bien ajenos, los pazicidas inventar¨¢n toda suerte de teor¨ªas para desvirtuar, relativizar, falsificar, derogar, opacar e incluso ignorar el reconocimiento mundial a su compatriota.
Dir¨¢n, por ejemplo, que una cosa es la poes¨ªa escrita por Octavio Paz, y otra distinta su persona o su pensamiento. Pero el sol no se puede tapar con un dedo. La literatura, el pensamiento y la persona de Octavio Paz son tan indisolubles como admirables.
La biograf¨ªa literaria de Octavio Paz es un puente de doble tr¨¢nsito entre M¨¦xico y el mundo. Lo han hechizado lo mismo la literatura japonesa que la francesa, la espa?ola, la inglesa o la india. En todas ellas ha abrevado con un compromiso tan intenso como profundo, y a todas ellas las ha alimentado desde la literatura mexicana.
Su biograf¨ªa intelectual y pol¨ªtica atraviesa todo el siglo: crey¨® en la revoluci¨®n mexicana y siendo muy joven fund¨® escuelas para campesinos en el Estado de Yucat¨¢n, fue un marxista heterodoxo en los a?os treinta, se incorpor¨® a los republicanos en la guerra civil espa?ola, se distanci¨® del socialismo real desde los cuarenta, se acerc¨® al surrealismo y paulatinamente deriv¨® hacia posiciones liberales no exentas de un cierto romanticismo anarquista.
Su biograf¨ªa empresarial resulta menos conocida, pero es igualmente notable: desde 1931 hasta 1990, sin soluci¨®n de continuidad, Octavio Paz ha sido animador y director de varias revistas de literatura y cr¨ªtica, entre ellas Taller, El Hijo Pr¨®digo, Revista Mexicana de Literatura, Plural y Vuelta.
Crisol
En fin, la biograf¨ªa personal de Octavio Paz es un crisol donde confluyen las corrientes profundas, conflictivas, contradictorias, del alma mexicana: su madre andaluza, su abuelo liberal, su padre revolucionario zapatista. No es casual que El laberinto de la soledad siga siendo el espejo extra?o y fascinante en el que varias generaciones mexicanas se reconocen: su autor ha sido el mayor minero de la historia y la vida mexicanas.
De los grandes esp¨ªritus que en este siglo terrible defendieron la libertad —George Orwell, Arthur Koestler, Bertrand Russell, Raymond Aron, Silone—, Octavio Paz es uno de los ¨²ltimos representantes. Tras una batalla ideol¨®gica y moral que le ha llevado la vida, tuvo la fortuna de ver c¨®mo la historia y los pueblos vindicaron en 1989 sus ideas.
Un a?o m¨¢s tarde recibe el Nobel. Su temperamento esc¨¦ptico le restar¨¢ entusiasmo para celebrar la m¨²ltiple victoria, pero en su fuero interno, estoy seguro, Octavio Paz piensa ahora mismo que cometi¨® un error cuando no hace mucho, en un poema autobiogr¨¢fico, escribi¨®: "La historia es el error".
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